Por: Frank Padrón
La madre del cordero, de Chile, codirigida por Rosario Espinosa y Enrique Farías, tiene en común con otra concursante de título parecido (El cordero) la dependencia de su protagonista, esta vez femenino, a la iglesia católica; aunque muy ligados, existe en la vida de Cristina, mujer de mediana edad aún atractiva, pero soltera y sin oficio definido, un elemento (auto) represor aún más decisivo: la madre, de ahí el enlace simbólico que tienen ambos en el título, aludiendo a la Virgen María pero a la vez despojando el referente de todo su sentido mí(s)tico. Sin embargo, en una primera acepción el título significa en Chile algo así como lo que en Cuba llamamos “el pollo del arroz con…”: el meollo, la esencia, la sustancia del asunto.
En el pueblo donde viven, se ve muy mal por Carmen, la progenitora enferma y dependiente de la hija (el esposo ha fallecido), que esta tenga una amiga abiertamente lesbiana (Sandra) quien es todo lo contrario a Cristina: una mujer desprejuiciada, libre, que además frecuenta un casino, considerado un foco pecaminoso y molesto por Carmen y sus amigas; la anciana es manipuladora, chantajea espiritualmente a Cristina, trata de controlarla en todo y en el colmo de la injusticia y la homofobia llega a ponerse de parte de un hombre que intenta violar a Sandra.
El filme ofrece un inteligente diseño de personajes, que a la vez entronca notablemente con el tema: nada ni nadie, ni siquiera los seres más cercanos y queridos, deben impedirnos la realización personal; la decisión de la protagonista que marca el desenlace puede resultar tremendista y desmedida, incluso inconsecuente con su personalidad: hasta ahora esclava que parece amar su cadena, o al menos no tener fuerza para librarse de ella, y seguir entregando con amor a quien solo le paga con egoísmo y tiranía, pero no olvidemos que a veces los grandes saltos conllevan gestos de semejante y sorpresivo tamaño, y es lo que hace Cristina cuando se da cuenta de que solo así podrá reinventarse y encontrar su esencia.
La madre del cordero, pese a la deliberada lentitud de su tempo, atrapa de principio a fin gracias a la fuerza de sus caracteres y del relato en el que se imbrican, sin olvidar las actuaciones sobresalientes de María Olga Matte, Shenda Román y Patricia Velazco.