El alistamiento de la delegación cubana casi termina. Los aciertos y las carencias de ese proceso podrán evaluarse muy pronto en los terrenos veracruzanos. La posibilidad de retornar a la cima del deporte regional es cierta, aunque exigirá gran eficiencia competitiva
Por primera vez desde la década de los 70 del pasado siglo, una nación afirma públicamente su propósito de superar a Cuba en los Juegos Centroamericanos y del Caribe. México dio a conocer tal aspiración hace días, aportando una notable cuota de distinción a la XXII fiesta deportiva regional que se inaugura el próximo viernes en la ciudad azteca de Veracruz.
La inspiración de los anfitriones parece provenir de varios razonamientos atendibles: hace ocho años, en Cartagena de Indias, mostraron gran resistencia ante la delegación cubana, capaz de escalar a lo más alto de la tabla de preseas en las postrimerías del certamen, y de imponerse con solo 32 títulos de diferencia, cifra lejana de los 131 metales áureos que les separaron en Maracaibo 1998.
Por otro lado, los aztecas llegan en condición de reyes actuales de la cita, tras haber aventajado en Mayagüez 2010 a las comitivas de Colombia y Venezuela, países que sostienen ahora mismo una dura y declarada porfía por el tercer lugar del medallero veracruzano.
Y lo más importante: México exhibe un crecimiento sostenido de sus resultados deportivos en la última década; ha alistado muy bien a cada una de sus selecciones; incursionará con más de 700 atletas y en la totalidad de las pruebas convocadas para la ocasión; conoce como ningún oponente las instalaciones de competencia y contará de seguro con el apoyo de la afición jarocha.
Como dato curioso vale recordar que la última vez que este país fue sede de unos juegos centrocaribes, en el Distrito Federal en 1990, conquistó 114 premios dorados para escoltar a una ostentosa embajada atlética cubana (180 oros), base de la que reinó en los XI Juegos Panamericanos de La Habana 1991, y de aquella capaz de anclar quinta en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
Sospecho, además, que el optimismo mexicano se asienta en el conocimiento de que nuestro deporte no vive su mejor época, como resultado de errores cometidos, serias dificultades económicas y la sostenida pérdida de talentos en casi todas las disciplinas. Esta última situación posee disímiles causas, pero obedece en buena medida a la incesante labor de mercaderes y traficantes que operan impunemente en Europa y la región de Norte y Centroamérica, y quienes ahora intentarán actuar de nuevo.
Tales elementos alcanzan para catalogar a Veracruz 2014 como el reto más difícil enfrentado jamás por Cuba en lides regionales de esta envergadura. Sin embargo, los análisis realizados por el INDER arrojan posibilidades de éxito en el famoso balneario azteca, de ahí que el objetivo trazado sea recuperar el liderazgo centrocaribeño ostentado desde Panamá 1970, con las excepciones de San Salvador 2002 y Mayagüez 2010, a las cuales no se acudió por falta de garantías en materia de seguridad y organización, respectivamente.
Un propósito semejante, manifestado en el acto oficial de abanderamiento de la delegación, bajo la mirada fija del Héroe Nacional José Martí, no emana de especulación o capricho alguno. Cuba, fruto de su gigantesca obra en el campo del deporte, goza de suficiente autoridad y reconocimiento internacional. Nada le habría impedido asumir que —por esta vez— la meta no estaría en el liderato por naciones. No habría sido indigno ni catastrófico, más bien un acto responsable en medio del proceso de transformaciones que experimenta la sociedad en general, y el INDER en particular.
Triunfar, sin embargo, responde a una decisión, a una vocación, a un compromiso basado en cuestiones objetivas: nombres, marcas, cálculos, en fin, detallados estudios sobre las fortalezas propias y ajenas, sin descuidar la historia que por fortuna sigue estando a nuestro favor. Nadie debería subestimar la calidad de los deportistas cubanos y su capacidad para superar obstáculos por grandes que estos sean. Ejemplos hay decenas en las últimas cinco décadas.
Por supuesto que hacer pronósticos deportivos dista de ser una ciencia exacta. Entre las líneas de una cancha, una piscina o una pista dos por dos no siempre es cuatro. Ni el más erudito de los analistas podría escribir las memorias de unos juegos antes de que ocurriesen los hechos. El error está siempre a flor de piel, pero se pueden lograr acercamientos serios con un margen de equivocación lógico.
No disponemos del estudio realizado por el INDER —es un material bastante bien guardado por tradición—, pero sí de las valoraciones parciales realizadas por la mayoría de las federaciones nacionales en recientes encuentros con la prensa especializada. Esa información, junto al criterio de nuestra redacción, conforma la base del siguiente análisis.
México prevé dominar la cita de Veracruz con alrededor de 133 títulos, a partir de sus potencialidades en natación, clavados, tiro deportivo y con arco, nado sincronizado, rácquetbol, pelota vasca, atletismo, canotaje, triatlón, taekwondo, squash, tenis, kárate y pesas (f), entre otras disciplinas. Confía, adicionalmente, en que Colombia y Venezuela le arrancarán a la Mayor de las Antillas varios de sus triunfos habituales.
Nuestros cálculos indican que la cima del medallero se logrará con más de cien coronas, pero quizás no tantas como pronostican los expertos aztecas. Debe considerarse que las más de 400 preseas de oro colocadas en disputa no se repartirán solo entre cubanos y locales, pues venezolanos, colombianos, boricuas, dominicanos, jamaicanos y otros competidores también obtendrán sus éxitos. Apenas ejemplifico con la comitiva vinotinta, cuyo objetivo es conseguir 65 primeros lugares.
Para nadie es un secreto cuales serán nuestras claves en Veracruz. Otra vez corresponderá liderear al atletismo (15), judo (13), lucha (13), boxeo (8), tiro (8), pesas (7), canotaje (7), remo (6), ciclismo (6), taekwondo (5) y esgrima (6). Entre paréntesis coloco las cifras de títulos posibles de alcanzar, conservadoras en unos casos y más ajustadas en otros. La suma roza los 100 metales dorados, 94 para ser exactos.
Pero habría que incluir las reales oportunidades de victoria que se avizoran en béisbol, baloncesto (f), balonmano (f y m), gimnasia artística (3), natación (2), bádminton (1), polo acuático (f y m), voleibol de sala (m) y playa (m), pentatlón moderno (3), hockey sobre césped (f y m), softbol (f), tenis de mesa (2) y kárate (2).
Esta predicción, en alguna medida cautelosa, coloca a Cuba en condiciones de acercarse a las 120 coronas, un botín que es muy probable alcance para encabezar la tabla de medallas centrocaribeña por decimosegunda vez en la historia. Y de paso para impedir que México nos iguale en ese acápite con 11 trofeos.
Las tensiones estarán presentes desde el inicio por el empuje del equipo anfitrión y el revuelo mediático que irán despertando sus inevitables triunfos; por las veleidades del arbitraje, usualmente favorable a los de casa; y por los designios de un calendario que de seguro exigirá a nuestra delegación venir de abajo durante la última semana de la contienda, fechas en las cuales se dirimirán los premios en boxeo, lucha, remo y atletismo, algunos de los deportes más aportadores a la causa nacional.
Resultará crucial la disciplina, cohesión, entrega y fidelidad de los más de 500 atletas cubanos llamados a competir en suelo jarocho. A diferencia de otras ocasiones, el margen de error es estrecho y cada cual deberá cumplir su cometido a toda costa. La única variante para regresar a casa en la cúspide regional es cumplir el meticuloso libreto programado. De lo contrario, habrá que postergar este deseo hasta Barranquilla, Colombia, en el 2018.