Desde su contexto histórico hasta llegar a nuestros días, el ideario de José Martí nos dejó principios, valores, metas y enseñanzas que nos guían como coordenadas.
Los cubanos tenemos el privilegio de contar con su magisterio en el que hayamos lecciones de patriotismo, humanismo, ética, justicia social, antiimperialismo, latinoamericanismo, solidaridad y amor, pilares sobre los cuales se asentó su intenso paso por la vida.
El inconmensurable apostolado está reflejado a lo largo del proceso revolucionario cubano. Fieles a su pensamiento político fueron en otras épocas hombres como Juan Gualberto Gómez, Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras, entre muchos más que combatieron los abusos y la explotación imperantes en la República mediatizada.
Cuando el 26 de julio de 1953 –el año del centenario martiano- Fidel Castro inició la lucha armada con el asalto al Cuartel Moncada para derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista, la clarinada de aquel episodio anunciaba que solo con la guerra necesaria –como la que organizó Martí en 1895 contra el colonialismo español- era el único camino para alcanzar la verdadera independencia.
Fidel reconoció en Martí al autor de intelectual de aquella epopeya. “¡Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro…!”, dijo entonces y sus palabras tenían el fundamento moral, ideológico y político de una genuina Revolución con un programa martiano.
La fuerza de las ideas defendidas por aquella generación de hombres dignos, creció y anidó en muchos otros quienes con voluntad, lealtad y sinceridad estaban dispuestos a proseguir la lucha y se conquistara la victoria.
Cuando el Héroe Nacional cubano postuló “ser cultos es el único modo de ser libres”, distinguía el papel de la educación y su contribución al bienestar y al desarrollo personal y social. Solo la obra de la Revolución Cubana hizo realidad su sueño.
“De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento”, indicó el Maestro. Desde nuestros retos actuales, su mandato adquiere hoy aun mayor vigencia.
La prédica de Martí fortalece a los revolucionarios cubanos. Defenderla, promoverla y ejercerla es el mejor modo de honrarlo.