La historia de la nefrología es joven y, por suerte, Cuba tiene a dos de sus fundadores para enseñar y contar sobre aquellas jornadas épicas de principios de la Revolución, cuando prácticamente estos noveles galenos, empujados por otro de más experiencia, forjaron una especialidad que salva vidas y previene enfermedades renales.
“Antes de 1959 se aplicaban diálisis para los casos de insuficiencia renal aguda en tres hospitales de La Habana —quizás uno de los primeros lugares de América Latina donde se hacían—, y a todos iba el mismo médico a realizarlas. Él se había entrenado en Estados Unidos, con el inventor de los riñones artificiales”, recordó el profesor Reynaldo Mañalich Comas.
“Aquel médico salió del país; nunca quiso enseñar la técnica de la hemodiálisis, y cuando se fue le quitó toda la información al material que quedaba en los almacenes, supuestamente para dañar a la Revolución, aunque en realidad a quienes perjudicó fue a los pacientes que se les practicaban diálisis para que les diera tiempo a recuperarse, porque si no fallecían”, señaló el profesor Charles Magrans Buch.
Como ángeles salvadores estaban ellos entonces, encabezados por el doctor Abelardo Buch López, quienes trabajaban en la sala de medicina interna del hospital —actual Joaquín Albarrán—. “Allí quedaron los riñones artificiales y seguimos haciéndolas nosotros a pacientes que venían de todo el país, pues había muchos abortos complicados y transfusiones de sangre incompatibles y las personas caían en insuficiencia renal aguda”, rememoró el Doctor en Ciencias Médicas Mañalich Comas.
En los primeros años de la década de los 60 del pasado siglo, ese trío pasaba casi el día entero en el hospital porque llegaban casos a todas horas; se hicieron nefrólogos por necesidad. Por conocer de tan descomunal esfuerzo, el ministro de Salud Pública de esa época orientó desarrollarla y crear el Instituto Nacional de Nefrología, en las propias áreas del Albarrán. Se tomó el 24 de noviembre de 1966 como fecha de la fundación.
“Esta especialidad, que trata de detectar enfermedades primarias del riñón o algunas urológicas que puedan dañar ese órgano y llevar a su insuficiencia, se ha desarrollado, nos multiplicamos, salimos al exterior a buscar las mejores experiencias, transmitirlas a otros colegas; hoy existen más de 300 nefrólogos y se hacen hemodiálisis en todo el país”.
Así afirmó Mañalich, quien siente “la satisfacción de haber salvado a tantas personas complicadas de afecciones renales, a quienes se les ha trasplantado el órgano o se mantienen en diálisis; de enseñar a las generaciones que nos han precedido para superarnos, porque la especialidad se mejora por año, y de ponernos a la altura de otros países de América Latina y del mundo”.
De la cura a la prevención
“Con el devenir del tiempo nos convencimos de que más allá de hacer las diálisis teníamos que evitar las insuficiencias renales agudas, las cuales se producían además de las dos causas mencionadas, por el estado de shock, que no se trataba bien en esa época, ni aquí ni en ninguna parte del mundo, pues no había un concepto claro de eso”, refirió el Doctor en Ciencias Médicas Charles Magrans, y elogió la visión extraordinaria que para esa época tenía el profesor Buch López.
Estos precursores reconocieron los aportes que hicieron a la nefrología cubana reconocidos profesionales de la especialidad y de la inmunología de varios países, entre ellos franceses y checoslovacos, algunos de los cuales estuvieron en Cuba para enseñarles las tecnologías.
“Logramos estabilizar la insuficiencia renal aguda como tratamiento, que fue lo que se nos pidió; sin embargo, el éxito de aquel grupo inicial fue ponerse a buscar en las causas del hecho, que es la verdadera medicina. Hicimos un tratamiento novedoso del shock, teniendo en cuenta la hemodinámica y el sentido de terapia intensiva que se estaba empezando a desarrollar en el mundo.
“También alertamos sobre el progreso de las técnicas para realizar una buena transfusión; nos dimos cuenta de que los abortos no eran tan sépticos en realidad, sino complicados y que la coagulación es un aspecto importantísimo a tener en cuenta”, explicó Magrans.
Ya se habían instalado riñones artificiales en Santiago de Cuba, Camagüey y Villa Clara —donde hoy se hacen hasta trasplantes renales—; no había entonces equipos para seguir innovando, los hacían ellos mismos de manera artesanal y hasta rústica, mas, otro asunto quedaba por enfrentar: el abordaje de las diálisis a enfermos por insuficiencia renal crónica, que comenzaba en algunas partes del orbe, y antes de la cual fallecían.
Con el arsenal de sus conocimientos y los aportes de otros especialistas de la propia institución, desarrollaron la fístula, es decir, “la manera de abordar la vasculatura para realizar la hemodiálisis, que hacíamos por cateterismo. Éramos racionalizadores obligados, empezamos a tener más riñones y a crecer en la cantidad de pacientes en diálisis.
“Y nos percatamos de que esa no era la solución, porque si todos los años entran al sistema alrededor de 100 a 200 pacientes nuevos por millón de habitantes, y muere el 20 % —pues has mejorado tu trabajo y siguen viviendo—, entonces el próximo calendario no tendremos espacio donde tratarlos”, dijo Magrans.
“En 1970, anticipándonos a varios países latinoamericanos, iniciamos el trasplante renal tomando el órgano de cadáveres, después lo hicimos con donantes vivos. Se creó la red de diálisis, hemodiálisis y trasplante, los tres métodos de sustitución de la función nefrítica cuando esta se ha tornado crónica. En 1974 Cuba tenía más trasplantes y mejores resultados que el resto de América Latina”, expresó Mañalich.
Alargar la vida del paciente
Con estas técnicas se ha logrado elevar la supervivencia de las personas afectadas por esa enfermedad, considerada como una pandemia e importante problema de salud que afecta a más del 10 % de la población mundial. Su aparición se asocia con otras patologías no transmisibles y factores de riesgo, tales como diabetes mellitus, hipertensión arterial, obesidad, el envejecimiento de la población y las que generan el mal funcionamiento del riñón.
La enfermedad renal crónica puede ser prevenible y siempre tratable, basado en acciones de promoción y educación para la salud, y la identificación y control de las personas con riesgos para el diagnóstico temprano, tratamiento y rehabilitación, lo que evitaría la progresión y complicaciones, mejorar la calidad de vida y retardar o detener el ingreso a diálisis o trasplantes.
Se deben promover estilos de vida saludables: higiene personal, consumo de vegetales, frutas y agua potable; disminuir el consumo de sal y azúcar, no fumar, no ingerir bebidas alcohólicas en exceso y practicar ejercicios físicos sistemáticamente. Se deben conocer los peligros, evitar la exposición a productos químicos y otros contaminantes del ambiente que dañan el riñón.
Estas son las conclusiones de los fundadores: “La historia es interesante y gratificadora; éramos internistas y nos hicimos nefrólogos, obligados por las circunstancias, pero eso fue solo en el comienzo, en cuanto avanzamos nos enamoramos de la especialidad. Iniciar algo tiene un valor”.