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Elogio de Eduardo Galeano

Galeano

¡Qué facilidad la de Eduardo Galeano para dotar de implicaciones contundentes a pequeños acontecimientos cotidianos! En la mañana de este lunes, después de conocer la noticia de su muerte, releí algunas de las hermosas estampas que incluye su Libro de los abrazos. El ejercicio de síntesis es manifiesto, pero cada una de esas pequeñísimas crónicas instaura una verdad poética, una parábola de vida.

Junto con el guatemalteco Augusto Monterroso, Galeano fue uno de los grandes maestros latinoamericanos del pequeño texto literario, ese que difumina sus límites con el periodismo e incluso con el ensayo.

Pero la relación de Galeano con el contexto, su compromiso social, su vocación combativa y disidente… son mucho más resueltos. Para Eduardo Galeano la literatura fue siempre más que regodeo personal. Fue arma de lucha, y perdonen la beligerancia de la frase.

Es que estamos hablando de un intelectual persuadido del inmenso valor de las ideas, en tiempos de desmemoria y adormecimiento.

Ya se sabe que a golpe de artículos y poemas no se gana una guerra. ¿Pero quién puede dudar del influjo de la literatura en los movimientos sociales, en los procesos políticos, en el debate público?

Galeano bebió de la riquísima tradición ensayística latinoamericana, pero él mismo estableció claras marcas de autor.

Sus textos eran diáfanos, de una sencillez incontestable. Partía siempre de hechos irrebatibles y construía su armazón ideológica con argumentos claros, sustentados en un análisis detenido de los contextos, de las causas y las consecuencias de los fenómenos políticos, sociales y culturales.

Galeano era un polemista entusiasta, temible para sus adversarios.

Bastaría solo una obra para incluirlo entre los clásicos de la literatura política universal: Las venas abiertas de la América Latina, un ensayo meridiano, que con altísima eficiencia estilística, pone el dedo en las muchas llagas de este continente nuestro. Una lectura imprescindible, de absoluta contemporaneidad.

Luchador contra todas las tiranías, Eduardo Galeano seguía alzando su voz contra las políticas neoliberales que asolan a la región y al mundo, la labor anticultural de muchos esquemas de consumo, el peso hegemónico de los imperios contemporáneos, la virulencia de las nuevas guerras, que tantas veces tienen causas económicas.

Fue un gran amigo de la Revolución Cubana, y no desde la complacencia y la contemplación. No dudó, incluso, en polemizar, en expresar su desacuerdo con algunas peripecias de este devenir político. Pero su fidelidad estuvo siempre fuera de cualquier duda.

Su pérdida es nuestra pérdida. Afortunadamente, ese legado inmenso seguirá alumbrando un camino.

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