Imágenes: Reno Massola y José Raúl Rodríguez Robleda
Ciudad errante en sus comienzos, La Habana alcanzó a ser una de las capitales más bellas del continente. Piedra sobre piedra se levantó su encanto ecléctico que maravilla y perdura en el tiempo. Esta urbe enamora irremediablemente a quienes no solo la visitan sino que se adentran en los vericuetos de su palpitante cotidianidad.
En un eterno romance con el mar, que la acaricia y despeina a capricho, la capital cubana se reinventa. Sus habitantes se levantan cada día a fuerza de fe, dicho del trovador, y la viven en sus calles, plazas y rincones.
Capital de todos, bella hasta en sus ruinas, celebramos sus 495 años este noviembre, entre un invierno furtivo y la determinada esperanza de conservarla para todos los tiempos.