A Erislandi Savón Cotilla (Guantánamo, 1990) no le motivaba el deporte durante su niñez. Disfrutaba, apenas, las peleas de su primo hermano Félix Savón y aquellas que la televisión retransmitía del legendario Teófilo Stevenson. Por su fortaleza y gran estatura le hicieron pruebas para baloncesto, fútbol y boxeo, las cuales aprobó siempre sin mayores dificultades. Sin embargo, deseaba estudiar en el preuniversitario atraído por una novia del momento.
Su padre no lo “quería en la calle” e hizo todo lo posible porque se dedicara al deporte. Llegó a decir que si era boxeador, mejor, “para que los golpes le hicieran reflexionar sobre el rumbo que daría a su vida”. Por esa vía ingresó a la Eide Rafael Freyre y se convirtió en discípulo del profesor Tony Laudinot.
En las competencias pioneriles obtuvo reiteradas victorias, varias de ellas sin pelear, a causa quizás del temor que generaba su famoso apellido. Luego, en el trayecto de escolar a juvenil, sobrevinieron años de cierta angustia, pues se imponía en copas y topes, pero perdía los campeonatos nacionales. La decepción casi lo llevó a colgar los guantes, mas su guía lo devolvió una y otra vez al ring.
Entonces entendió que si aspiraba a ser un pugilista de calidad debía dedicarse por entero a su entrenamiento. Trabajó fuerte día por día hasta conseguir la promoción a la Espa Nacional, un centro donde cambió no solo su boxeo, sino su vida en general.
“Era muy escurridizo sobre el cuadrilátero, peleaba desde atrás y corriendo. La gente decía que tenía miedo y dudaban que pudiera llegar al máximo nivel. El gran Félix me visitó varias veces, ofreció sus experiencias e hicimos guantes juntos. También me ayudaron los sistemáticos encuentros con rivales europeos que visitaban la escuela, sobre todo rusos”, narra el espigado fajador.
Así transitó hacia su primera gran victoria internacional, el título mundial juvenil de Guadalajara 2008 en los 91 kg. Aquel triunfo se fraguó entre guapería y decisión, pues el guantanamero pesaba si acaso 82 kg. La satisfacción por el logro lo afianzó en su carrera y le catapultó a la Escuela Nacional Holbein Quesada.
“Empecé como quinto hombre de los 91 kg. Por delante estaban varias figuras experimentadas. Fue un momento difícil, ya que me lesioné de las manos y existían demasiados retos para escalar a la cima. Otra vez pensé en irme a casa, pero los técnicos insistieron en que siguiera adelante”, reconoce.
Paso a paso llegó a ser el segundo púgil de su división y pidió retar al titular de aquel momento, Osmay Acosta, lo cual le fue negado. Aquel “cubo de agua fría” volvió a deprimirle y hasta recogió sus matules. Entonces le pidieron una nueva tregua que acabó con la propuesta de subir a la categoría supercompleta.
Desde el inicio el gran obstáculo fue su falta de libras, pues con 88 u 89 kilos debía medirse a mastodontes cercanos a los 100 kg. “Tenía ansiedad de victorias y eso me llevó a cometer errores. Creí ser un superhéroe, sabía que Teófilo triunfó muchas veces contra hombres más pesados y yo quería hacer lo mismo. Sin embargo, los rivales principales me vencían por falta de estrategias”, dijo.
Las derrotas en los mundiales del 2011 y 2013, y la de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 confirmaron sus pocas posibilidades de desarrollo en la mayor de las categorías. No obstante, Savón siente que fue perjudicado por los jueces durante su debut en suelo inglés, frente al local y a la postre campeón Anthony Joshua.
Tales tropiezos animaron a que los técnicos lo devolvieran a los 91 kg, decisión a partir de la cual ha sido imbatible. “Me siento cómodo, puedo entrenar fuerte cada día y hago perfectamente la división”, celebra en claro contraste con su complicada situación anterior.
Sobre la participación en la Serie Mundial de la AIBA, destacó la oportunidad de “ser conocido y admirado por el público, de poder competir con sistematicidad, foguearme y conocer a los oponentes fundamentales que tendré delante en este ciclo”.
Savón pondera sus avances actuales, ha ganado en maestría y sostiene que la pegada siempre estuvo, pero antes no se veía tanto. Disfruta ganar antes del límite porque sus admiradores se divierten. Se cataloga como un púgil capaz de fajarse en las tres distancias (corta, media y larga) y de llevar adelante sus estrategias frente a cualquier rival.
Para despejar sus aspiraciones futuras, el gigante del Guaso expresó que “el mejor crucero del mundo soy yo”, una idea que deja claras sus intenciones de reinar este año en los Panamericanos de Toronto, el Mundial de Qatar y el ranking de la V Serie Mundial; para el 2016 tiene en mente la corona olímpica en Río de Janeiro.