“Martí, aunque sin cultivar ninguna de sus diversas formas, fue un fervoroso admirador y amante de la música, en todas sus variaciones, viendo siempre en ella un nuncio de futuras venturas, un oasis cierto para el espíritu inmortal, cuando despojado de la humana envoltura, descansara, con toda la tarea cumplida, ‘y el lienzo en su marco’, del doloroso calvario terrenal de ‘morir en la cruz todos los días’”.
Así escribía Gonzalo de Quesada y Miranda, en un artículo aparecido ordinalmente en la revista Bohemia, el 19 de mayo de 1935, incluido, cuatro años más tarde, en su libro Facetas de Martí, publicado por la Editorial Trópico. Texto que ahora integra el volumen titulado José Martí y la música (Centro de Estudios Martianos, Colección Ala y Raíz, 2014, 160 pp), con selección, introducción y ensayo inicial del investigador y ensayista Salvador Arias García.
Con una primera edición en el año 2009, este libro se propone un acercamiento a un tema insuficientemente analizado por quienes se han dedicado, a lo largo del tiempo, tanto dentro como fuera de la isla, a estudiar la vida intelectual del Maestro. Se trata de la enriquecedora relación mantenida por José Martí con la música, lo cual resulta evidente si se revisan muchos de sus textos en prosa y en verso.
Aunque Salvador Arias no se considera un especialista en la materia –le animó a llevar a cabo esta investigación, como señala, “el que tampoco Martí lo fuera, estrictamente hablando”—, con acierto y precisión, presenta al lector un panorama de imprescindible conocimiento para apreciar y valorar los sólidos vasos comunicantes que unieron al Apóstol con tan rica y fecunda manifestación artística.
Esclarecedor resulta el ensayo inicial “José Martí y el arte musical”, en que Arias García devela las claves esenciales de su objeto de estudio. Un texto que se inicia con una aproximación al entorno que le permitió al Maestro escuchar las más valiosas obras e intérpretes de su tiempo, para luego indagar en la mirada martiana a la música popular, a las óperas italianas y francesas y al legado de grandes compositores, entre otros interesantes temas.
He aquí algunas de las reflexiones de Salvador Arias García en el citado ensayo:
Es muy probable que, como en otros muchos campos, Martí fuera afinando y madurando sus gustos musicales a través del tiempo, máxime viviendo en una ciudad como Nueva York. Un análisis de sus escritos de esta época (crónicas, cartas, notas en diarios, etc.), en los que reseñó o comentó vivamente acerca de variados temas musicales, bien pudiera corroborarlo. No debe quedar al mareen, tampoco, su cercana amistad y posibles conversaciones con el cubano Emilio Agramonte, director de una Escuela de Opera y Oratorio, a quien Martí dedicó dos artículos en su periódico Patria (1892-1893) que demuestran su fina sensibilidad y no escasos conocimientos musicales, sobre todo en el campo operístico.
Sin embargo, en sus textos sobre arte, las manifestaciones pictóricas tuvieron mayor dedicación que las musicales, con artículos más o menos extensos durante distintas etapas de su vida. Se sabe que tempranamente matriculó dibujo en la Academia San Alejandro de La Habana, y fue constante, sobre todo en Madrid y México, su trato con pintores y sus visitas a talleres y exposiciones. Bibliográficamente esta ha sido una faceta atractiva para diversos autores.
En las páginas de José Martí y la música se incluyen, como textos complementarios, una decena de valoraciones, fechadas entre los años 1935 y 2001 –con la firma, entre otros, del musicólogo Orlando Martínez, el narrador Alejo Carpentier, el poeta Cintio Vitier, la investigadora Zoila Lapique Becali y el periodista Omar Vázquez—, que permiten apreciar, desde ópticas diversas, el enfoque dado al tema a lo largo de casi siete décadas.
José Martí y la música, como afirman sus editores, es un libro de hallazgos. Una obra, sin embargo, en que Salvador Arias García no solo descubre un universo para muchos insospechado. Una obra, igualmente, que llega ahora para enriquecer la bibliografía martiana y para confirmar el alcance, trascendencia y permanencia del legado del más relevante revolucionario e intelectual del siglo XIX cubano.
Todo gran artista tiene la sensibilidad necesaria para poder apreciar las artes que no domina. La música cubana está llena de emociones y sentimiento.