Con la finalidad de “discutir el mejor modo de resolver el problema de la carestía de la vida, y el envío de una delegación a la Convención Pan-Americana de Obreros que se celebrará en la ciudad de México el día 12 de Julio de 1920”, del 14 al 16 de abril de ese año, en el Centro Obrero radicado en Egido No. 2 (Palacio de Villalba), en La Habana, sesionó el Congreso Nacional Obrero.
A la importante cita convocó la Federación de Torcedores de las Provincias de La Habana y Pinar del Río que, reunida en congreso del 17 al 19 de marzo de ese año, solicitó a todas las organizaciones de obreros y empleados del país, escasas y desunidas, el envío de dos delegados por cada gremio o agrupación.
No obstante carecer el proletariado cubano de la organización y conciencia antiimperialista que posteriormente lo caracterizó, al local de Egido No. 2 acudieron 238 delegados, en su gran mayoría de la provincia habanera, 80 de los cuales no pudieron participar por problemas con sus credenciales. A ellos se sumaron representantes de los trabajadores del tabaco de Tampa y Cayo Hueso.
Significativo acontecimiento
El trascendental evento aconteció en un período de acentuación de la penetración económica de Estados Unidos en Cuba, en especial en la industria azucarera, ampliamente incrementada durante el mandato presidencial de Mario García Menocal (1911-1920), en quien el imperio encontró un fiel servidor cuya impopular e ilegal reelección se debió al total apoyo del gobierno estadounidense. Devenido dictador, no solo arremetió contra sus enemigos políticos, sino también contra obreros, campesinos y demás capas populares.
Si bien la Primera Guerra Mundial provocó un alza considerable en los precios del azúcar, con ello el auge de los negocios azucareros, fundamentalmente de 1916 a 1920, la riqueza generada no se reflejó en el pueblo cubano y sí en los bolsillos de no pocos, pues la carestía de la vida se tornó insoportable debido a la especulación y la bolsa negra.
Postura de los delegados
En ese evento, el proletariado cubano proclamó su repudió al sindicalismo amarillo preconizado por el imperialismo, tanto en Estados Unidos como en nuestro continente, y aunque no disponía de información concreta y objetiva acerca de la Revolución de Octubre, patentizó su simpatía y solidaridad hacia el primer país socialista del mundo.
En la sesión final fueron aprobadas las medidas contra la carestía de la vida; la repulsa a la invitación de la Confederación Obrera Pan-Americana (COPA), fundada en 1918, en Laredo, Texas, por iniciativa de la American Federation of Labor , de Estados Unidos; el histórico saludo a la Rusia Soviética, y el nombramiento de una comisión para organizar la Confederación Nacional de Obreros moción propuesta por los tipógrafos habaneros y aprobada en la sesión vespertina del día 15.
Los delegados aprobaron, además, la redacción de un manifiesto dirigido a todos los trabajadores para informarles acerca del Congreso, y otras mociones quedaron pendientes para su consideración en la proyectada Confederación o sindicato, como muchos le llamaban, que resultó ser la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC).
Casi al final, al filo de la medianoche del 16, un teniente Incháustegui, de la policía, acusó a los congresistas de subversivos e ir contra los poderes del Estado, y la causa fue elevada al Tribunal Supremo por el Secretario de Gobernación.
Acerca de ese congreso, en su obra Los congresos obreros en Cuba, Tellería Toca, señaló que “(…) siendo el segundo, en orden cronológico, en Cuba republicana, es el primero en valor político, en contenido clasista, en tónica sindical revolucionaria”.
Fuente consultada: Evelio Tellería Toca: Los congresos obreros en Cuba, Editorial de Arte y Literatura, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973.