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Kitris, Basilios y compañía

Alicia Alonso subió al escenario el sábado, para saludar al público. Junto a ella, los primeros bailarines Viengsay Valdés y Victor Estevéz. Foto: Yuris Nórido.
Alicia Alonso subió al escenario el sábado, para saludar al público. Junto a ella, los primeros bailarines Viengsay Valdés y Victor Estevéz. Foto: Yuris Nórido.

 

Ninguna de las primeras bailarinas del Ballet Nacional de Cuba ha interpretado tantas veces el rol protagonista del clásico Don Quijote como Viengsay Valdés. Y lo mejor, nunca parece aburrida de bailarlo. Había que verla este sábado: giros de infarto, equilibrios eternos, acentos bien pronunciados. Con los años ha perfilado el personaje hasta el punto de que lo baila como si lo viviera. Junto a ella, sin pretender opacarla, el recién promovido primer bailarín Víctor Estévez fue un Basilio correcto, con cierta vocación romántica, poco dado al énfasis histriónico.

En esta temporada todo el mundo le puso un sello personalísimo a su interpretación. Amaya Rodríguez, el jueves, fue toda fuerza y donaire, notables en pasajes célebres de la coreografía, como la pirotécnica diagonal del primer acto. Su compañero, el bailarín principal Luis Valle, lo tiene casi todo: una técnica poderosa y deslumbrante (¡qué saltos, qué giros!), un “saber estar” sobre la escena, una viril disposición… Debe todavía cuidar la esencialidad de algunas secuencias: da la impresión de que por momentos quiere demostrar todo su arsenal. Pero está visto: ahí hay madera, este va a ser uno de nuestros mejores Basilios.

Grettel Morejón y Alfredo Ibáñez ofrecieron el viernes un hermoso espectáculo de compenetración, de trabajo en equipo. Ella es bailarina de excelente gusto, que ni siquiera en el clímax de la zalamería se permite atisbos de vulgaridad. Su proyección es serena, decidida su inspiración estilística. Ibáñez, debutante, parece que lleva años bailando este rol. Este es uno de los mejores actores de la compañía, atento siempre a los matices. Su ejecución fue más que funcional (algo rara, eso sí, la combinación de saltos para la diagonal final en la variación del tercer acto); pero lo que llamó la atención fue el compromiso con el personaje. Un artista integral.

Hay que destacar los desempeños de Ernesto Díaz, que bordó su Camacho; Maikel Hernández, que ha entregado uno de los más simpáticos Sanchos de los últimos años; y de Cynthia González (Reina de las Dríadas), que bailó con seguridad y fluida línea. Las extraordinarias extensiones y los pronunciados arabesques de Gabriela Mesa están dando mucho de qué hablar; Ely Regina, Yankiel Vázquez y Manuel Verdecia fueron unos gitanos muy virtuosos; los Cupidos de Aymara Vasallo, Chanell Cabrera y Massiel Alonso conquistaron muchos aplausos…

Está claro que una temporada no la hacen solo los solistas, y el cuerpo de baile lució mucho más implicado en esta oportunidad. Pero hay que seguir trabajando en el estilo, en la homogeneidad del conjunto, en la comprensión de las peripecias. Hay una circunstancia que parece inevitable: el éxodo de bailarines. En algunos de los bailables apenas se cuentan figuras de experiencia. El elenco es joven, pero tiene potencial. Esa es la suerte.

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