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Un dirigente sindical junto a Camilo

Gerardo Noguera confiesa haber vivido siempre orgulloso de su relación con Camilo Cienfuego. Foto: Agustín Borrego
Gerardo Noguera confiesa haber vivido siempre orgulloso de su relación con Camilo Cienfuego. Foto: Agustín Borrego

 

Por Felipa Suárez y María de las Nieves Galá

Gerardo Noguera Martínez casi tuvo que recorrer media isla para encontrarse con la Columna Invasora No. 2 Antonio Maceo, comandada por Camilo Cienfuegos. Esa era la misión que le había asignado el Partido Socialista Popular (PSP) cuando su presencia en la región de Artemisa se hizo insostenible por sus destacadas actividades partidistas y sindicales en la ruta 35 de ómnibus, en esa ciudad.

Con el ímpetu y fogosidad de sus 27 años puso rumbo hacia El Salto, en la Sierra Maestra. “Ya en Bayamo, una compañera se encargó de conducirme y al llegar a un lugar llamado Peralejo, cerca de Manzanillo, supimos que Camilo había pasado por allí dos días antes, y que una gran cantidad de guardias que se encontraban en el lugar iban en su persecución.

“Entonces comenzó para mí un peregrinar que me llevó a Holguín, Camagüey, Ciego de Ávila y finalmente a Las Villas. En fin, hice la invasión detrás de Camilo, a quien me uní el 15 de octubre, en Juan Francisco. Mi encuentro con él fue muy fraternal; esa noche no hablamos, pero ya en Jobo Rosado, hacia donde la columna retornó, me pidió información sobre Artemisa, pues tenía referencias de mi desempeño como dirigente obrero.

“Me asignó a la escuadra de la comandancia y se me entregó un fusil Cracker, que tenía un cordelito por correa, y 10 balas de Springfield, las cuales no servían para esa arma.

“Después del combate de Venegas, Camilo me entregó un fusil Springfield con canana, de los ocupados a los guardias. Aún no tenía uniforme, sino un pantalón de gabardina y una camisa de mangas cortas que el Comandante un día me dijo que me la quitara y me dio una suya con el brazalete del Movimiento Revolucionario 26 de julio (MR-26-7).

“Desde el primer momento me pareció haber conocido a Camilo desde siempre. No hubo nunca la menor disparidad; me demostraba afecto y cariño, me tiraba la mano por arriba; se reía, hacía chistes”, rememoró.

En la piel de los trabajadores

Incorporado al mundo laboral apenas iniciada su etapa juvenil, Camilo Cienfuegos Gorriarán conoció muy de cerca las angustias de quienes a diario derramaban el sudor en la búsqueda del sustento familiar.

Con tan rica experiencia no le resultó difícil comprender a los campesinos y obreros agrícolas e industriales que, una vez llegado él a la región central del país, acudían a su comandancia —establecida en La Caridad, en el monte Alicante—, para denunciar los atropellos y abusos de que eran víctimas por parte de patronos y mayorales.

Ante las constantes quejas de los trabajadores de la zona, Camilo decidió hablar con ellos en el campamento de La Caridad, adonde acudieron unos 400 de los cercanos centrales San Agustín y Adela.

Fue en ese momento, en el cual el jefe invasor acudió a la experiencia sindical de Noguera y le dijo: “Gerardo, agarra”. El artemiseño recuerda que se subió en una piedra y a todos les gustó lo que habló. “Al día siguiente Camilo me llamó y me asignó la responsabilidad de organizar el movimiento obrero en el territorio. Le manifesté mi disposición de cumplir tal misión, para lo cual necesitaba moverme hacia los bateyes, pues desde el campamento no podía hacer nada. Lo comprendió y puso bajo mi mando una escuadra de siete compañeros, bien armados, para que me acompañaran en esa labor”.

Refiere que recorrieron todo el territorio del Frente Norte de Las Villas, y no comprende cómo los guardias no los mataron, porque desde días antes los vecinos de los bateyes sabían cuándo los visitarían.

“Así inicié el trabajo. Organizaba mítines, asambleas, donde escuchaba las demandas, fundamentalmente relacionadas con el pago del diferencial azucarero y otros reclamos; también conocía de las violaciones y ofensas de los patronos, y dejaba constituidas las secciones sindicales en cada batey.

“Tomado General Carrillo, ubiqué allí mi sindicato durante varios días; en ese pueblo se me unió Tito Igualada, un obrero azucarero del central San Agustín enviado por el MR-26-7 para que trabajara conmigo”, expresó.

Respuestas multitudinarias

Convocados por Noguera, el 29 de noviembre, en Juan Francisco, se dieron cita trabajadores procedentes de Yaguajay, Mayajigua, Zulueta, Remedios, Camajuaní, Meneses, Placetas, y otros lugares, para hablar acerca de la situación laboral en la región y de la necesidad de su apoyo a la lucha contra la tiranía.

“El 7 de diciembre hice otra asamblea en Jobo Rosado, donde en horas de ese mediodía el ejército trató de entrar, pero fue rechazado. Estaba convocada para las siete de la noche, y a las seis tres aviones bombardearon el campamento. Eso sucedió porque, cuando se anunciaba una reunión, los mayorales informaban al ejército dónde estábamos y qué íbamos a hacer. A pesar de que destruyeron el lugar, la dimos a las nueve de la noche, y fue tan masiva, como la de Juan Francisco.

“La asamblea más grande de obreros industriales la celebramos en un batey llamado Weiber, en la zona del central San Agustín, cerca de Zulueta, no recuerdo en qué fecha. Fue distinta; asistieron alrededor de 300 trabajadores de los centrales Adela y San Agustín, y resultó la más combativa de cuantas hubo en el Frente Norte de Las Villas”.

Gerardo Noguera señala con orgullo que Camilo confió en él, pues jamás le chequeó su actividad, aunque se mantuvo siempre informado mediante los comentarios que le llegaban y sus intercambios con él.

Camilo y Gerardo después del triunfo de la Revolución. Foto: Cortesía del entrevistado

La plenaria de General Carrillo

El pueblo liberado de General Carrillo fue el sitio donde finalmente se celebró la Plenaria Nacional Azucarera, convocada por el Frente Obrero Nacional Unido (Fonu), cuyas sesiones fueron inicialmente programadas para el frente dirigido por el Che, quien planteó la imposibilidad de efectuarla por razones de la guerra, y propuso trasladarla para el Frente Norte.

“Camilo me confió esa misión. Organizamos la plenaria con apoyo del PSP, de gran influencia en la región, y del Movimiento, y citamos a los delegados para el 19 de diciembre, en el campamento de La Caridad, pero lo ya experimentado me aconsejó desviarlos hacia General Carillo y los hechos me dieron la razón, porque a las cinco de la tarde el referido campamento fue bombardeado”.

A la plenaria asistieron, entre otros, Ursinio Rojas, Jesús Soto, dirigente de los trabajadores textileros de Bauta; José María de la Aguilera, secretario general de los bancarios, quienes, asegura Noguera, quedaron impresionados cuando, antes de iniciarse las sesiones, alrededor de 5 mil personas, convocados por Noguera, recorrieron el pueblo portando carteles donde señalaban las principales demandas.

“Hay quienes dicen que Camilo estuvo en la plenaria y habló. Eso no es cierto. Él se encontraba en los preparativos del ataque a Zulueta, y como a las tres de la mañana pasó por donde sesionábamos y solo conversó conmigo para saber cómo marchaba todo, tras lo cual se retiró.

“Días después comenzó el combate de Yaguajay, hacia donde me dirigí y estuve esos días con Camilo. Ya no se hizo nada más del movimiento obrero, pues este fluía por sí mismo”, afirmó.

Lealtad que perduró

Gerardo Noguera considera muy emotivo el trabajo de organización del movimiento obrero en aquel frente de guerra, donde había siete centrales azucareros. Tuvieron que realizar un gran esfuerzo porque, primero a pie, después a caballo y por último en yipis, visitaron todos los bateyes y colonias, e incluso, dice, se vieron obligados a “celebrar bodas y divorcios, y discutir lindes de fincas, porque la gente confiaba en los rebeldes”.

Confiesa que si de algo ha vivido orgulloso toda su vida es de “haber estado con Camilo, de mis relaciones con él, de mucho vínculo y lealtad, que perduraron más allá de la guerra. Un hombre como él no lo he conocido nunca”.

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