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Ataque aéreo a Ciudad Libertad: Remembranzas de un artillero

“Aún era muy joven para morir”, pensó Carlos Cañizares Álvarez. | foto: César A. Rodríguez
“Aún era muy joven para morir”, pensó Carlos Cañizares Álvarez. | foto: César A. Rodríguez

 

Pasadas las tres de la mañana del 15 de abril de 1961, luego de avisar a los artilleros, situados en la pista de Ciudad Libertad, la orientación de permanecer alertas pues se esperaba un ataque en cualquier momento, Carlos Cañizares Álvarez se retiró a descansar.

A las seis, un ruido ensordecedor lo hizo levantarse y al asomarse a la ventana que da a la calle 19, vio que un avión se les venía encima. Disparó contra él las más de 40 balas del cargador de su fusil, tras lo cual se unió al comandante Universo Sánchez y el primer teniente Eduardo Milanés Santiesteban, quienes desde los bajos del edificio repelían la agresión, y se ocupó en rellenarles los cargadores circulares de sus respectivas armas.

Preparación militar

Desde hacía varios años Cañizares Álvarez residía en La Habana, procedente de su natal Nuevitas, donde desde temprana edad se desempeñó como tintorero, bodeguero y en cuanto trabajo le permitía ganarse la vida honradamente. Después del triunfo de la Revolución se dedicó a servirle, de modo que fue de los primeros en integrar las Milicias Nacionales Revolucionarias.

Estuvo entre los mayores de 20 años seleccionados para formarse como artillero de los cañones antiaéreos CAAD 30,30, comúnmente conocidos como “cuatro bocas”, en Ciudad Libertad, donde al formarse los pelotones lo nombraron jefe de uno de ellos, al cual perteneció también Eduardo García Delgado, el joven que, herido de muerte, escribió con su sangre el nombre de Fidel.

Al crearse las baterías, designaron a Cañizares chofer de una de las piezas.

“Para la defensa de Ciudad Libertad formamos ocho baterías, en total 24 piezas distribuidas circularmente en la pista, de manera que pudiéramos tirar por donde quiera que nos atacaran”, afirma.

El ataque

El 15 de abril de 1961 nueve aviones Douglas B-26 Invader, con las insignias de la Fuerza Aérea Revolucionaria (FAR) y la bandera cubana pintada en las colas y fuselajes, partieron de Happy Valley, en Puerto Cabezas, Nicaragua. Ocho de ellos, en tres escuadrillas, se dirigieron a Cuba para atacar los objetivos siguientes: la Gorila (dos naves), el aeropuerto de Santiago de Cuba; la Linda (3), la base aérea de San Antonio de los Baños, y la Puma (3), la jefatura de la FAR y la pista de Ciudad Libertad, los dos últimos en La Habana.

El noveno aterrizaría mientras tanto en Miami, con el propósito de hacer creer que los ataques a las instalaciones aéreas cubanas eran obra de pilotos desertores de las FAR.

Así se inició la Operación Pluto, invasión mercenaria organizada y financiada por el Gobierno de Estados Unidos.

¿Qué sintió ante el ataque?

 Pensé tantas cosas… Aún era muy joven para morir y me sentí un poco acobardado. Esa es la verdad, pues era la primera vez que estaba en una situación como esa, pero disparé desde el primer momento. Las palmas caían al suelo, e incluso una lo hizo sobre un yipi y lo desbarató. Posteriormente, Fidel dijo que uno de los aviones había caído al mar, en las cercanías de Monte Barreto o el Náutico.

Terminado el ataque, de unos 15 o 18 minutos, Milanés me ordenó coger la pipa e ir a apagar con otros compañeros una rastra cargada de municiones que estaba ardiendo. Después trasladé algunos heridos hacia el hospital militar.

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