Por: Dr. Félix Julio Alfonso, historiador y vicedecano docente del Colegio de San Gerónimo de La Habana
Este año 2014 es de gran importancia para la historia del beisbol cubano por cinco aniversarios cerrados de enorme trascendencia: los 150 años de la llegada de los primeros implementos para jugar beisbol, traídos por los hermanos Nemesio y Ernesto Guilló a su regreso de Mobila, Alabama; los 140 años del mítico juego del 27 de diciembre de 1874 en el Palmar de Junco; los 125 años de la publicación de la primera historia del beisbol cubano, obra del joven intelectual y pelotero Wenceslao Gálvez y Delmonte; los 100 años del inicio del primer campeonato amateur del siglo XX, ganado en sus tres primeras ediciones por el Vedado Tennis Club, y los 75 años de la creación del Salón de la Fama del Beisbol Cubano.
Sin embargo, tales acontecimientos nos encuentran en una precaria situación en todo lo relacionado con la preservación y salvaguarda de la memoria histórica y de la insoslayable contribución del beisbol a la nacionalidad cubana. Con la excepción de modestas y transitorias muestras corporativas o personales en algunos estadios u otras instituciones del país, se carece de instituciones museables consagradas al juego de pelota, de bibliotecas especializadas en proteger su patrimonio bibliográfico o de archivos donde se guarde la memoria del beisbol cubano. Mención aparte merecen el celo y la devoción de un puñado de coleccionistas privados, cubanos y extranjeros, que han logrado preservar una parte considerable de ese legado material e intangible, el cual de otro modo hubiera corrido la suerte de perderse irremediablemente.
Asimismo, luego de su interrupción en 1960, no se ha logrado revitalizar hasta hoy el Salón de la Fama, un templo consagrado desde sus orígenes a honrar el mérito de nuestros mejores peloteros profesionales, a los que deben agregarse ahora todos los jugadores, cubanos y foráneos que hayan jugado en la Isla, sin exclusiones que no sean las de su gloria deportiva, y junto a ellos directores, árbitros, comentaristas, periodistas e historiadores del pasatiempo nacional. Aquí no es ocioso recordar que países con muchísima menos tradición e historia beisbolera que Cuba, poseen instituciones de esta naturaleza.
Lo anterior resulta sorprendente y verdaderamente imperdonable, si tomamos en cuenta que la pelota es parte sustancial de una comunidad imaginada de identidad y cultura que llamamos Cuba, que está en la médula de nuestra formación como país y acompañó a los mambises en su bregar libertario. En esta propia sala (Adolfo Luque, del estadio Latinoamericano) se encuentra la tarja que, gracias a la iniciativa del Dr. Benigno Souza, médico personal del general Máximo Gómez, se realizó el 24 de febrero de 1948 para rendir homenaje a los peloteros que habían luchado por la independencia. Ahora otro mambí pelotero, Elpidio Valdés, también nos acompaña gracias al talento y la generosidad de su creador Juan Padrón. (se refiere al cartel oficial del Coloquio Nacional Museo y salón de la Fama del Beisbol Cubano: de la utopía a la realidad)
Como la palma, el himno, el escudo, la mariposa, la Virgen de la Caridad del Cobre, el danzón o la rumba, el beisbol es parte inseparable de la cubanía. En las primeras décadas del siglo XX la inclusión del béisbol en el arsenal de símbolos de la identidad nacional era un hecho indiscutible, con sus héroes negros y blancos unidos en una mitología popular y en una práctica social que era muy superior al racismo imperante en la República. Desde los clubes aristocráticos hasta el último batey azucarero, miles de cubanos vibraron de emoción y fueron protagonistas de una maravillosa felicidad colectiva gracias al juego de pelota.
Cuba fue madre y maestra de la pelota latinoamericana, fue la gran difusora del beisbol en el Caribe, Centroamérica y el sureste de México, sus jugadores brillaron en dichos países y fue el gran semillero de talentos que abrió el camino a los peloteros latinos en las Grandes Ligas. Cuba fue también la gran animadora de las Series del Caribe y sempiterna ganadora en torneos internacionales amateurs desde sus inicios. Luego de 1959, un beisbol democrático, popular y verdaderamente nacional, se impuso como un noble emblema del acontecer revolucionario en el deporte.
El pueblo cubano ama el beisbol, se expresa a través de su lenguaje y de sus símbolos, y encuentra en el juego de pelota una manifestación trascendente y viva de su cultura. Todos ellos nos parecen motivos legítimos e ineludibles para demandar la restauración del Salón de la Fama y promover la creación de una institución cultural y patrimonial asociada a él, capaces de hacer justicia histórica a los peloteros, directivos, árbitros, periodistas, historiadores y cronistas, cubanos y extranjeros, con méritos para ser recordados como inmortales del juego de pelota, aquellos cuyo memoria no debe perderse y cuyo legado debe transmitirse de generación en generación.
Creemos apasionadamente en la idea de devolverle con este gesto magnifico al pueblo de Cuba, no solo un salón y un museo donde se honre, se conozca y se respete la formidable tradición del beisbol insular, sino algo más profundo y permanente: un fragmento imprescindible de su tradición y de su identidad como Nación.
Noviembre de 2014