Por Hassan Pérez Casabona
Es cierto que, desde hace varios años, prácticamente ningún amante del deporte en nuestro país escapa del influjo asociado a ese fenómeno universal que constituye el fútbol.
Es común en cualquier punto de nuestra geografía -algo que debe en verdad proporcionarnos genuina satisfacción por lo que implica en cuanto al fomento de la práctica de la actividad física- presenciar entre los jóvenes acaloradas discusiones acerca de si Lionel Messi es superior a Cristiano Ronaldo, ahora que el argentino igualó a Raúl González con 71 dianas como los máximos artilleros en la champions; si bien el “Ángel” de los merengues necesitó 142 partidos para ello y el “Duendecillo” de Rosario solo ha requerido 90 choques y que, por otra parte, CR7 le pisa los talones en la competición europea con 70 perforaciones a la cabaña rival, en 107 desafíos.
En el ámbito de los clubes no es menos la polémica en relación a si el Madrid de Carletto Anchelotti aventaja al Barça de Luis Enrique, el Bayern de Múnich de Pep Guardiola y el Chelsea de José Mourinho, o cualquier otro detalle que involucre a Zlatan Ibrahimovic, Ángel Di María, Neymar Jr., Luis Suárez, Radamel Falcao, James Rodríguez, Arjen Robben y el resto de las estrellas que brillan en la principales lides balompédicas del planeta.
En instantes de esa naturaleza, ya sea previo a un Clásico Mundial o los Juegos Centroamericanos y del Caribe, como sucede ahora, una buena parte de los cubanos sacamos a relucir nuestras ensoñaciones beisboleras cimentadas desde la niñez, para opinar acerca de la conformación de la novena que nos representará en el certamen de marras.
En diferentes etapas de estas cinco décadas de la pelota revolucionaria los aficionados se inquietaron por la ausencia, entre muchos, de Romelio Martínez, Javier Méndez, Félix Núñez, Lázaro Junco, Julio Germán Fernández, Lázaro Madera, Luis Miguel Rodríguez o Yolexis Ulacia de determinada escuadra, o abogaron fuertemente porque a hombres que luego brillaron allende los mares, como Rigoberto Rosique y Antonio Muñoz, se les abriera un espacio en sus comienzos en los conjuntos mayores, luego de varias temporadas con resultados relevantes.
Algunos no comprendieron, más reciente en el tiempo, la no inclusión de Giorvis Duvergel y Alexander Malleta en el roster que nos representó en el I Clásico, en marzo del 2006, convirtiéndose después ambos en puntales de la escuadra que defendió los colores patrios en los Centroamericanos escenificados en el verano de ese propio año, en la cálida Cartagena de Indias.
En esta oportunidad muchos abogaban por la incorporación del versátil espirituano- matancero Yasiel Santoya, capaz de engarzar con elegancia bolas endemoniadas lo mismo como defensor del primer cojín que de las praderas; del torpedero vueltabajero Luis Alberto Valdés y del propio Giorvis Duvergel, sin discusión uno de los bateadores más completos de la última década en nuestro predios, así como del espirituano Ismel Jiménez y el artemiseño Misael Villa, serpentineros con excelente desempeño en lo que va de campeonato.
En fin que nunca la conocedora afición antillana estará complacida ciento por ciento con la conformación de un elenco nacional, y en ello radica precisamente una de las grandes fortalezas de nuestro principal pasatiempo, en buena lid porque denota el calado profundo de la pelota dentro del imaginario popular del cubano.
Quiero detenerme, sin embargo, en un acontecimiento que apenas ha recibido distinción a raíz del anuncio del conjunto que intervendrá en Veracruz, y es el hecho de que en el mismo militan los hermanos Yulieski y Lourdes Yunieslki Gourriel Castillo.
En Cuba existe una larga tradición de familias dedicadas a la práctica del béisbol al más alto nivel. Pienso, en ejercicio rápido de memoria, en los hermanos Nemesio y Ernesto Guilló, a los que está vinculada la simiente de este deporte en nuestro archipiélago hace exactamente 150 años, luego de que retornaran a casa junto a Enrique Porto tras seis años de estudio en el Springhill College de Mobile, Alabama. Durante aquella travesía Nemesio se encargó de que llegara a buen recaudo el bate y la pelota que depositó en su baúl, implementos que para la fecha, 1864, eran poco conocidos incluso en territorio norteamericano.
O en Carlos y Camilo Pascual; “Patato” convertido en 1950 en el jugador que marcó el medio centenar de peloteros cubanos en incursionar dentro de la Gran Carpa, algo que hizo Camilo en 1954, además de descollar los dos en la Liga Cubana Profesional; o en Tony y Juan Carlos Oliva, el primero champion bate en la Liga Americana de la Major League Baseball en 1964 (323), escogido además esa campaña como Novato del Año; en 1965 (321) y 1971 (337) y el segundo destacado serpentinero con los conjuntos pinareños y con el uniforme de las cuatro letras.
Otros países tienen casos sobresalientes en este sentido; quizás el más emblemático involucre a los hermanos Felipe, Mateo y Jesús Alou, que llenaron de orgullo a los parciales de la República Dominicana, a partir de que todos vistieran el uniforme de los Gigantes de San Francisco. Felipe abrió la ruta en 1958 (devino el segundo representante de Quisqueya en las Mayores luego de que Osvaldo “Ozzie” Virgil rompiera el celofán en 1956), mientras que Mateo se sumó en 1960 y Jesús en 1963.
Pese a esas raíces un suceso como la merecida inclusión de dos de los hijos de Lourdes y Olga Lidia en el team Cuba no deja de asombrar; al punto de que no ocurría algo similar desde que Omar y Juan Carlos Linares Izquierdo coincidieron en el conjunto que participó en la Copa Intercontinental de Barcelona, en 1997.
En la Ciudad Condal sucumbimos en la final ante Japón, lo que significó de paso la ruptura de una extraordinaria cadena de victorias, iniciada una década antes bajo la conducción de Jorge Fuentes. Los hijos de Fidel y Panchita habían logrado antes las medallas doradas en los Centroamericanos de Ponce, en 1993, y el Campeonato Mundial de 1994, que tuvo asiento en la hermana Nicaragua, evento donde también se incluyeron los lanzadores capitalinos Orlando y Livan Hernández.
Haciendo un poco de historia encontramos que en los VII Juegos Panamericanos de México, en 1975, los jovellanenses Wilfredo y Fernando Sánchez Gónzalez formaron parte de la nómina que se alzó con el título, algo que repitieron en el XXV Campeonato Mundial de Italia y los XIII Centroamericanos de Medellín, en 1978; la IV Copa Intercontinental de La Habana y los VIII Juegos Panamericanos de Puerto Rico, en 1979, y el Mundial de Japón en 1980.
Wilfredo, que el 19 de enero de 1985 se convirtió en el primer pelotero en Series Nacionales en arribar a la mítica cifra de 2000 inatrapables, es el prototipo de hombre proa dentro de un line up. Además de su coronas de bateo en la VIII Serie Nacional, en 1969, con 354 de average; la IX, la XV, la XVIII y la XXIII, en 1984, compilando 385 con el uniforme de Citricultores –que lo hicieron consagrarse como rey de los bateadores en tres décadas diferentes- posee uno de los récords que se antoja más difícil de quebrar en nuestro torneos: los 13 triples que conectó, justo en la campaña de 1969, vistiendo la franela de los Henequeneros, tropa con la que un año después alzó el trofeo de campeones de la mano de Miguel Ángel Domínguez.
Fernando, sin fisuras en su juego y que desafortunadamente representa el menos reverenciado de los peloteros extraclases que han desfilado por nuestras series, resultó líder de los bateadores en 1978, con 394 de promedio.
Sería imposible mencionar aquí todas sus hazañas (en 1992 rompió la marca histórica de hits impuesta por su hermano, estando la suya vigente hasta inicios de la actual centuria), así que exclusivamente apuntaré que, a nivel internacional, fue también una bujía para nuestros conjuntos.
Específicamente en los eventos en los que coincidió con el “Gamo” se hizo sentir mediante su ofensiva, ya que en los Panamericanos del 75 terminó con 333; en el Mundial de Italia con 432 (16 hits en 37 veces al bate); en los Centroamericanos de Medellín con 447 (21 en 47); en la Copa Intercontinental de La Habana con 345 (10 en 29), en los Panamericanos de Puerto Rico con 400 (12 en 30) y en el Mundial de Japón con 447 (21 en 47).
Como curiosidad señalar que Lourdes padre, horcón indiscutible de su atlética familia, debutó con el principal elenco de casa en certámenes internacionales a los 22 años, en la mencionada IV Copa Intercontinental de La Habana, del 79, donde consiguió 10 incogibles en 29 turnos para 294 de average, aunque su verdadera “explosión” como bateador de alcurnia en porfías foráneas ocurrió un año después, en el Mundial celebrado en Japón.
En la tierra del Sol Naciente el hijo pródigo de Meneses, en el Yaguajay espirituano, despachó 19 inatrapables en 42 vistas oficiales al home play (452 de promedio), haciendo de las suyas como guardabosque derecho y séptimo en el orden al bate dentro de la potente alineación antillana.
En esa cita comenzó a tejer su extraordinaria reputación de hombre hecho para los instantes definitorios cuando, en el partido frente a los estadounidenses, largó cuadrangular en el segundo capítulo que sirvió para nivelar las acciones y más tarde, justo en el epílogo, remolcó con cohete al right field a Pedro José “Cheíto” Rodríguez, anclado en tercera, para dejar tendido a los de las barra y estrellas. Parma en 1988 no hizo sino confirmar su temple para los momentos cruciales.
Yulieski, inspirado desde pequeño en la leyenda paterna, experimentó la sensación de militar en el equipo insigne poco después de sobrepasar los 18 años, en ocasión de la Copa Intercontinental celebrada en nuestro país en el 2002.
En esa lid solo consumió tres turnos con el madero, algo bien distinto de la responsabilidad que debió asumir en los XIV Juegos Panamericanos de Santo Domingo en el 2003, donde promedió 364 (8 en 22) incluyendo 4 extrabases y 636 de slugging. Desde esa fecha, hasta su reciente actuación dentro de la Liga Profesional de Japón, lo conseguido por el experimentado antesalista le reserva, inobjetablemente, un escaño privilegiado entre los mejores peloteros que han desfilado, en cualquier época, por nuestras Series Nacionales.
El menor de los Gourriel se “coló” ahora con toda justicia en la agrupación deportiva más encumbrada de la nación, solo uno días después de que, el 17 de octubre, cumpliera 21 años de edad.
No tengo dudas que él y Yulieski, casi seguro, volverán a calzar juntos los spikes en eventos de primero orden, como el venidero Torneo Premier 12, en el 2015, y el IV Clásico Mundial en el 2017. Por lo pronto esperemos que contribuyan a la esperada victoria antillana en lares aztecas.