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Jorge Luis Acanda: Hablamos de reestructurar la hegemonía en Cuba

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Foto referencial tomada de Cubahora.cu

Por: Milena Recio*

Es para muchos el más gramsciano de nuestros filósofos, o el más filósofo de nuestros gramscianos. En 1997 cuando le pedí que conversáramos sobre sociedad civil, Gramsci estaba resucitando en Cuba. Volvían a leerse los Cuadernos de la Cárcel y aquella reflexión contenida en la carta a Tatiana Schucht, del 7 de octubre de 1931 en la que el gran italiano establecía el vínculo entre la sociedad civil y la creación de hegemonía: 

«(…) yo amplío mucho la noción de intelectual, y no me limito a la noción corriente, que se refiere a los grandes intelectuales. Ese estudio me lleva también a ciertas determinaciones del concepto de Estado, que generalmente se entiende como sociedad política (o dictadura, o aparato coactivo para configurar la masa popular según el tipo de producción y la economía de un momento dado), y no como un equilibrio de la sociedad política con la sociedad civil (o hegemonía de un grupo social sobre la entera sociedad nacional, ejercida a través de las organizaciones que suelen considerarse privadas, como la iglesia, los sindicatos, las escuelas, etc.), y los intelectuales operan especialmente en la sociedad civil.»

Según el testimonio de Acanda, profesor de Filosofía de la Universidad de La Habana, el ámbito filosófico en los 90 en Cuba «comenzaba a desprenderse del paradigma konstantinoviano y empezaron a ser consultados autores que hasta ese momento no se leían, no solo porque fueran autores malditos, sino porque no formaban parte del acervo, de la cultura filosófica habitual entre nosotros».

Milena Recio: Hace muy poco me definieron la sociedad civil como todo lo que está entre la familia y el Estado…

Jorge Luis Acanda: Hay un tipo de pensamiento que divide la sociedad en partes muy bien delimitadas unas de otras. Eso es muy común; y el pensamiento liberal reproduce ese esquema desde el siglo XVII, cuando surge el término de sociedad civil. En ese razonamiento predomina el criterio de que la sociedad se compone de cosas, y que entre ellas hay que buscar el espacio que ocupa la sociedad civil, como algo que está entre el individuo y el Estado… Pero todas estas definiciones se dan por exclusión. Gramsci parte de una concepción mucho más rica que es la de interpenetración de los fenómenos sociales y la polivalencia de estos. Gramsci no contrapone Estado y sociedad civil. El tiene una concepción del Estado mucho más amplia. Normalmente se confunde al Estado con los órganos de gobierno, con los órganos represivos; pero existe una visión más amplia de la dominación, que identifica al Estado no como el conjunto de los instrumentos represivos, sino que ven en él a todos los instrumentos —ya sean institucionales, materiales o no— que sirven para legitimar un orden social. En esta línea, la política es todo lo que se hace para lograr la legitimación o deslegitimación de ese orden social. La sociedad civil nunca está fuera de lo político, de la misma manera que la sociedad política no se agota en el Estado.

M. R.: ¿Cree que esa concepción se haya extendido en la reflexión sobre sociedad civil en Cuba?

J. L. A.: Desgraciadamente, hoy en Cuba, para muchos marxistas el concepto llegó como llega un meteorito: algo que de buenas a primeras te golpea y tú lo asumes o no. Y en Cuba ha habido dos respuestas muy características: una es no asumirlo y decir que ese concepto no es marxista y que además no tiene cabida en Cuba como fenómeno social; y la otra es de quienes sí lo aceptan, pero no son capaces de asumirlo críticamente, y darle la interpretación que en el marxismo debe tener. Así es como reproducen el esquema liberal.

M. R.: Usted ha reflexionado en otras ocasiones respecto al papel del mercado en las relaciones de la sociedad civil con el Estado…

J. L. A.: El concepto de sociedad civil nace como una estilización, como una idealización de lo que son las relaciones de mercado, tal como el pensamiento liberal las percibe, las imagina. Es decir, las relaciones de mercado suceden, aparentemente, entre iguales; son espontáneas; entre propietarios iguales que libremente contratan. En las relaciones económicas, el hombre está produciendo, interiorizando, determinadas normas, principios, valores, imágenes.

M. R.: Que siempre tienen alguna expresión política.

J. L. A.: En la medida en que siempre legitiman o no una relación social de dominación: la hegemonía de la clase en el poder. Desde ese punto de vista, en la familia también existen relaciones políticas, en tanto se reafirma en sus integrantes el carácter legítimo de sus jerarquías, de la dominación; en tanto se prepara al individuo para que acepte estas realidades a nivel social. Y volvemos a Gramsci, porque se trata aquí de lo que él denomina el sentido común.

M. R.: En la discusión liberal sobre el tema, lo que ha predominado, como usted decía, es la tendencia a potenciar el mercado como el ámbito fundamental donde se producen las relaciones ideales de esa sociedad civil. Sin embargo, en la coyuntura actual, en la discusión nuestra desde el socialismo, no parece ser el mercado el eje de este debate, sino más bien las relaciones puramente políticas, quizás porque se necesita saber cómo hacerles frente a las agresiones que se dirigen, en ese plano, contra nuestro sistema.

J. L. A.: Lo común entre el enfoque liberal y el marxista, es que siempre que se habla de sociedad civil, se está queriendo reflexionar en torno al Estado. Lo que no querían los liberales en el siglo XVII era intrusiones del Estado en su espacio de mercado. Querían que dejaran de predominar las razones de Estado sobre las del mercado. ¿Cuándo vuelve a nacer la preocupación? Ahora, porque hay una crisis del Estado que se da tanto en el capitalismo como en el socialismo.

M. R.: Algunos piensan que en socialismo, en la actual coyuntura de desventaja, lo único que puede hacer el Estado es ser cada vez más fuerte para que el sistema pueda sobrevivir.

J. L. A.: Yo creo que en lo que queda de socialismo —en Cuba sobre todo, porque no creo que en China se discuta mucho de eso— lo que está claro es la necesidad de un redimensionamiento, una reformulación del Estado y de sus funciones. Del Estado en su sentido más amplio, porque cuando uno empieza a hablar de eso en Cuba, es urticante; la gente piensa que el Estado es el Partido y Fidel Castro, y en realidad el Estado es mucho más. Lo que estoy diciendo no quiere decir que haya que cambiar la Constitución ni mucho menos; sino comprender esta necesidad de redimensionamiento, de reformulación, viéndolo como el mismo proceso en que el Estado cubano ha venido reacomodándose en determinadas funciones. En estos momentos, por ejemplo, se ha hecho muy evidente que si se quiere seguir construyendo el socialismo, hay que hacerlo dándoles mucho más peso a las relaciones de mercado. Entonces, también es evidente que se trata de una recomposición de toda la concepción del socialismo, y por lo tanto, una recomposición del papel y las funciones del Estado. Porque el Estado es precisamente todo el conjunto de aparatos e instituciones que legitiman una hegemonía. ¿Cómo se va a interpretar esto? ¿Qué transformaciones va a sufrir el Estado —porque el Estado socialista también está en crisis, sin que demonicemos la palabra crisis? Gramsci vio que el Estado burgués había entrado en crisis a partir de 1870, sobre todo después de la Comuna de París, y analizó cómo aquel Estado coadyuvó a la recomposición de la hegemonía que la burguesía europea necesitaba realizar. Él habla de una difusión molecular del Estado en la sociedad civil, de que el Estado se filtra por los poros de la sociedad civil, y de cómo todo un conjunto de instituciones que parecían ser privadas, se tornan públicas, comienzan a cumplir funciones de reproducción de aquella hegemonía, como pudo ser la escuela, la Iglesia, la prensa.
Una de las cosas que nosotros debemos pensar —y me parece que esa es la discusión— es cómo el Estado comienza a penetrar por los poros de la sociedad civil, conservando esta su cualidad, no como aparato de gobierno. Pensar las características que tienen que tener en Cuba los medios de difusión masiva, la escuela, las universidades en las circunstancias actuales, es pensar la sociedad civil y el Estado. Esto significa admitir que existe una hegemonía que debe ser reformulada para que no se pierda, para que la hegemonía socialista siga existiendo, para que la hegemonía del bloque histórico, de aquellos grupos interesados en un tránsito hacia el comunismo, siga existiendo. Y por eso la discusión no es en torno al mercado… Es decir, desde el punto de vista del marxismo, o de alguien que se considere socialista, la solución al problema no está en asumir el mercado como punto central. El pensamiento liberal expresa lo contrario claramente: no puede haber sociedad civil mientras el mercado no se constituya en el eje que organiza todas las formas de la vida social, política, cultural, todo.

M. R.: Hay una relación un poco difusa entre tres conceptos que al parecer tienen conexiones: pueblo, masa y sociedad civil…

J. L. A.: Pueblo y masa no sé, porque no he pensado mucho en eso. Pero hay que tener claro que cuando hablamos de sociedad civil no nos referimos a personas individuales, porque al fin y al cabo, en cualquier proceso social están las personas: en el Estado, en el mercado. Creo que, por eso, el problema no está en identificar sociedad civil con pueblo, porque entonces la sociedad civil termina siendo la sociedad, o la otra variante: que se identifique sociedad civil con todo lo que no es el Estado.

La sociedad civil es un conjunto de relaciones, en forma de instituciones o no: la familia es una institución, pero la cultura no lo es. Cultura no es lo mismo que sociedad civil, pero su campo de actuación está dentro de la sociedad civil, porque la sociedad civil es un campo de despliegue de actividades. Entonces, ahí está el pueblo y lo que no es el pueblo; y si consideramos el pueblo como los explotados, los oprimidos, dónde quedan los explotadores: ambos están dentro de la sociedad civil, porque esta no tiene una sola dimensión política. La sociedad civil ni refuerza al Estado solamente, ni desafía solo al Estado: es ambas cosas. En la sociedad civil hay estructuras, valores, conceptos que legitiman la hegemonía que existe, o que la desafían. Y en la sociedad civil cubana, también. La sociedad civil cubana es la película del sábado, no es solo el Centro Félix Varela, o el Centro Martin Luther King, Jr., o la Iglesia católica. Es también el ICRT, que difunde mensajes televisivos con un contenido ideológico que no se corresponde plenamente con nuestro proyecto.

M. R.: La sociedad civil cubana también se expresa en una marcha por el 1º de Mayo…

J. L. A.: También, cómo no. No hay una diferencia entre sociedad civil y sociedad política, a partir de la cual lo que no tenga una connotación política no está en la sociedad civil. El Partido Comunista de Cuba está dentro de la sociedad civil, no como partido político, sino como estructura que crea y difunde valores, principios, normas. Entonces, fortalecer la sociedad civil no sería —como piensan algunos que creen que la sociedad civil es todo lo que no es el Estado— debilitar al Partido o debilitar al gobierno.

M. R.: ¿Está de acuerdo con hablar de sociedad civil socialista?

J. L. A.: Claro. Es que no puede haber un modelo social sin sociedad civil.

M. R.: ¿De dónde cree usted que ha partido la motivación fundamental para que se discuta en Cuba sobre sociedad civil? ¿Cree que se trate de necesidades propias o de la imposición de paradigmas o de modas foráneas?

J. L. A.: Yo pienso que si la discusión ha calado más profundo no se debe solo a esa influencia exógena, por imitación o porque el enemigo nos imponga algo, sino porque realmente se está discutiendo un tema que tiene que ver con lo que está sucediendo en Cuba, que es la rearticulación de la hegemonía, y cómo hacerlo, teniendo en cuenta que la hegemonía no se rearticula de una vez y para siempre. Porque esa también fue una idea equivocada de marxistas entre comillas: creyeron que se logra un modelo social y que es para siempre. Una de las cosas más importantes que aprendió Gramsci de la burguesía es cómo ella llega a reestructurar constantemente su hegemonía, lo que le ha permitido la supervivencia. En el socialismo real ocurrió lo contrario, se perdió la hegemonía, la propia clase dirigente —no estoy hablando de los obreros—, no logró reestructurar la hegemonía, ni el bloque histórico.

En Cuba es esa la discusión. ¿Cuál es el problema, mantener el modelo o transformarlo? Pero, transformarlo —hay gente que le tiene miedo a la palabra— no quiere decir salirse del socialismo. La discusión tiene sentido en Cuba porque estamos viviendo todos la reestructuración del bloque histórico, en condiciones en que se ha impuesto la necesidad de aceptar relaciones más amplias de mercado, inversiones extranjeras, y se impone la necesidad de crear nuevos sujetos económicos, los cuentapropistas, por ejemplo. ¿Cuál es el efecto que eso tiene a nivel social? Eso no se puede quedar solo en el campo de lo económico. ¿Cómo todo eso que está transformando el bloque histórico, determina en la hegemonía? Gramsci decía que para lograr reestructurar la hegemonía había que observar y comprender los procesos que estaban haciendo variar al bloque histórico y después tratar de saber cómo esos cambios podían ser aprovechados positivamente en función de reestructurar la hegemonía.

*Esta entrevista fue realizada como parte de la tesis de licenciatura en Comunicación Social de la Máster Milena Recio, Sociedad civil en los 90: El debate cubano, defendida en la Universidad de La Habana en 1997. La autora incluyó fragmentos que fueron publicados como parte del «debate provocado» sobre sociedad civil que acogió la revista Temas. Ver en: Milena Recio, et.al. “Sociedad civil en los 90: El debate cubano”, Temas, nos. 16-17, 1998-1999.

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