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Almeida, un corazón con ramas

Foto: Archivo Revolución
Foto: Archivo Revolución

Ser extraordinario en su sensibilidad y capacidad creativa, tanto como uno los artífices de la Revolución Cubana, como en sus inspiraciones musicales y narraciones literarias. En él confluyeron boleros, sones y metrallas, que se fundían en el cumplimiento de altas misiones cumplidas con la misma entrega y fidelidad absoluta que siempre les profesó a Raúl y a Fidel.

Le hubiera bastado ser el autor La Lupe, para que su nombre formara parte de la cultura cubana, sin embargo aquella antológica canción no habría nacido, en 1956, si la inspiración que motivo su escritura no fuera el compromiso político con los humildes que llevó al Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque a ser de los primeros en el Moncada, el Granma y la Sierra.

Mucho se hablará, en diferentes estilos, y desde muchas partes,  del legendario guerrillero, del  Comandante y jefe del III Frente Oriental, fundador del Ejército Central, miembro del Buró Político, Vicepresidente del Consejo de Estado y Presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, del Héroe de la República de Cuba Almeida.

Por eso a 88 años de su natalicio se le recuerda con la alegría y sobre todo con la sencillez que le caracterizó.

Esa sencillez que le hizo, durante décadas, callar, y no decir que él fue el autor de aquel grito en Alegría de Pío, atribuido en alguna oportunidad a Camilo.

Sabía Almeida que aquel “Aquí no se rinde nadie C…..” pudo ser dicho también por el Señor de la Vanguardia, el Che o cualquiera de los que tomaron emocionados un yate en México para venir a Cuba a “vencer o morir” como dice la canción.

Guantánamo, supo de su presencia, en múltiples ocasiones, desde su responsabilidad al frente de la antigua provincia oriente, acompañando a Fidel, y en las tribunas abiertas junto a Raúl.

Para las nuevas generaciones de revolucionarios  Juan Almeida Bosque será siempre un ejemplo de fidelidad absoluta a la Revolución.

Para recordarlo prefiero hacerlo con la lectura de un poema que algún momento leí de un guantanamero en una fábrica, quien llamó al Comandante Almeida: Hombre con un corazón con ramas.

 

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