Los mogotes del Valle de Viñales se alzan majestuosos, como si en vez de ser uno el que los contemplara, fueran ellos los que nos observaran desde la distancia invitándonos a su conquista.
Osmany Hernández es uno de los hombres privilegiados del terruño pinareño que ha llegado hasta la cumbre de esas vetustas alturas. Y es que desde hace años forma parte del circuito de guardabosques del paradisíaco sitio.
“¿Usted ve la que está allá? —y con su mano derecha trata de que identifiquemos la colina—, allí voy cada dos o tres días. Me puede poner una venda en los ojos, no me pierdo, la conozco como la palma de mi mano. También tengo un caballo que responde, domina el camino, sabe andar entre las piedras”, afirmó.
Mientras conversa, da de comer al animal, compañero inseparable de su trabajo. “Sin él sería imposible hacer el recorrido, es un camino difícil”, manifestó.
El circuito de protección del Cuerpo de Guardabosques de Viñales está situado en una altura privilegiada, que lo convierte en especial mirador del valle. Precisamente proteger ese sitio, declarado por la Unesco en 1999 como Patrimonio de la Humanidad en la categoría de Paisaje Cultural, es uno de los incentivos mayores para los hombres y mujeres que ahí laboran.
Asegura Marcos Crespo, jefe del Cuerpo de Guardabosques de Pinar del Río, que en el Circuito de Viñales, uno de los seis con que cuenta el territorio, los incendios son escasos, pues los mogotes son poco propensos a ello. “Los que se producen, por lo general, se apagan por sí solos. Son ecosistemas adaptados inclusive al fuego, aunque nosotros mantenemos vigilancia constante. Ahí la regeneración es muy positiva”.
No obstante, reconoció que para ellos, este entorno es vital, pues existen muchos valores naturales, sobre los cuales tiene que basarse el cuidado.
Lo principal es crear conciencia
Un “supuesto” incendio puso a toda la brigada en alerta. De inmediato se activaron y partieron hacia el lugar del hecho. Con agilidad y destreza se enfrentaron a las llamas que devoraban las resecas hierbas. Por suerte solo era un ejercicio demostrativo, el cual sacó a la luz la preparación de estos hombres que con afán velan por el medio ambiente.
Jesús Cabrera Reina, especialista en el manejo de fuego del territorio pinareño, dijo que ante situaciones reales tienen en cuenta lo que peligra y los puntos débiles que se van a presentar en el terreno.
Graduado como ingeniero forestal en 1983, afirmó que siempre le ha gustado sembrar árboles. “Si sientes amor por el bosque, por la naturaleza, también tienes la necesidad de evitar que ocurran desastres”.
El Jefe del Cuerpo de Guardabosques de Pinar mostró preocupación porque algunos trabajadores por cuenta propia, que tienen licencia de criador-vendedor de animales afectivos, se apropian inescrupulosamente de ejemplares de la fauna, los cuales están en peligro de extinción. “Por ejemplo el tomeguín, el sinsonte, la cotorra, las jutías, e incluso el majá de Santamaría.
“Esas personas están respaldadas por una patente, pero la forma en que acceden a estas especies no es la correcta. Ocurre infracción con los recursos marinos costeros, fundamentalmente los quelonios y las langostas, que se pescan para abastecer paladares, las cuales abundan en esta zona. Controlar esas violaciones es el reto grande, porque tenemos que mantener el patrimonio”.
Dijo que en relación con la fauna existe un vacío legal. “Las cuantías mayores de multa que se imponen están recogidas en el Decreto 268, de la Ley forestal, y son muy bajas. Muchos de los violadores que detectamos son reincidentes en la actividad”, aseguró.
Aislados somos poquitos; unidos, ganamos fuerza
Para los guardabosques, en la protección de los recursos naturales es esencial crear una verdadera conciencia, que los pobladores sepan que talar árboles produce erosión del suelo o contaminación por arrastre en alguna cuenca, así como daños en la fauna o en otras especies.
Están claros de que el Cuerpo de Guardabosques tiene su fuerza limitada, por ello la importancia de actuar de manera coordinada con otros actores, para que la protección de esos valores sea más efectiva. “Aislados somos poquitos; unidos, ganamos fuerza”, dijo Marcos.
A Raúl Rodríguez Acosta la alegría le brota como un relámpago. De cualquier tema improvisa una décima. Y es que la poesía le viene desde la cuna y también se alimenta del entorno que lo rodea. Fue en 1995 que comenzó a trabajar como torrero en el kilómetro 18. “Estás situado a una altura desde la cual se domina parte del municipio; si detectamos un incendio, informamos inmediatamente a los compañeros que tienen la técnica. Viñales tiene una belleza especial, es nuestro orgullo y tenemos que evitar pérdidas”.
La más reforestada
La provincia de Pinar del Río es hoy la más reforestada de Cuba. Según los datos, durante la última campaña tuvieron cinco incendios más que en el 2013, sin embargo, fueron afectadas 238 hectáreas menos que en el período anterior.
Para cumplir sus misiones cuentan con más de 300 hombres y mujeres; siete brigadas contra incendios forestales y una red de 22 campamentos, ubicados principalmente en la península de Guanahacabibes y áreas intrincadas del macizo montañoso, que son las prioridades para la vigilancia y protección.
Según las autoridades competentes, en Pinar del Río se activan durante la campaña 17 torres y 32 puntos de observación en lugares de altura elevada, lo cual permite una cobertura de todos los sitios.
El pasado año, en el territorio fue adquirida nueva técnica, fundamentalmente equipos pesados, lo cual constituye una fortaleza para las empresas forestales, ya que pueden ponerlos en función de las medidas contra incendios diseñadas para la campaña, principalmente en el mantenimiento y construcción de caminos forestales.