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Leche derramada

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La editorial de Casa de las Américas ha publicado Leche derramada, la novela con la que el escritor y músico brasileño Chico Buarque obtuvo  el Premio de narrativa José  María Arguedas en el 2013.  Es un texto hermoso, de peculiar aliento lírico. Y no solo  por la belleza de la frase, de  la armazón misma, sino por  las implicaciones de lo que  se dice, por la atmósfera que  instaura, que tiene la consistencia de los sueños.

El protagonista, un señor centenario postrado en  una cama, cuenta su vida, las  peripecias muchas y más o menos extraordinarias de su  larga existencia. Pero es un  anciano enfermo y cansado,  la memoria le juega malas  pasadas. Y la narración fluye  entre divagaciones, mentiras  piadosas, confusiones, pura  ilusión. Es que, en definitiva,  esa es la memoria, la suma a  veces balanceada y a veces no  tanto de lo que aconteció y de  lo que soñamos.

Nuestro personaje lo dice en algún momento, cuando se justifica por repetir una y otra vez el mismo cuento: “…si con la edad nos da por repetir ciertas historias, no es por demencia senil, sino porque algunas historias no paran de ocurrir en nosotros hasta el final de la vida”.

Chico Buarque habla del fin de una época, de la destrucción de un ámbito aristocrático, ciertamente romántico, aunque marcado por la  injusticia y el escándalo. Al  protagonista le cuesta adaptarse a los nuevos tiempos, y se atrinchera en sus recuerdos. Termina por confundir  los límites entre realidad e invención.

Leche derramada se lee paladeando. Son tan vivas las imágenes, es tan fino el humor, tan singulares los episodios, que el lector puede vislumbrar el mundo de un hombre, con sus luces y sombras.

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