¿Cómo formar a un ciudadano ético y moral, con sentido humano, responsable, y dotado de las más elementales normas de conducta y convivencia? ¿Qué papel deben desempeñar los educadores en ese sentido? ¿Cómo incentivar y lograr que la formación de profesores tenga en cuenta esos elementos?
Tales interrogantes, derivadas en preocupaciones, llevaron a la profesora Nancy Chacón Arteaga* a incursionar en el mundo de la ética, categoría filosófica que le proporcionó el sustento teórico para fundar en 1997, en la Universidad Pedagógica Enrique José Varona, la cátedra de Ética Aplicada a la Educación.
Su labor investigativa en este campo le ha permitido una asidua participación en varias ediciones del congreso internacional Pedagogía, incluso en el que hoy quedará inaugurado (en su décimocuarta edición), en el Simposio Educación en Valores y Ciudadanía en el siglo XXI.
Desde el punto de vista ético, ¿cómo contribuir a la formación de los niños y los jóvenes?
El cómo hacer es un proceso bien complejo. Se trata de elementos del mundo interior de las personas, de su espiritualidad y subjetividad, y entonces el sistema de influencia que ejercen los maestros, las escuelas, y otros factores que inciden en la educación de los niños, los jóvenes y los adolescentes, propicia las condiciones para que ellos se apropien —o individualicen, por decirlo de alguna manera— de esas reglas y valores.
Siempre digo que trascienden el plano de su conciencia y el de sus sentimientos, y los incorporan cuando los identifican como su forma de ser: yo soy generoso, educado, me comporto de esta manera.
¿Considera que la ética está en crisis?
Ética es teoría, normas, disciplina filosófica. Lo que pudiera estar en crisis es la formación moral de las personas, el trato entre ellas y las relaciones con el medio que nos rodea, con la naturaleza.
La convivencia implica relaciones en diferentes planos y con determinados fines, pero en la medida en que la ciencia y la tecnología han penetrado en la propia comprensión del ser humano, la moral ha ido quedando como en el olvido. Más allá de que no se tienen en cuenta las normas de educación y se transgrede constantemente el respeto consigo mismo y para con los demás, tenemos también la tecnología. Si antes la cuestión de la comunicación era de tú a tú, mírame a los ojos, estamos cerca, ahora la comunicación está mediatizada por esta.
En la actualidad, por ejemplo, te encuentras en el aula que un estudiante se pone los audífonos o saca un celular y empieza a enviar mensajes. Tampoco quiere leer directamente de los libros, pues está impactado por los medios audiovisuales.
El reto está en cómo saber combinar la enseñanza tradicional y la que emplea las nuevas tecnologías que, incluso, en los países que las generan no están al alcance de todos.
¿Por qué una ética aplicada a la educación?
He tratado que mis colegas comprendan que la ética no solo es una normativa para saber cómo me comporto, hablo y me visto; eso es lo más común. Lo fundamental es que esta le aporta al docente conocimientos sobre la moral y su lugar en la vida espiritual, ideológica e identitaria de las personas.
Luego, lo principal es cómo educar moralmente a los jóvenes con un enfoque profesional, más allá de las normas más elementales, pues estamos en una universidad. La profesionalidad trasciende la teoría, es ante todo expresión de valores y de un humanismo vinculado al dominio de la pedagogía, de los contenidos que se enseñan.
Desde el enfoque ético, axiológico y humanista significa que el maestro pasa revista a su quehacer y reflexiona sobre los cambios que debe lograr en su propio actuar. Esos son desafíos.
Desde la universidad, ¿qué acciones se vienen desarrollando en este sentido?
Se dice que la tríada de la formación ciudadana está en lo ético-moral, en lo político y en lo jurídico. Eso es clave, no solo para Cuba sino para el mundo. El reto es seleccionar la forma de actuar frente a los imperativos de la vida, tanto en el plano personal como social.
Precisamente, en esto se afana hoy la cátedra que en un futuro podrá convertirse en un centro, con un mayor respaldo que permita interactuar con las diferentes instituciones y organismos, sobre todo del sector educativo, en aras de seguir potenciando la formación de los docentes.
Por tal motivo en la estrategia maestra de nuestra universidad, dentro del sistema de valores, se encuentra la profesionalidad. Paralelo a ello hemos estado trabajando en una propuesta curricular de ética para la formación de los docentes y contamos con la asignatura de Ética e Ideario Martiano, la cual se imparte en todas las universidades pedagógicas del país desde el año 2002.
¿Insatisfacciones?
Independientemente de los avances, también hay dificultades en cuanto a la contribución de la escuela a la educación moral. Por ejemplo, hubo inestabilidad en la enseñanza de la Cívica, lo cual ha quedado resuelto en los últimos años, abarcando las enseñanzas de primaria y secundaria básica.
Otro elemento es que al margen de una asignatura han existido carencias en la preparación de los maestros y profesores en cuanto a los métodos a emplear para una labor educativa eficaz, alejada de formalismos y tradicionalismos, que favorezca la inserción del tema en todos los espacios de la clase.
De la misma manera, no siempre la familia ha desempeñado el papel requerido para la educación de sus hijos, muchas veces porque adolece —por causas diversas— de las herramientas para afrontarla.
Hay que tener presente que los adolescentes y jóvenes rechazan las influencias educativas, y muchas veces lo que hacemos no deja una huella sentida en sus sentimientos, en sus conciencias, y los resultados son contraproducentes. Para desarrollar esta importante labor el docente necesita preparación, creatividad, y tener muy en cuenta las características de los estudiantes.
Algunas investigaciones realizadas en las escuelas de nivel medio y en las universidades pedagógicas arrojan el rechazo de los educandos respecto a que se encasillen los horarios que guardan relación con la actividad propiamente educativa, como los minutos de conversación inicial y los turnos de reflexión y debate que, sin duda, han desempeñado un papel, pero en algunos casos han caído en la monotonía.
Los jóvenes son muy críticos y se resisten cuando una quiere sermonearlos y aconsejarlos para que hagan lo que nosotros decimos. Eso es propio de las características psicológicas de la edad, y no debe perderse de vista. Lo otro, son los vacíos en la comunicación, los lapsus en la formación ética y ciudadana, en un ámbito en el que cada vez más resulta imprescindible la articulación de todos, dígase la escuela, la familia y la sociedad.