La posibilidad de destrucción del mundo por el estallido de una guerra nuclear es cada vez mayor. Más de la mitad de su población vive en países que poseen armamento nuclear o forman parte de alianzas militares. Según la Federación de Científicos Estadounidenses, este año la humanidad se encuentra a pocos minutos de una conflagración de grandes magnitudes.
De detonar solo el 1 % del arsenal nuclear del planeta morirían casi instantáneamente 20 millones de personas y sería suficiente para sumirnos en una noche glacial que durará años; sin embargo, en el 2014 se contabilizaron 16 mil 300 cabezas nucleares, de ellas varios miles listas para su lanzamiento.
Con el desarrollo de la ciencia ha surgido otro proyecto no menos aniquilador: las armas hipersónicas, diseñadas para atacar desde el espacio objetivos en cualquier lugar de la Tierra en los 30 minutos siguientes a la toma de la decisión. Al respecto, en septiembre del 2014, el viceministro ruso de Defensa, Yuri Borísov, declaró que ante el programa estadounidense denominado Ataque Global Rápido (PGS por sus siglas en inglés), su país se veía obligado a construir sistemas de respuesta.
Estudiosos del tema apuntan que antes de la Segunda Guerra Mundial los gastos militares en todo el mundo se estimaron en unos 48 mil millones de dólares. En el 2012, ese indicador representó el 2,5 % del PIB mundial, y en el 2013 la cifra correspondió a 1,75 millones de millones de dólares.
Hace dos años el presidente estadounidense Barack Obama anunció la intención de reducir en un tercio las armas nucleares. Moscú también declaró su disposición a negociar una nueva disminución si Estados Unidos tiene en cuenta su escudo antimisiles en Europa, desplegado a lo largo de la frontera rusa. En el 2010, ambos países firmaron el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (Start – 3) que obliga a llevar sus arsenales hasta las mil 550 ojivas.
No obstante, recientemente con el supuesto compromiso de mantener la paz y la estabilidad, el Departamento de Defensa de Estados Unidos anunció el fortalecimiento de sus instalaciones y medios en el viejo continente en complicidad con la OTAN.
Personal militar estadounidense y de otros países occidentales son enviados a Polonia, Letonia, Lituania, Estonia y Ucrania para entrenar a sus homólogos por tiempo indefinido. Este año, Washington ha destinado mil millones de dólares para el área que incluye los mares Negro y Báltico, así como a Georgia y Moldavia. Estas acciones evidentemente dirigidas contra Rusia, tienen además apoyo mediático.
Ante estas realidades, el Kremlin garantizará la defensa del país y sus intereses fortaleciendo las fuerzas armadas, de ahí que el programa de armamento hasta el 2025 proyecta mantener el nivel de rearme al 70 por ciento.
Desde otro punto de vista, la carrera armamentista constituye un negocio lucrativo entre las grandes compañías del sector. Para Estados Unidos que se ubica entre los principales exportadores de armas, las guerras ayudan a mantener el complejo militar industrial.
Citado por el sitio Rebelión, Paul Craig Roberts, subsecretario del Tesoro durante la administración Reagan, considera que el nivel de manipulación que caracteriza la actual política económica y exterior estadounidense, así como la avidez por el poder hegemónico, han convertido al Gobierno en el más corrupto del mundo, algo imposible cuando la ambición de Washington estaba limitada por la Unión Soviética.
El canciller cubano Bruno Rodríguez, el pasado 2 de marzo, en el Consejo de Derechos Humanos señaló que los cambios en la doctrina de seguridad y defensa de algunos Estados y de la OTAN, con énfasis en las guerras no convencionales llevadas a la práctica en los últimos conflictos, han provocado la destrucción de naciones, así como graves amenazas a la paz y la seguridad. Por tales razones, como dijera Fidel Castro Ruz en marzo de 1962, luchar por la paz es salvar a la humanidad de una destrucción apocalíptica.