De la ceremonia de premiación: “Felicitamos a Reinaldo por su catadora y el toque de puerta cada día a las 11 en punto. Felicitamos a Modesto, alguien que repite, por señalarnos la pradera infinita donde justamente sueñan los hombres, también las mujeres, y persisten universos. Felicitamos a Erian, joven de 22 años, por las puertas para huir de la casa y la alerta de que la abuela ha visto caer cada una de las paredes. Felicitamos al también joven Camilo José por su Retorno como un extraño en su propia casa para mezclar recuerdos y sensaciones. Felicitamos a Ettiel por su Burbuja del tiempo, el tiempo como asedio, quebranto, verdugo, salvación… Felicitamos a Dalgis por su Piazza Morgana donde nos describe que un corazón blando late fuerte. Felicitamos a Ada Isabel, quien también repite. A ella damos las gracias por la Paradoja que significa un vestido sin cuerpo y tanta gente desnuda”.
PRIMER PREMIO
La catadora
Cada día
a las once en punto
a la puerta de Margot Woelk
toca la muerte.
A la orden
un oficial levanta la cuchara
Margot Woelk
reza
traga
pimientos
espárragos
fideos
arroz.
La hora siguiente
es una ruleta
Margot Woelk
reza
escupe
se deja caer
se aprieta en el asiento.
Margot Woelk
era la catadora del Führer.
Nadie le cree
a esta anciana
delirante
nadie le cree
que tocarán a su puerta
a las once en punto.
Reinaldo Cedeño Pineda
(Santiago de Cuba, 1968)
PREMIO EXTRAORDINARIO
XX CONGRESO DE LA CTC
La pradera infinita de los sueños
A Hugo Chávez Frías,
alquimista de la luz y de la vida
En el penacho del cielo duermen las estrellas.
Sobre la tierra, los hombres soñamos.
Como herencias ancestrales, persisten universos,
más allá de la escasa visión de lo posible.
Perviven las ideas y los arcanos instintos,
a veces apacibles, otras convulsas.
Tendemos puentes invisibles como si fueran arcas
donde los rastros van acumulando sueños.
Buscamos los caminos que sabemos y no están.
Pero sabemos que existen tales rastros milenarios.
Amanece y todo se vuelve imperceptible.
Tropezamos con la luz sin darnos cuenta
que la luz son puertas bien cerradas,
solo muestra lo que quiere sea visible,
acomodando al ojo a la hendija inmensa,
esa madre alimenticia que nos dice esto es
y no nos deja descubrir lo que se oculta.
Y en las noches somos sabios.
Todo es más nítido y preciso cuando la luz se marcha.
La noche son puertas que se abren.
Se desvela el Universo, la mirada tranquila
del sueño atento a cada entorno.
Nos llegan las señales. Más allá del penacho inaccesible,
aparece el ingrávido aposento de lo arcano.
Allí donde todo existe en cósmica armonía,
donde todo nace indetenible y la creación se muestra.
No sabemos todavía. Lo que es y será, allí; o allá,
qué importan las distancias, solo la noche nos lo brinda,
mientras en el penacho del cielo duermen las estrellas
y sobre la tierra un hombre sueña todavía.
Modesto Caballero Ramos
(Mayarí, Holguín, 1948)
SEGUNDO PREMIO
puertas para huir de la casa
la casa tiene cuatro puertas para huir
Bertolt Brecht
la abuela ha visto
caer cada una de las paredes de la casa
y la familia intentando componerlas sin remedio
se levantan otra vez
pero llegan vientos que punzan fuerte
las maderas caen carcomidas por el tiempo
que es como un recipiente
donde sedimentar el agua turbia de los días
la abuela se sienta en el portal a pedir lluvia
aunque en el patio crezca la maleza
y al cocotero no le acabe de florecer en el tronco
la orquídea fruto del olvido
muchos han partido piensa la abuela
y ella siente gemir la casa
donde cada vez hay menos mujeres
y los hijos clavan la estaca cruz sobre la tierra húmeda
antes era diferente
ella dice mucho esa palabra
antes las mujeres los hombres la familia las siembras la lluvia
antes tampoco la casa era la misma
hoy se levanta junto al muro de las lamentaciones
antes
asegura
no era necesario proteger la casa con un muro contra el tiempo
Erian Peña Pupo
(Holguín, 1992)
TERCER PREMIO
Retorno
Quisiera revivir este recuerdo…
Pero está extinguido ahora… casi nada subsiste
yace lejos, en los años de mi adolescencia.
Kavafis
La hierba sigue creciendo
en torno al camino angosto
Me recuerdo niño
recogiendo guayabas
o bajo la sombra del mamoncillo
que manchaba mis ropas
Aquí no ha cambiado nada
el río sigue lánguido
reposado en pequeñas pocetas
donde solía pescar camarones de agua dulce
Los recuerdos se mezclan
con la imagen que ahora observo
Mis primos ensayaban sus romances
y yo, desentrañaba secretos
bajo la faldita de mi vecina
sobre las flores de roble
Esto parece nieve -decía-
y su piel de ébano se fundía en la blancura
perfumada del suelo
Aún tengo esa sensación de escarcha
terrible y hermosa
cuando coloco la mano sobre estas flores
tienen un rocío que parece estar ahí
desde aquellos tiempos
desafiando el sol
Regreso al centro de todo
alguien me mira
busca en mi rostro algún indicio
Soy un extraño en mi propia casa
un forastero en mi propia tierra
Ha pasado tanto tiempo
y puede que esta casa ya no sea mi casa
ni la tierra
ni el roble en flor
Escuché de mi vecina
que ahora vive en Viena
quizás cerca de un bosque de abedules
supongo que en Austria no crezcan los robles
pero no importa
a fin de cuentas su idea
siempre fue la nieve
Camilo José Noa Rodríguez
(Gibara, Holguín, 1990)
PREMIO ESPECIAL
RUFO CABALLERO IN MEMÓRIAM
Piazza Morgana
El ser se es,
no puede pues declinarse.
María Sambrano
Se mutilan las palabras en las plazas oscuras
cuando un corazón blando late fuerte
cubierto por un caparazón social
se exhibe Calver Casey
guardando las mejores partes
del alucinado barroquismo del cuerpo
el deseo sexual latente como una maldición
malas palabras.
Evoco todas las geishas que adornaban
el kimono de Casal
para una lucha irrebatible
en las largas noches que Casey
planeaba un adiós
quedándose su yo en otro yo
transparente
con miedo a que lo descubran.
Cuántas cosas soñaste
hasta quitarte el velo
petrificar el deseo y escribir
el reino de libertad soñada
Piazza Morgana
hoy todos los machos
sexo débil
te aclaman.
Tú Casey libre
completamente libre
sin temores ni causas
con tus viejos difuntos
de las historias contadas
novela sin final.
Tú Casey
hiciste legendaria la fatídica fecha
y alargaste el tiempo
/ 16 de mayo de 1969
interponiendo el vacío
del que hubieras extraído el aire.
Dalgis Giró Martínez
(Guisa, Granma, 1970)
PREMIO ESPECIAL DEL CONSEJO
NACIONAL DE CASAS DE CULTURA
Paradoja
Un vestido sin cuerpo,
-con la espina dorsal doblada en cuatro-,
todos los días sufre de lumbalgia,
todos los días lame sus arrugas,
todos los días pide inútilmente
una jabonadura en ciclo suave,
cierta dosis de sol y plancha tibia.
Un vestido sin cuerpo,
-fuera de moda, tristemente sobrio-,
tiene libido aunque se acueste virgen,
sueña con maniquíes voluptuosos
copulando frenéticos ahí,
delante de él, como si no existiese,
como si fuera un trapo condenado
a que alguna tijera lo desflore.
Y es algo tan común, tan poca cosa
un vestido sin cuerpo,
que cuando muera a manos de los bichos
nadie pondrá una nota en el periódico,
ni un crespón al espejo, ni una flor.
Quizá lo de los cuerpos sea un cliché,
otra manera de negar el rostro.
Quizá haya ajuares cohabitando en paz,
-aquellos bien amados por la carne-,
mas son tantos los huérfanos que pugnan
con el futuro miope, con la senda
amputada una cuarta sobre el muslo…
Quién habla de victorias: se sacuden
la inercia simplemente por cuestión
de amor propio, por suponer que existen.
Un vestido sin cuerpo,
y tanta gente por ahí, desnuda…
Ada Isabel Machín Álvarez
(La Habana, 1961)
PREMIO ESPECIAL DEL GRUPO ALA DÉCIMA
No sé por qué se ha hecho
desde hace tantos días este extraño silencio…
Dulce María Loynaz
El tiempo al abrazo viene
y no se aparta… Es mi asedio,
mi salvación, —su remedio
de madera me sostiene.
No sabe el amor qué tiene
para que perdure tanto.
Ha sido un monstruo, quebranto;
ha sido portero, ha sido
un corazón detenido
en una cárcel de espanto.
Ha sido la soledad
en mis manos, mi taberna,
mi verdugo. Ha sido eterna
su ronda, su terquedad,
la aparente frialdad,
su casa dura y vacía.
Me pierde, —¿quién lo diría?
después de tanto abrazarme:
se aparta por no dejarme
sentir su melancolía.
El tiempo jamás abjura
cada soplo nace, y muere:
no aguarda por quien le quiere
ni persigue al que se apura.
Un instante no se cura
de su pasado; pues arde
el minuto con alarde
de rapidez, y se extingue.
Su premura no distingue
entre la aurora y la tarde.
Saldo mis cuentas. No puedo
tomar el camino en calma.
Lleno de murmullo el alma
para sentirla. Del miedo
se oye el sonido, le cedo
mi libertad, aparece
esta urgencia que adolece
y me atrapa en la renuncia:
es el escape… ya anuncia
que nada me pertenece.
Carlos Ettiel Gómez Abréu
(Jagüey Grande, Matanzas, 1978)