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¿Se ahoga la escuela de canotaje?

A pesar de los problemas técnicos los muchachos de la escuela de canotaje practican todo el tiempo que pueden para mejorar resultados. Fotos: Leandro Armando Pérez Pérez
A pesar de los problemas técnicos los muchachos de la escuela de canotaje practican todo el tiempo que pueden para mejorar resultados. Fotos: Leandro Armando Pérez Pérez

El reloj marca las cinco de la mañana. Un silencio casi total reina en toda la costa del municipio camagüeyano de Santa Cruz del Sur. Y cerca de 12 niños, de 13 a 15 años, caminan hacia el mar. Parte del sueño se ha mitigado, por lo que no lo piensan mucho y se lanzan al agua con sus canoas y kayaks. Hoy, como casi todos los días, deberán recorrer cerca de 40 o 50 kilómetros.

Así comienzan las jornadas de prácticas de los 25 muchachos que cursan estudios en la Academia de Canotaje, una de las tres escuelas de deportes náuticos de la provincia agramontina.

Estos niños ya conocen cada rincón de la costa sureña. Ellos quieren ser “grandes y buenos” en sus modalidades deportivas; quieren ser como Ibrahím Rojas Blanco, subcampeón olímpico, monarca mundial y campeón panamericano; o Karel Aguilar Chacón, subtitular mundial, oro panamericano y centroamericano, algunos de los atletas formados en esas aguas.

Caída de un título

Gracias a El Garza los botes de la instalación deportiva superan el tiempo de vida unas cuatro o cinco veces

Según la tradición, esta institución es fuente de grandes deportistas en la canoa y el kayak; sin embargo, desde hace algún tiempo, el calificativo de escuela de campeones se ha perdido. ¿Será acaso que a la juventud ya no le interesa este deporte?

Con un simple vistazo se reconoce que el desinterés por practicarlo no parece ser la afección, pues varios de estos alumnos, aun ante la traba de gastar dinero propio para recibir la enseñanza correspondiente, mantienen la mente puesta en el agua y en el deporte.

Hasta la enseñanza preuniversitaria pueden entrenar y recibir las clases en la misma institución. Pero como no les está permitido adoptar la modalidad de Escuela de Profesores de Educación Física (Epef), que combinaría las prácticas y la docencia, los chicos se trasladan a la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE), en la capital provincial —alrededor de 80 kilómetros—, para recibir las clases de ese nivel.

Esta situación a todas luces molesta, pero, por suerte, no les resta deseos de practicar. No obstante, las condiciones constructivas de la instalación deportiva y la falta de implementos en óptimas condiciones bien podrían quitar el gusto por el agua.

Los botes con los cuales practican y compiten tienen más de 20 años, y “todavía se les da mucho uso porque el entrenamiento comienza bien temprano y se extiende hasta la tarde. La mayoría se mantiene gracias a que tienen un tanque de resina encima, pero todo tiene un límite”, explicó Hanoi Hernández, jefe de cátedra.

Un litro de resina, compuesto sintético, cuesta cerca de 100 pesos y por tal de que los botes sobrepasen los cinco años de vida útil, padres y profesores se las ingenian para conseguir ese producto que los ayuda un poco.

Con tela Robinson y resina, Alejandro Cárdenas Santiesteban, conocido como El Garza, fabrica los más diversos componentes de las embarcaciones. Y en los más de 12 años que lleva allí, sabe que su trabajo es importante porque “lo mismo  arreglamos el bote completo que le ponemos nuevos puntos de apoyo, remos o asientos”, elementos imprescindibles para que salgan al mar.

¿Y los equipos nuevos?  Siguen entrando al país, pero la comisión nacional de canotaje adoptó un sistema de distribución que no los beneficiará en mucho tiempo, pues el occidente recoge gran parte de ellos, lo que les permite tener mejores resultados, como dice Juan Ramón Martínez Villafaña, administrador del local.

“Los que llegan se les dan a los que quedan primeros, sin tener en cuenta que un mal resultado muchas veces se debe a la mala calidad de los implementos. Cualquier bote de estos te representa cinco segundos o más de desventaja con respecto a los otros modernos, hechos con fibra de vidrio. Es una situación que todos cuestionan, pero que se mantiene y afecta”, señaló William Flores Pérez, jefe de departamento.

Y mientras tanto esperan. Entrenan con lo que tienen y se preparan para este año emplear los 30 mil pesos que les asignaron en la reparación del centro. Utilizan las tuberías resueltas con el INDER y la EIDE para arreglar los problemas con el agua en los baños.

Y ven alejarse un poco el sueño de instalar allí una institución de alcance regional que, quizás, los ayudaría a la hora de repartir recursos que apuntalan resultados.

 

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