Mientras anota la cifra en el inventario, Abel Suazo lo afirma: “No es cuento, aquí el sindicato sí trabaja”, y se detiene unos segundos para enfatizarlo a su manera: “Es lo máximo, no hay fallos…”.
Opiniones como estas son comunes en el hotel Sol Palmeras, de Varadero. Lo que en cualquier centro se espera de la organización hace mucho se aloja allí, como tangible evidencia de cuánto se asocia el éxito de un colectivo con la efectividad sindical.
Es fruto de la primera empresa mixta establecida en Cuba e inaugurada por Fidel Castro Ruz el 10 de mayo de 1990, y bastarían para resumir la consistencia de la instalación, sus ocho años como vanguardia nacional, los últimos cuatro de manera consecutiva, andar que recientemente fue coronado con el Sello 75 Aniversario de la CTC.
María Caridad Rodríguez Ortega, secretaria general del buró municipal del Sindicato de Trabajadores de Hotelería y el Turismo en Cárdenas, pondera sin ningún tipo de ambages los resultados del funcionamiento orgánico del sindicato en Sol Palmeras, “un ejemplo para el resto de los colectivos laborales de Varadero y del país”.
A su juicio, el sistemático interés general por ofrecer un servicio de máxima calidad refrenda la comprensión que los hombres y mujeres de Sol Palmeras poseen de las misiones que les corresponden en el escenario económico de la nación. “El turismo cumpliría mejor su encargo social si más centros se parecieran a este”.
Luces desde la inconformidad
El prestigio ganado por la organización sindical lo relacionan con la manera en la que Arnaldo Díaz Hiedra conduce su quehacer. Delegado al XX Congreso de la CTC, admite que existe gran unión entre los factores, sin que eso reste fuerza al sindicato, “todo lo contrario”, aclara. “Cuando hay que discutir y no estar de acuerdo, lo hacemos.
“Lo esencial es que todos vayamos en pos de un objetivo, que las cosas salgan lo mejor posible y haya satisfacción, tanto en los trabajadores como en los turistas”.
Importancia capital le concede a los numerosos intercambios con los empleados, impulsados por la dirección del hotel, e independiente de las asambleas de afiliados y de representantes. “Todos los días realizamos consejillos para ver qué salió mal y corregirlo en el acto”.
En actividades de alto valor humano también destaca Sol Palmeras. Como ya es costumbre, el año pasado cumplieron con los 6 mil dólares para el programa Mi aporte por la vida, destinado a la compra de medicamentos para niños enfermos de cáncer, y recolectaron unos 400 artículos que regalaron a pequeños aquejados de esa enfermedad y a otros sin amparo filial.
En medio de tantas luces, una inconformidad altera el apacible clima laboral del hotel de Cubanacán. Después de un año de aprobada la Ley No. 118 de la Inversión Extranjera, los trabajadores están imposibilitados de recibir el salario en correspondencia con lo establecido en la Resolución No. 16 del 2014 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (Reglamento sobre el Régimen Laboral). Las tarifas salariales no se ajustan a lo normado.
Esta realidad, común a quienes laboran en hoteles de administración mixta y no imputable a la dirección de Sol Palmeras, Díaz Hiedra la ha reiterado en varios escenarios. “Si de algo están convencidos en nuestra instalación es de lo hecho por el sindicato en todas las instancias, para que esto termine de resolverse. Cuando hay disgusto difícilmente las cosas salen bien”, advierte. “Con los salarios nadie tiene derecho a equivocarse”.
El buen dúo de la calidad y la eficiencia
En el último trienio se registraron más de 25 millones de ingresos anuales, resultado de una ocupación diaria del 94 %, lo que equivale a mil 120 turistas por día como promedio, apunta el subdirector general, Irán Ramos Sánchez.
“Nos alienta que en los últimos años crezcan las recepciones de Reino Unido, Rusia, Uruguay y toda Latinoamérica, más el mercado nacional, que en los meses de verano impacta favorablemente en la ocupación”.
Huéspedes como Antonio Pileggi, que por más de 72 veces ha llegado desde Canadá para hospedarse allí, hablan de la aceptación de un lugar que constantemente recibe elogios en las redes sociales de la Internet, gracias también a la elevada profesionalidad del equipo de animadores.
“Lo que aquí sucede es especial. Hemos estado en otros de Sol Meliá, pero este posee una magia singular. Es la gente, la comida, el trato. La alegría que se respira por todas partes. De seguro volveremos”, coincidieron Isabel y Luisa, dos visitantes argentinas, país que junto con Alemania y Canadá conforman sus tres principales mercados emisores.
Querer lo que se hace
Como una familia, un colectivo que quiere lo que hace, comprometido con dar lo mejor día por día, así califica Ramos Sánchez a los hombres y mujeres que dirige. “Siento orgullo de un sitio donde la cultura de trabajo forjada con los años contagia al nuevo que llega. Eso es vital para lograr óptimos resultados. El triunfo nuestro radica en la gente que tenemos”.
Zulima Candales, subdirectora de Recursos Humanos, está convencida de que ninguna entidad progresa sin la inteligente gestión de los empleados.
“Es vital atenderlos, el contacto con la familia, visitarlos en caso de enfermedad o de cualquier problema, responder a sus quejas… No se les debe dejar solos en ninguna circunstancia. Es una práctica a la que no renunciamos, aunque hay ciertas áreas que debemos perfeccionar en pos de mayores éxitos”.
Quizás ello explique la estabilidad típica de la fuerza laboral. Entre los más de 600 trabajadores, 26 son fundadores, y otra buena parte sobrepasa la década de vínculo laboral. Siguen ahí hombres como Pedro Luis Pérez, participante en la construcción del hotel, Manuel Ayllón, a sus 68 años responsable de la belleza de los jardines, o Roberto Hernández Álvarez, un joven que se ufana de haberse formado como trabajador entre tantos buenos ejemplos.
Un respeto general inspira el centro. Hace 25 años, los mismos que Sol Palmeras acaba de cumplir, que Eduardo Calderón decora de manera gratuita muchos de los espacios. “Es mi agradecimiento infinito al lugar que me acogió como artesano, parte inseparable de mi existencia”.
La autoridad conquistada por el sindicato la reitera Dionisio de Armas, un fundador que llegó joven a la instalación y “me he puesto viejo con ella”, dice sonriendo. “A Arnaldo Díaz y a su equipo debemos nuestros éxitos, también a la dirección. Palmeras ha marcado su historia. Lo que aquí sucedió motivó la apertura de otros hoteles. Esperamos que Fidel sienta orgullo de nosotros.
“Sabemos que aún queda para llegar a la excelencia total, pero de algo estamos seguros. Sol Palmeras seguirá haciendo el turismo que el país merece, que el país necesita”.