La revista La Habana Elegante publicaba, en 1887, bajo el sello de la Imprenta La Universal, un libro de doscientas veintidós páginas, en que se incluían diecinueve cuentos –firmados por igual número de autores—, todos aparecidos originalmente en sucesivas ediciones del semanario, a partir del número del 6 de febrero del citado año.
“Esperamos proporcionar a los lectores –se comenta en nota publicada en la revista del 2 de enero de 188— un rato de agradable y culto esparcimiento, a la vez que un medio de admirar los ingeniosos rasgos de plumas acreditadas en nuestra modesta república de las letras. (…) En un conciso prólogo quedan expuestos los propósitos que guiaron a la redacción al comenzar esta obrita, cuyo realce pertenece por completo a nuestros estimados colaboradores”.
Con el paso del tiempo, ese libro, titulado Cuentos de La Habana Elegante, se convirtió solo en una referencia bibliográfica. No era posible consultar ejemplar alguno de esa obra en bibliotecas y centros de documentación de la isla, lo que, indudablemente, despertaba la curiosidad y el interés de los estudiosos de la literatura creada en la mayor de Las Antillas.
De ahí que la investigadora Cira Romero se haya dedicado, con paciente empeño, a rescatar, de las páginas de La Habana Elegante, los relatos que aparecieron, en 1887, en el mencionado libro, para así presentar, tanto a estudiosos del tema como a lectores no especializados, esta colección de cuentos que contribuyen a enriquecer el panorama de las letras insulares del siglo XIX.
Así, en Cuentos de La Habana Elegante (Editorial José Martí, 2014, 184 pp), Cira Romero, quien preparó la recopilación, el prólogo y las notas del volumen, reconstruye la edición príncipe de un libro que –en su opinión— fue un proyecto que tuvo “en cuenta una pauta que presidió la mayor parte de las publicaciones periódicas literarias del siglo XIX: ofrecer amena literatura, ideal que, ciertamente algo trasnochado, provenía de los presupuestos estéticos del iluminismo…”.
En esta recopilación –que se abre con el texto “Los dos lentes”, de R. E. Maz (seudónimo de Ramón Meza), y se cierra con el relato “Pilón con cuero”, de José Tamayo y Lastres—, aparecen cuentos, entre otros, de Cirilo Villaverde, Aurelia Castillo de González, Héctor de Saavedra, Enrique Hernández Miyares, Francisco Calcagno, Bernardo Costales y Sotolongo y Antonio Zambrana.
Como afirma la también ensayista, estas páginas “no incluyen piezas excepcionales, pero constituyen la presencia, per se, de un concepto genérico válido y podrían funcionar como una especie de parteaguas para demostrar que se iba abriendo un camino que comenzaría a tener sus mayores logros a partir de la década del veinte del siglo pasado”.
Con la publicación, más de un siglo después, de Cuentos de La Habana Elegante, Cira Romero sostiene, además, la hipótesis de que este es el primer volumen de narraciones que vio la luz en la isla, frente a la afirmación vigente hasta este momento de que tal mérito correspondía a Lectura de Pascuas, de Esteban Borrero Echeverría, fechado en el año 1899.
Durante la revisión del arte final de este volumen, se conocía del hallazgo, en la biblioteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de un ejemplar de la edición de 1887, que ha sido también publicado este año por la casa Stock Cero, para el mercado estadounidense y dirigido a los estudiantes de español y literatura cubana.
Leer hoy Cuentos de La Habana Elegante no solo posibilita, como anunciaban a fines del siglo XIX sus editores, un rato de agradable y culto esparcimiento. La lectura de estos relatos, a inicios de un nuevo siglo y milenio, permite –y ello es lo verdaderamente relevante— conocer, apreciar, valorar, los rasgos identitarios de un género de indudable trascendencia en el panorama literario cubano de los años por venir.