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Rosario en el punto ciego

Foto: Del autor.
Foto: Del autor.

Ya se sabe: Rosario Cárdenas no le teme al riesgo. La compañía que ella dirige y lleva su nombre presentó en la capitalina sala Hubert de Blanck su más reciente creación: Punto ciego, otra inquietante zambullida en ámbitos que no siempre queremos apreciar… pero que están allí, para bien y para mal.

Los cinco bailarines del elenco protagonizan una sucesión de acciones más o menos lógicas, en las que son perfectamente reconocibles actitudes de cualquier hijo de vecino, pero que así representadas, con tan evidente carga epatante, pudieran resultar hasta espinosas para la sensibilidad de un público común y corriente.

Lo singular es que lo que nos puede chocar en escena, lo solemos pasar por alto en la vida cotidiana.

Rosario parte de la paradoja del punto ciego (por rejuegos ópticos, dejamos de ver en algún momento objetos que salen de nuestra perspectiva, aunque técnicamente los tengamos delante de nosotros) para darle basamento a un discurso abigarrado, de fuerte carga social.

No hay belleza por la belleza: el entramado llega a ser arduo. Sin embargo, la fuerza de algunas imágenes puede sacudir. La vocación simbólica es evidente, pero la metáfora llega a desdibujar sus contornos. El lirismo del planteamiento no se prodiga: es cuestión de esencias.

Cada obra de Rosario Cárdenas (particularmente sus últimas creaciones, empeños de amplio espectro disciplinario) tiende lazos a una visualidad “performática”. Algunos espectadores pudieran creer que más que de danza están siendo testigos de un acontecimiento de la plástica. En realidad, todo sobre escena tributa a un impulso poético: el mundo de la creadora es pródigo en imágenes sugerentes y turbadoras.

Y la poesía existe, más allá de una funcionalidad a ultranza.

Aplausos para los bailarines (que también son creadores, en la concepción de tantos espectáculos de Rosario); su compromiso y capacidad interpretativa son incuestionables. Otro aplauso para la música de Lucía Huergo, de un minimalismo por momentos hechizante y que crea una atmósfera, perfectamente coherente con la gestualidad de los cuerpos.

El Colectivo Isla Mapeada en Grupo utiliza una nueva técnica de proyección de imágenes, muy efectiva en momentos cruciales de la coreografía.

Punto ciego nunca aburre: hay peripecia y contraste. Quizás no tenga el vuelo seductor de otras piezas de Rosario, quizás no marque relevantes improntas. Pero es ejercicio franco y penetrante. Y Rosario Cárdenas nunca ha vivido de antiguas glorias…

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