por Servando Valdés Sánchez *
Desde 1959, la política exterior del Gobierno revolucionario cubano se orientó a desarrollar relaciones diplomáticas y comerciales con todos los países, independientemente de sus regímenes económicos, políticos y sociales, sin perjuicio de los lazos con Estados Unidos. Pero era evidente que tarde o temprano las contradicciones asomarían como resultado de los propósitos subversivos estadounidenses y de la radicalización del proceso revolucionario.
En el plano militar se intentó avanzar en un proyecto de adquisición de material de guerra con la nación vecina, presentado el 23 de junio de 1959 a la consideración del director de Logística G-4 del Estado Mayor del Ejército Rebelde, y de cuya tramitación se encargó al agregado militar y aéreo de la embajada de Cuba en Washington. Para ello se destinaron 5millones 131 mil 523 dólares con los que se pretendía comprar municiones de pequeño calibre, 10 mil pistolas Colt calibre 45, piezas de repuesto para distintos armamentos heredados de la dictadura, cápsulas de ametralladoras calibre 50, granadas de mano y para los cañones de los tanques M4 A3, así como para bazucas y morteros.
Los planes de Estados Unidos que propiciaron la fracasada conspiración trujillista de agosto de aquel año y los preparativos de una futura intervención colectiva, empleando el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar), hicieron fracasar el mencionado proyecto.
El 9 de julio de 1959 atracó en el puerto de La Habana el buque noruego Barbara Brovig, fletado por la línea francesa Compagnie Generale Transatlantique. Con un monto de 1millón 597 mil 680 dólares, la carga incluía ocho mil fusiles automáticos livianos de infantería, modelo FAL, y 10 fusiles automáticos de infantería con cañón pesado y bípode del mismo modelo, e igualmente 8 millones de cartuchos calibre 7,62 mm.
Posteriormente fue negociado un lote de mil 100 pistolas FN Browning GP calibre 9 mm, con su correspondiente parque, destinado a la Policía Nacional Revolucionaria.
Y antes de que finalizara el año llegaron otras dos remesas. La primera a bordo del vapor francés La Coubre, que tocó puerto habanero el 15 de octubre, con 2 mil fusiles automáticos livianos de infantería FAL y 6 millones 502 mil cartuchos, a un costo de 546 mil 404 dólares; y la segunda, el primero de diciembre, transportada por el Edertal. En ella se trajeron 2 mil 500 fusiles ligeros, 500 pesados modelo FAL y 6 millones de municiones, por un valor de 789 mil 870 dólares.
Mientras ocurrían esas transacciones, el Gobierno de Estados Unidos se negó a venderle a Cuba aviones de combate y ejerció sus influencias para que Inglaterra también lo hiciera.
A inicios de 1960, La Coubre realizó su última travesía a la Isla. El 4 de marzo, cuando se encontraba surto en el puerto de la capital, explotó sorpresivamente.
Pocos días después Emile Rosieer, embajador de Bélgica en La Habana, en un informe a Pierre Wigny, ministro de Relaciones Exteriores de ese país, realizó las valoraciones siguientes:
“Todo el mundo, de hecho, está convencido de que la doble explosión es el resultado de una maniobra de sabotaje. Es la opinión tanto del hombre en la calle como la de los testigos inmediatos”.
Y sobre la implicación directa del Gobierno estadounidense expresó:
“(…) no se puede negar que esta responsabilidad no queda completamente descartada, en la medida que los EE.UU. toleran en su territorio las actividades de ciertos cómplices de la antigua dictadura”.
Otras evidencias parecían comprometer a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo con los sucesos de La Coubre. El 25 de marzo, en una nota confidencial a R.R. Rubottom, secretario asistente de Estado para los Asuntos Interamericanos, el embajador norteamericano en República Dominicana, Joseph S. Farland, le informaba que a través de una fuente militar se había podido confirmar que Porfirio Rubirosa, exoficial (1) del ejército, era uno de los que estaba detrás de los acontecimientos del barco francés. Asimismo, refería que por otra fuente se conocía que el reciente viaje a Bélgica del general Espaillat, exjefe del Servicio de Inteligencia Militar de Trujillo, había sido con el propósito de «crear los mecanismos de sabotaje».
Aquella tragedia, sin embargo, no impidió la continuación de los envíos. Los directivos de la Fábrica Nacional de Armas de Guerra y las autoridades cubanas acordaron cumplir con otros dos contratos suscritos el 28 de noviembre de 1959 y el 12 de febrero de 1960, y convinieron, como medida de seguridad, que los próximos alijos de armas se descargaran en las afueras del puerto de La Habana, aunque la parte belga precisó que el siguiente embarque solo incluiría municiones.
De acuerdo con lo estipulado, el 25 de junio de 1960 la nave Hornsee abandonó el puerto belga de Zeebrugge, que ya había sido empleado como punto de partida por el Barbara Brovig. Conducía 6 millones 749 mil cartuchos calibre 7,62 mm; 3 millones de 9 mm y 24,mil granadas con sus respectivos cartuchos propulsivos a un precio de 9 millones 778 mil 380 dólares.
Entre 1959 y 1960 se recibieron, sin contar el viaje final de La Coubre, aproximadamente 12 mil 500 fusiles ligeros y 510 pesados modelo FAL; unas mil 100 pistolas Browning, más de 29 millones de municiones y las citadas granadas antipersonales.
Si las presiones estadounidenses sobre Inglaterra, para evitar que su Gobierno le vendiera aviones a nuestro país, dieron resultado, también tendrían éxito con el de Bélgica, que más tarde dispuso suspender las entregas de armas.
Tal dilema exigió a la dirección de la Revolución buscar nuevas fuentes de suministros de armamento en los países del campo socialista. Mas los FAL belgas contribuirían a fortalecer la capacidad combativa de las Fuerzas Armadas Revolucionarias frente a las agresiones militares que se avecinaban.
Notas:
Rubirosa, amigo de Trujillo, y emparentado con este luego de contraer matrimonio con su hija mayor, había desarrollado también una larga carrera como diplomático en Europa, donde ejerció diferentes funciones, especialmente en Bélgica, como consejero y embajador.
2 Colección Bernardo Vega: Los Estados Unidos y Trujillo, los días finales 1960-1961, Archivo General de la Nación, p-146.
* Doctor en Ciencias Históricas. Investigador del Instituto de Historia de Cuba.