Eso de vivir del cuento puede parecer casi una filosofía, pero para los que realizan el programa con ese nombre en la Televisión Cubana el asunto es mucho más complejo. «Esto se hace con mucho sacrificio —asegura Rolando Sánchez-Agramonte, productor de rodaje y avanzada—; si no fuera por la unión del equipo sería imposible».
Lo cierto es que Vivir del cuento (Cubavisión, lunes, 8:30 p.m.) es ahora mismo el programa más popular de la Televisión Cubana. Eso dicen todas las encuestas y también la extraordinaria acogida del público en la calle. «Cada vez que rodamos en exteriores aquello es un fenómeno, cientos de personas se aglomeran hasta el punto de que a veces es necesario paralizar el tránsito», cuenta Sánchez-Agramonte.
¿Cuál es la fórmula? Parece haber más de una. Una comedia de situaciones con personajes populares, bien caracterizados. Historias sencillas, aderezadas con chistes incisivos. Tratamiento desde el humor de temas polémicos y acuciantes de la sociedad. Y por último, y no menos importante, un protagonista muy carismático, que sustenta toda la armazón: el inefable Pánfilo, interpretado por Luis Silva.
«Pánfilo es símbolo de este pueblo —dice Ignacio “Nachi” Hernández, director de Vivir del cuento. Es un anciano que defiende sus valores en medio de muchas dificultades. Asume las nuevas formas de ser, los cambios que vivimos cada día sin perder la fe, con todo el entusiasmo del mundo. Los contextos lo ponen siempre a prueba, pero él siempre intenta hacer lo correcto. Se enfrenta a lo mal hecho, resiste ciertas tentaciones… La gente se identifica con él porque hay muchos Pánfilos por ahí. El resto de los personajes redondean el retrato de una sociedad, con todos sus matices. Pero siempre se impone el orgullo de ser cubano. Pánfilo puede ir por la vida con una jaba de saco, pero siente ese orgullo por encima de todo».
En un país que cambia, el personaje de Silva es mucho más que una metáfora. Se erige también en conciencia crítica, algo que el público agradece y pide, siempre ávido de una mirada cuestionadora de su entorno. ¿Dónde está el límite?
«El límite está en el respeto con que se aborden los aspectos polémicos —considera Hernández. No tenemos temas tabúes. Se puede hablar de todo, con responsabilidad y compromiso. Hacemos humor, pero siempre con mucha sensatez. En un chiste, de apenas unos segundos, podemos estar trabajando más de media hora. Podríamos hacerlo de una manera directa, pero preferimos que además de reír, haga pensar. Hay que tener sentido de la pertinencia, tampoco podemos permitirnos ofender a nadie. Hemos sido consecuentes y la clave está precisamente en la seriedad con que asumimos los guiones».
Vivir del cuento enfrenta cada semana el reto de ofrecer una historia divertida… sin el equipo de guionistas que en el extranjero garantizan habitualmente de conjunto este tipo de programas. «Esa sería una de nuestras aspiraciones. Por el momento hemos contado con varios guionistas independientes, que han trabajado con responsabilidad y empeño. Pero es normal que la gente se agote y algunos incluso han tenido que tomarse un descanso. De cualquier forma, el trabajo con los libretos es esencial. Los guiones siempre están abiertos. Dejamos siempre un margen para la improvisación de los actores. Esa es una de nuestras fortalezas», añade el director.
El elenco del programa, según Hernández, se ha ido consolidando a lo largo de los años. «Muchos de los actores comenzaron haciendo roles menores, hasta que poco a poco fueron apareciendo los personajes. Siempre hemos confiado en el talento que no siempre encuentra cauces para desarrollarse. En Vivir del cuento hay muchos ejemplos, gente que siempre soñó hacer humor y no había tenido la oportunidad: Aris Teresa (Evarista) es maestra, era directora de escuela, y ahora es una de las actrices más populares. Andy Vázquez había trabajado en teatros, centros nocturnos y programas de televisión, pero con el programa ha podido desarrollar excelentes personajes».
Para Andy, Vivir del cuento es lo más grande que le ha pasado en su vida profesional. Interpreta a dos individuos que están en las antípodas: Facundo, la representación del orden y el control en el vecindario; y Aguaje, el típico vividor. «Lo más difícil es distanciarlos, de manera que no tengan nada que ver uno con el otro. He trabajado mucho en la caracterización de cada uno, buscando elementos singulares. El más difícil ha sido Facundo, que es el que más me gusta. Pero ya le he tomado el pulso».
Para el director, todos los personajes son importantes. «Está claro que Pánfilo es el centro de todo. Pero sin los demás no hubiera peripecias».
Vivir del cuento está en su mejor momento. Obviamente, no hay programas eternos. Pero la cuestión es mantenerlos mientras funcionen, como es el caso. «No nos han regalado nada —reflexiona el director—; todo lo hemos conseguido con mucho trabajo. Recibimos constantemente muestras de retroalimentación. La científica, que son los estudios y encuestas del Centro de Investigaciones Sociales del ICRT, y la más directa, que es el apoyo y el cariño de la gente en la calle».
Sánchez-Agramonte agradece el apoyo entusiasta de muchas instituciones, particularmente del grupo Palco y de las empresas Ciego Montero y Bucanero. Pero el empeño mayor es del colectivo. «Si hay que subir una vaca al estudio, la subimos; si hace falta que un Polski entre en la casa de Pánfilo, pues buscamos el carro. Por falta de gestión no se ha parado de trabajar. Yo tengo un lema: lo fácil ya lo hice, lo difícil lo estoy haciendo, lo imposible lo haré en algún momento. Es, de alguna manera, un lema compartido».