A pesar de las crisis fundamentalmente ocasionadas por el bloqueo yanqui en ese sector tan sensible, gracias a los ilimitados esfuerzos del sistema de salud pública existente en Cuba, muchos pacientes, en su mayoría procedentes de pobres estratos sociales, han podido sonreírle de nuevo a la vida mediante los beneficios gratuitos de los programas de implantología oral que se realizan desde hace ya algunos años en la Escuela de Estomatología de la Universidad de La Habana (EEULH), con la cooperación, entre otras entidades foráneas, a la Academia Italiana de Implanto Prótesis (AIIP), de la que su vicepresidente, el Doctor Franco Bengazi, se ha convertido en figura imprescindible en la recurrente asistencia de esa institución en la formación de dentistas cirujanos de Cuba, especializados en este tema.
Tuve la oportunidad de conocer a Bengazi a través de mi médico protesista de la EEULH, la doctora Clara Sánchez, quien me incluyó en uno de los numerosos grupos de pacientes que varias veces al año rehabilitan su dentadura a través de la acción del grupo de implantólogos italianos, aunque hay que reconocer que este servicio ya se presta por médicos cubanos, con extraordinaria calidad, tanto en ese centro docente como en otras instituciones de diversos territorios del archipiélago.
Disciplina, exigencia y respeto, son tres de las características que identifican al prestigioso y experimentado directivo de la AIIP, quien viajó a la capital en enero último acompañado por el Doctor Tomaso Mainetti, miembro de la Comisión de aceptación de socios de la mencionada academia. Ambos fungieron como tutores de una decena de especialistas de su país que vinieron a La Habana a ofrecer lo mejor de su desempeño profesional.
Tras la rigurosa labor de la doctora Clara durante varios meses, que incluyó la exploración, análisis de modelos con localizadores, estudio radiológico y la relación entre las exodoncias, entre otros, mi caso, como el de un grupo numeroso de personas, fue remitido al doctor Franco, quien como cirujano hizo las conclusiones definitivas, favorables o no, para la instalación de los implantes; pues el galeno italiano es muy riguroso en cuanto a la atención a todo cuanto pueda poner en riesgo la vida del paciente y la calidad de sus implantes, tales como: buen estado de salud, hueso adecuado, higiene bucal, además de otras cuestiones relacionadas con la evaluación de los tejidos blandos y duros existentes en el área que será objeto de operatoria.
Pasados tres meses, se considera prácticamente exitosa la realización de los implantes fijos —también existen los removibles—, etapa en la que casi se puede —los cuidados de estas cirugías son de por vida— respirarse con alivio, pues se restituyen totalmente las funciones masticatorias, estéticas, fonéticas y psicológicas.
Bajo la tutela de Franco Bengazi, quien ha impartido memorables conferencias sobre este tema en diversas universidades, incluyendo la EEULH, tuve la gran suerte de ser intervenido quirúrgicamente por dos jóvenes italianos muy conscientes en su trabajo, el cual asumieron de forma minuciosa, cuidando cada detalla que posibilitara felizmente dejar atrás muchos años de angustia personal por la imposibilidad de soportar la prótesis removible que antes usaba.
Estos simpáticos y cariñosos cirujanos dentistas fueron los doctores Claudio Bozzoli y Gianluca Genocchio, cuyo desempeño estuvo a la altura de los más reconocidos implantólogos del mundo, ya que debido a severas irregularidades con mi sistema óseo bucal y con los tejidos del área a implantar (tras posextracciones), durante más de tres horas de intervención quirúrgica tuvieron que ejercer prácticamente todo lo aprendido por ellos en sus años de entrenamiento médico. A su lado siempre estuvo la extrema sabiduría de Franco.
Al tercer día de mi operación, fui rehabilitado con mis dientes nuevos, los que ofrecen la sensación de disponer, desde la raíz, de una nueva dentadura natural. Junto a los cirujanos disfruté del éxito y de la llegada de un sueño que parecía muy lejano.
Desde un inicio, tras haber sido operado, a pesar de mi diabetes y de mi latoso hábito de fumar —dos grandes riesgos para la implantología dental—, estaba seguro de que mi intervención sería un gran triunfo por la vida, por la salud, por mi bienestar físico y psicológico. Esa sensación me llegó tras la encomiable y difícil entrega médica de los amables doctores Franco Bengazi, Claudio Bozzoli y Gianluca Genocchio, tres extraordinarios hombres venidos a este mundo a permitir que sus semejantes, con tales afecciones debidas a diversas causas, puedan volver a sonreír y amar la vida. El resto de los cirujanos italianos que viajaron a Cuba bajo la tutoría de Franco y Tomaso fueron los doctores: Matteo Olivetti, Gianluca Plovami, Matteo Iaria, Roberto Duima, Erico Albamese, Giusewppe Chiodera y Luca Tacemimi.
Para que se tenga una idea, en Europa un implante dental fijo puede costar entre 500 y 900 Euros, de la misma manera que un trasplante de pulmón alcanza la cifra de 135 mil Euros; un hígado, 130 mil; un riñón, 39 mil; un corazón, 125 mil; un intestino, 100 mil…según datos de la Organización Nacional de Trasplantes, de España, entidad que asegura que ese valor es entre ocho y diez veces inferior al de Estados Unidos, donde un trasplante de corazón puede costar cerca de un millón de dólares (759 mil 649 Euros) y el de riñón 204 mil 817 Euros, por solo citar dos ejemplos. En Cuba, gracias al Socialismo, todas estas intervenciones quirúrgicas son totalmente gratuitas y sin distingos de razas ni credos, ni status político, económico o social.