Pensándolo bien, sería atinado concebir en el plan temático una inventiva que cambiara para siempre la mentalidad de dirigentes administrativos incumplidores de la Ley 38 de las innovaciones y las racionalizaciones.
Han pasado más de tres décadas de la aprobación de esa disposición legal en sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Sin embargo, todavía no pocos cuadros de dirección titubean o son reacios al estímulo monetario, cuyo fondo es creado por los mismos innovadores por la efectividad económica de sus aportes para mantener en marcha maquinarias que ya debían estar en un museo o transformadas en materia prima.
José Antonio García Castro es uno de los ingeniosos trabajadores que nunca han recibido un centavo en 28 años como mecánico. Muchas de sus inventivas, y las que ha realizado junto a Braulio Sequeira y Félix Santana, perdieron el derecho a remuneración porque dejaron de ser novedosas, consecuencia de la dejadez de las direcciones administrativas del central avileño Ciro Redondo.
Este trío sustituyó un componente de importación en los pistones de presión hidráulica del tándem, solución valorada en 21 mil 680 pesos. Su efecto económico significó reducir cuantiosos gastos para importar la técnica nueva.
Nada les han retribuido a cambio. La única agradecida es la planta moledora, pues sigue asimilando la invención que contribuye a sobrepasar el plan de producción de azúcar en lo que va de zafra.
Otro tanto sucede en la Empresa de servicios técnicos industriales (Zeti). Los trabajos de los últimos dos años continúan sin evaluar. Arsenio Amuedo reanimó allí una grúa Kato e intenta revivir un buldócer que ya debía estar rompiendo tierras, pero tiene puesto el freno de la morosidad en la gestión administrativa.
No solo hay pereza en el cumplimiento de la Ley 38 en estas y otras entidades del grupo AzCuba, tales como las unidades de atención a productores cañeros de los municipios de Chambas y Ciro Redondo. También quebrantan la legislación la empresa agroindustrial de granos Máximo Gómez, la agropecuaria Orlando González, la de acopio y beneficio de tabaco en Florencia y Servisa del municipio de Morón.
Además de la empresa de equipos para frigoríficos Rensol, las antes mencionadas tampoco confeccionaron el plan temático de la Anir, y un total de 23 no planificaron presupuesto para la estimulación de los creadores.
A pesar de las “tuercas flojas o deficitarias” en el entramado de la dirección empresarial, el aporte de los aniristas avileños dejó un saldo de 8 millones 819 mil 710 pesos el año pasado. El efecto económico repercutió en la elevación de la productividad del trabajo, la sustitución de importaciones y el ahorro de recursos.
Ese valor es ínfimo comparado con el de otros tiempos. En centros laborales donde la Anir es hoy como el eslabón perdido de la cadena productiva, no solo desanima el hecho de recibir un diploma con pésima impresión y sin un sencillo marco de madera, por lo que el hombre lo dobla y se lo echa en el bolsillo. La desmotivación ocurre por el fracaso de la emulación.
La esencia del problema es el desacoplamiento del engranaje administración-sindicato-Anir, en el cual la primera “pieza” tiene encomendada la máxima potencia. Otro problema consiste en la valoración de las propuestas de innovaciones, que no son aprobadas en la base, sino por una comisión avaluadora central en las unidades de subordinación nacional.
La historia reconoce que las primeras remuneraciones comenzaron a partir de 1986, cuando hacía años que los aniristas accionaban para mantener de alta los motores de la economía cubana.
Ahora, el discurso desentona: Falta funcionamiento, capacitación a económicos, voluntad política…; en verdad, abunda el desinterés. Un ejemplo es que ninguna dirección administrativa participó en el reciente análisis del trabajo de la Anir en el 2014 en Ciego de Ávila.
Después de su primera Conferencia Nacional, antecedida por seis congresos, ¿le falta un invento a la Anir para que las administraciones paguen lo que les deben a sus asociados?