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Un libro, un parque, una idea

suelta-masiva-de-libros fotoSe podría decir que está dedicado al Día de la Lengua, ese 23 de abril en que —a pesar de que ya se sabe que no fue— se celebran las muertes unísonas de Cervantes y Shakespeare. Se podría decir que se intenta dar forma a un rito; a un culto, con sus ciclos y sus liturgias, que el 6 de abril de 2014 comenzó su última cruzada; pero lo cierto es que estos no son más que pretextos. Lo cierto es que el próximo domingo 26 de abril vuelve la Suelta Masiva de Libros a Cuba.

Un libro, un parque y una idea es todo lo que se necesita para realizar este maravilloso acto que el año pasado prendió agradablemente entre el puñado de usuarios en las redes sociales que supieron de la iniciativa. La premisa es básica: tomar un libro —de los verdaderamente apreciados, de los que quisiéramos que todo el mundo leyera—, despojarse de cualquier egoísmo y soltarlo en algún lugar público para que otro lector interesado lo encuentre.

Aunque la idea original no necesita un lugar específico, sino que toma toda la ciudad —y todo el campo, y toda la selva, y todo el desierto— como escenario, nuevamente los organizadores convocan a quienes deseen participar a reunirse en el parque de H y 21, a partir de las 9:30 de la mañana, y convertirlo en una gran librería gratuita al aire libre. No obstante, esto no es una camisa de fuerza, y si no puede o no desea acudir, puede dejar su libro en donde quiera.

Aunque algunos entienden la Suelta como una especie de trueque, su intención no es esa, sino precisamente contrarrestar la idea del canje, de la cultura como una transacción comercial. Ya se sabe que se necesita de cierto coraje para desprenderse de aquello que nos importa, pero hay una innegable belleza en la anarquía de minimizar el valor monetario de un libro; hay un placer masoquista en alejar de uno —por el simple gusto de alegrar a otros— un objeto que sabemos preciado (ADVERTENCIA: las autoridades sanitarias advierten que estos actos pueden crear adicción y llevarlos a situaciones extremas como donar su ejemplar firmado de Conversación en la catedral a una biblioteca pública. Así que practíquese con moderación, no sea que se nos convierta en un comunista o alguna otra clase de defensor de la libertad).

En fin, que si desea romper con las rutinas y devolverle la vida a ese libro fenomenal que tiene agarrotado en un anaquel, riegue la voz, coménteselo a su vecino cuando vaya a copiar el paquete, haga el cuento en la cola del pan, comparta el anuncio en Revolico. Y si va a ser generoso, séalo con ganas; suelte su libro con alguna dedicatoria a ese extraño que podrá disfrutar de los placeres que la página desconocida esconde.

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