Cuentan que el rostro de Juan Tomás Apolonio se volvió una máscara de preocupación cuando le propusieron, en marzo del 2012, rescatar la vaquería Niña Bonita, ubicada en la empresa agropecuaria Valle del Yabú, de Santa Clara.
Apolonio, como le llaman, no les teme a los retos, pero nunca imaginó que Niña Bonita, aquella vaquería que formó parte del programa ideado por el Comandante en Jefe para impulsar el desarrollo ganadero del país, tuviera un deterioro tal que pudo haberse llamado Vieja Fea.
“Recibí una vaquería sin vacas, sin instalaciones ni cuartones, los potreros perdidos de marabú”. Quienes lo conocen comenta que por aquellos días la cara de Apolonio le metía miedo al susto. No reía y una arruga se alojó en su frente.
Como hombre emprendedor que es, se propuso recuperar cada parte de la unidad e implantar disciplina. El rigor en las labores provocó el éxodo de varios trabajadores, “pero tuvo su parte buena porque purificó al colectivo”, afirmó.
Primero cercó la instalación, desbrozó las malas hierbas y sembró CT-115, caña y recuperó los bancos de leucaena. Las novillas que se compraron podían compararse con las vacas flacas de las fotos de la Seudorrepública, pero eran las únicas que podían adquirir.
Él y los hombres que lo siguieron, junto a otros que se incorporaron, confiaban en que aquella raquítica masa ganadera daría leche. Entre todos aretearon, presillaron, descuernaron los animales. Con cuidados y atenciones, utilizando la inseminación artificial, llegaron a tener primero 40 gestantes, luego 60…
¡Ya va cogiendo aire la vaquería!, aseguran que decía con satisfacción entonces Apolonio, aunque seguía agitado.
Con sistematicidad lograron recuperar el equipo de ordeño, el termo de frío, la fuente de abasto de agua, crear 62 cuartones, hasta llegar a tener actualmente 282 animales. El plan de leche que se propusieron en el primer año fue superado. Han estabilizado el rendimiento a 8,5 litros por vacas y después de pagar todas las deudas al Estado y tener 130 mil pesos de ganancias en el 2014 es que Apolonio y sus hombres sonríen, a pesar de que aún están inconformes.
Vaqueros a la moda
Entre los que creyó en Apolonio está Brayan Hernández, un joven de 18 años que anda mudado vacas por los potreros con argollas y gel en el pelo.
Este muchacho confesó que la ganadería es lo que más le gusta. “Este es mi mundo. Llego de madrugada y “mis vacas” me conocen. Lo mismo Patapinta, Corazón, que Mariposa, todas saben que llegué, es como si me saludaran, están felices por mi presencia”, dijo.
Aspira estudiar veterinaria u otra rama relacionada, mientras tanto trata de sacarle a Melanio Tomás, padre de Apolonio con más de seis décadas de vida y la mitad de ellas entre reses, todo el saber de este oficio.
Para los hombres de la vaquería Niña Bonita asumir los próximos retos será más fácil porque el camino está allanado. Apolonio ya no es un hombre preocupado, sí muy ocupado. Ya no tiene en el rostro la arruga que lo atormentaba. Ríe con satisfacción, no obstante dice que solo hará décimas cuando logren superar el plan del 2015 que asciende a 175 mil litros y estabilice la producción del alimento a 10 litros diarios por vaca para por lograr el millón anualmente.