¿Quién dijo que la lluvia iba a detener el desfile? Un río de pueblo desfiló frente a la imagen de José Martí, una multitud que parecía no tener fin, llena de entusiasmo y compromiso con la Revolución, Fidel y Raúl.
Fue un constante fluir de trabajadores de todas las edades y ocupaciones, junto a sus sindicatos, con sus familias, muchos con los hijos sobre sus hombros, como lo hicieron con ellos una vez sus padres, enarbolando banderas, telas, consignas.
Y la lluvia fue vencida por la criollísima conga, que le agregó a la conmemoración esa alegría y originalidad que caracteriza al cubano.
¡Qué mañana, caballeros! ¡Qué gente la nuestra que no se deja vencer por las adversidades, sean climáticas como un chaparrón o el criminal bloqueo impuesto por Estados Unidos que tampoco nos ha detenido aunque sigue igualito y fue condenado masivamente en esta jornada!.
Como siempre hubo muchos hermanos solidarios de otras tierras que marcharon codo con codo con los habaneros o nos saludaron desde la tribuna, y se hizo sentir la solidaridad cubana con la patria de Bolívar, de Chávez, el mejor amigo de Cuba, a los que nunca fallaremos.
Y cuando se escucharon las notas de la Internacional, no hubo final, el entusiasmo siguió vivo, ese que ya dura 56 años y que agresiones y vicisitudes no han podido opacar.
Y cuando el río de pueblo estaba terminando de pasar, un tímido sol asomó, pero ya la multitud no lo necesitaba: ni el cielo encapotado ni el agua mojando las ropas multicolores le pudieron restar ´fervor a la marcha.
Este Primero de Mayo Cuba alzó su voz al mundo, con un mensaje que los hombres y mujeres progresistas de todo el orbe admiran, porque saben que esta pequeña nación es capaz de compartir lo que tiene, diseminar trabajadores de la salud, maestros y otros colaboradores de diversas ramas para ayudar a quien lo necesita y no para invadir ni conquistar. Eso nos diferencia, nos caracteriza y nos convierte en pequeños gigantes. Así somos y lo demostramos este Primero de Mayo, una vez más.
