Junto a la supervivencia económica del país, hoy en Cuba se define si la hegemonía cultural la acapara un proyecto restaurador del capitalismo o una idea propia de socialismo. Así lo cree el asesor del Presidente cubano para asuntos de la Cultura, Abel Prieto Jiménez, quien defiende como vital el debate que se libra entre concepciones emancipatorias de las artes y la entronización de gustos “colonizadores”.
En un foro sobre el fomento del gusto y la educación audiovisual, convocada por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Asociación Hermanos Saíz (AHS), Prieto alabó iniciativas como la Fábrica de Arte Cubano (FAC), de La Habana, y El Mejunje, en Santa Clara.
“Son lugares donde se muestra una modernidad no colonizada. Lo que se ve allí no es la modernidad yanqui, colonizadora, de las fiestas de Halloween, paladares con guirnaldas y vendedores de las Tiendas Recaudadoras de Divisa con gorros de Santa Clous”, señaló.
En la discusión, a la cual acudieron cineastas, realizadores televisivos, educadores e investigadores de la cultura, confluyeron diversos enfoques sobre las causas y consecuencias de un gusto audiovisual (para algunos, “deformado”) que está en pleno proceso de cambios por el efecto de las nuevas tecnologías.
“Estamos en una etapa que sería peligroso para la institucionalidad insistir en satanizar las nuevas prácticas culturales sin haberse acercado a ellas”, alertó el crítico de cine residente en Camagüey, Juan Antonio García Borrego, quien sugiere pensar las políticas públicas desde la democracia, el debate y la diversidad. En ese sentido lamentó el cierre hace un año de las salas 3D creadas por actores privados y llamó a concentrarse en promover espectadores más exigentes.
“Las salas 3D no se admitieron por una razón ajena a los contenidos”, aclaró el asesor del mandatario, quien añadió que, de todas formas, “en ningún momento, el Estado ha pensado dejar en manos de privados decisiones que tengan que ver con la política cultural, como es la programación de espacios”.
Según Prieto, la legislación cubana no ampara la piratería, aunque se hayan autorizado figuras del comercio por cuenta propia como los vendedores de discos, a los cuales, dice el asesor, se les hace firmar un documento en el que reconocen su obligación de indemnizar a un autor o empresa si esta reclama por la venta de sus obras sin permiso.
La Ley del Derecho de Autor y las regulaciones del Centro Nacional para el Derecho de Autor (CENDA) permiten reproducir obras sin fines de lucro con el propósito de beneficiar la difusión de la ciencia, la técnica, la educación y la cultura en general.
Por esa razón, admitir pequeños negocios de proyección (que copiaban obras sin pagar derechos para exhibirlas en sus tandas) era, para el funcionario, un claro quebrantamiento de la legalidad. “Las salas privadas basadas en la piratería no existen en ninguna parte del mundo. Era permitir una actividad lucrativa sin respaldo legal”, recalcó.
La educación del gusto: raíz del problema
Los hábitos de consumo se crean desde la más temprana edad, insistieron en el foro investigadoras como Isabel Ríos y Nilsa González, directora del Centro de Referencia Latinoamericano de Educación Preescolar y profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, respectivamente.
Ríos insistió en que ni la televisión cubana ni las familias han comprendido completamente que desde que nace el niño se expone a los audiovisuales y que, por tanto, deben ser diseñados y seleccionados materiales específicos para cada edad. “Los padres deben saber que la nana de su niño no es el televisor. Nosotros creemos que la percepción de un producto audiovisual debería ser un momento de participación familiar, para que se conduzca con intención el desarrollo de las habilidades del pequeño”, apuntó.
Para la profesora González “los padres se problematizan muy poco lo que consumen sus hijos, y suelen pensar que los muñequitos no hacen daño”. En contraposición a ese criterio reveló como investigaciones realizadas en la capital del país demuestran que los niños están reproduciendo estereotipos de género y raciales por su exposición descontrolada a producciones de la industria cultural extranjera.
El intercambió también indagó en el impacto sobre todos los públicos de la circulación alternativa de contenidos, el llamado Paquete Semanal, al cual se invitó a tratar sin prejuicios y, sobre todo, desechar la idea de prohibir. “El Paquete no es algo que podamos controlar”, dijo el crítico Joel Del Río quien prefiere apelar a ganar la inteligencia para salvar a los consumidores del “marasmo intelectual y emocional” en que los envuelven ciertos productos.
“En un país abierto a las influencias externas, como es Cuba hace mucho tiempo, las instituciones deben preocuparse por conocer la realidad y adaptarse a ella, no pretender controlarla o diseñarla”, opinó el realizador Rudy Mora, también miembro de la UNEAC.
“Ojalá se pusiera de moda el conocimiento”, deseó el asesor presidencial para asuntos de la Cultura quien parafraseando al escritor Mario Vargas Llosa, lamentó que los líderes intelectuales hayan sido sustituidos por los “famosos”. “Tan nocivo es el rechazo intelectual a las nuevas tecnologías como el relato postmoderno que admite todo como bueno, porque eso desdibuja los objetivos de la política cultural”, sentenció.
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