El yate Amalia no pudo arribar al sitio previsto. Lo esperaban en El Morrillo, un antiguo fortín español abandonado que fungía como protector de la desembocadura del río Canímar, adyacente a la bahía de Matanzas, a unos 100 kilómetros al este de La Habana.
Allí aguardaban expectantes el líder revolucionario y antimperialista Antonio Guiteras Holmes, junto a otros compañeros de luchas. Tenían el propósito de partir rumbo a México con el fin de preparar una expedición armada para emprender una insurrección popular en Cuba que derrocara al gobierno proimperialista de Carlos Mendieta.
Lo que se había planeado en el más estricto secreto, se trocó en una vil traición por parte de un amigo que ostentaba el grado de capitán de la marina y simulaba lealtad al joven aguerrido con la promesa de colaborar y asegurarle una salida segura.
Era el 8 de mayo de 1935. Amanecía cuando un destacamento de soldados irrumpió en el lugar. Tan pronto el enemigo fue percibido a lo lejos, los combatientes —entre ellos dos mujeres— comenzaron a abandonar la vetusta fortificación e internarse en la vegetación aledaña y con escaso armamento se disponían a ofrecer tenaz resistencia para romper el cerco.
El enfrentamiento no se hizo esperar. “Yo no me dejo coger vivo”, le oyeron decir a Guiteras y pocos minutos después un disparo acabó con su vida. Casi al unísono también caía mortalmente herido su fiel amigo el venezolano Carlos Aponte, luchador internacionalista que alcanzó el grado de coronel del ejército lidereado por Augusto César Sandino, en Nicaragua.
LA FIGURA MÁS EMPINADA
Tony Guiteras formó parte de una generación de cubanos que durante la denominada Revolución del 30 —convulso período del siglo pasado— se lanzó al combate frontal contra la tiranía de Gerardo Machado, la oligarquía criolla y los políticos reaccionarios que pugnaban por la presidencia de la República.
Pensamiento y acción, palabra y hechos, eran consustanciales al quehacer de quien desentrañó las causas de los males que padecía Cuba y las vías para erradicarlos.
Líder forjado en las aulas universitarias, contactó con personas de todas las clases sociales y predicó la Revolución no como un hecho quimérico, sino como un fenómeno palpable por sus transformaciones reales en todos los órdenes y cuyo principal protagonismo correspondía a los desposeídos.
Concebía a la acción revolucionaria para lograr tales fines.
Fue simultáneamente organizador y partícipe de conspiraciones y levantamientos armados en el oriente cubano como parte de un movimiento insurreccional que produjera la caída del régimen de turno y condujera al país por un camino independentista.
Tras el derrocamiento de la dictadura de Machado en agosto de 1933, el joven Guiteras, con 27 años de edad, encabeza el ala izquierda del Gobierno de los 100 días, integrado por civiles y militares. Por entonces ya era un genuino líder de profunda visión política basada en el antimperialismo y orientada hacia el socialismo.
“Seré firme defensor del gobierno, hasta tanto no se convierta en lacayo fiel de Washington”, expresó al asumir la cartera de Gobernación, Guerra y Marina”.
Con su actitud limpia y honesta, promulgó leyes de gran impacto social como el establecimiento de la jornada laboral de ocho horas en los centrales azucareros, el reconocimiento del derecho de todo trabajador a sindicalizarse y la valiente nacionalización de la Compañía Cubana de Electricidad, es decir, el llamado «pulpo eléctrico», propiedad de un monopolio norteamericano, suceso inscripto como una de las páginas más memorables de la historia de Cuba.
La falta de unidad entre las fuerzas revolucionarias y la traición de elementos apoyados por Estados Unidos, malograron aquel régimen heterogéneo, en enero de 1934.
Tony era el paladín de Joven Cuba, organización fundada por él en mayo de ese año y dotada de un programa que, entre otros postulados, planteaba que «para que la ordenación orgánica de Cuba en nación alcance estabilidad, precisa que el Estado cubano se estructure conforme a los postulados del Socialismo (…) al Estado socialista nos acercaremos por sucesivas etapas preparatorias. Fijada la gran meta a la que dirigimos la marcha, el programa debe interpretarse como el trazado de la primera etapa».
Eran tiempos de persecución y clandestinaje. Sin embargo, no declinó el propósito de proseguir la Revolución soñada. Por eso, como muchos otros líderes de su talla, Guiteras después de muerto continuó siendo peligroso.
Sobre tan prematuro holocausto hace 80 años, el escritor, profesor, político y diplomático Raúl Roa García —el Canciller de la dignidad— dijo: “se perdía la figura más empinada, el ánimo mejor templado, la voluntad más indomeñable, el brazo más enérgico y el espíritu más puro del movimiento nacional revolucionario.”