Los pelotaris cubanos Azuán Pérez, Anderson Jardines, Rafael y Frendy Fernández son los actuales monarcas universales de la pala corta. Esa modalidad de la pelota vasca se juega por parejas en el frontón de 36 metros, con una herramienta de madera resistente y una pelota maciza que llega a alcanzar velocidades supersónicas.
Francia, España y México poseen equipos fabulosos que compiten sistemáticamente en Europa, y se alistan de modo impecable para lidiar cada cuatro años en los campeonatos mundiales absolutos.
Cómo derrotar a esas potencias fue la interrogante que motivó la visita a estos jóvenes talentosos, dedicados, corajudos, aunque poco reconocidos. Y sobre todo el diálogo con el profesor Alejandro Placer, un hombre conocedor y apasionado, capaz de aglutinar a jugadores de muy alto nivel en un contexto bastante difícil.
Malabares para un triunfo
“Nosotros no estamos en condiciones de realizar preparaciones ideales, debido a la carencia de materiales. De ahí que hallamos revolucionado el modo de entrenamiento: mantenemos la búsqueda de una forma física perfecta, pero cumplimos una etapa de trabajo importante en la cancha de 20 metros, jugando con pala y pelota de tenis. Luego hacemos las transferencias técnicas a la especialidad de 36 metros y vamos adelante”, explica el profesor.
“Entrenar en el frontón más pequeño permite realizar una frecuencia de golpeo intensa, muchas repeticiones en un espacio reducido. Y obliga a que el pelotari desarrolle su pensamiento táctico para llevar la bola al ángulo en que resulte inalcanzable para sus oponentes.
“La ausencia de fogueo la mitigamos con torneos internos en los cuales sumamos a decenas de “practicantes de la calle”, quienes llegan espontáneamente todos los días al Complejo de Canchas Raúl Díaz Arguelles. Ni siquiera podemos hacer análisis de los contrarios porque no tenemos acceso al circuito competitivo internacional ni a grabaciones de esos partidos”, agregó Placer.
“Oficio de carpintero”
Un jugador de nivel mundial dispone de hasta ocho palas durante un ciclo preparatorio. Esos implementos, fabricados por empresas especializadas, llegan a costar hasta 35 euros cada uno. La Federación Cubana de Frontón no posee la solvencia necesaria para garantizarle ese avituallamiento a cada pelotari, así que la inventiva vuelve a ser la fórmula para salir adelante.
“Nuestros muchachos han estado hasta cuatro meses con una misma herramienta, cuidándola lo más posible y “rezando” porque un mal golpe no la parta. Nuestro clima, además, es muy húmedo y las va debilitando poco a poco”, narra el estratega.
“Entonces la necesidad nos llevó a la innovación: por casualidad localizamos un pedazo de haya (madera dura y pesada) y logramos hacer algunas palas. Las primeras se quebraban rápidamente, pero a las siguientes les agregamos fibra de vidrio y respondieron. Sobra decir que nos costaron mucho trabajo y dinero propio”, reconoce.
“Acreditarlas para el Mundial de México 2014 fue otro problema, pues todas pesaban más de los 800 gramos permitidos. Recuerdo que estuvimos una noche entera dando escofina para que pasaran la prueba del pesaje”, cuenta Placer con una extraña sonrisa.
La hora cero…
“Viajamos al Mundial para competir en dos modalidades: paleta cuero y pala corta. En la primera las cosas no salieron tan bien y entonces nos concentramos en la segunda. Desde el principio entendí que la pareja titular no encajaba con las características del frontón en que competiríamos. Era muy rápido y necesitábamos pelotaris de velocidad y pegada, para atropellar a los oponentes.
“Utilizamos a Rafael y Frendy en la fase clasificatoria y cumplimos la estrategia de llegar a semifinales frente a España. A partir de ese partido colocamos a Jardines como delantero y a Azuán en la zaga. Iniciaron mal aquel choque (7-15, 15-10, 10-5), pero cuando se aclimataron fueron una tromba. En ese momento comenzaron a vencer a sus rivales de la final, los franceses, quienes esa noche se fueron a dormir muy preocupados. Estoy seguro”, rememora.
“Al otro día la película fue casi la misma (10-15, 15-13, 10-5), pero otra vez el coraje, la maestría y el amor a la bandera se impusieron. Fue la tercera corona de Cuba en un mundial de pelota vasca, que viene a ser como los juegos olímpicos de nuestro deporte.
“Es cierto que en 1998 Richard González y Vladimir Luján ganaron esta modalidad. Yo pertenecí a ese equipo y puedo identificar una diferencia esencial: nosotros topábamos constantemente con la meca de esta disciplina (España y Francia); y mis alumnos no han ido a ningún lugar y se baten con palas que nadie conoce”, afirma.
¿Premios?
“Cuando cayó el último tanto toda la delegación se abalanzó sobre Azuán y Anderson. Gritamos, lloramos, celebramos, brindamos. La afición mexicana nos aplaudió, los rivales nos felicitaron. Recibimos las medallas y cantamos el himno nacional. Al llegar a La Habana nos estaban esperando nuestros seres queridos, pero ninguna autoridad importante del Inder. Fue decepcionante.
“Eso ocurrió en septiembre y en diciembre ninguno de los muchachos fue incluido entre los mejores deportistas del año en el país. Al parecer todos los campeones mundiales no son iguales, no merecen la misma consideración y respeto”, opinó.
“No obstante, yo estoy satisfecho con ellos. Hicieron el grado, tocaron la cúspide, han defendido sus carreras y siguen viviendo y representando dignamente a Cuba”, sentenció.
Al apagar mi grabadora, Azuán, Anderson, Rafael y Frendy movían la pelota en su derruida cancha habanera. Los sueños de nuevas victorias animan sus días.