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Un Festival para el son

Festival Matamoroson 2014. Foto: René Pérez Massola
Festival Matamoroson 2014. Foto: René Pérez Massola

 

Cuando a mediados de la década de 1980 el musicólogo Danilo Orozco y un grupo de colaboradores decidieron organizar en Santiago de Cuba un festival que homenajeara a Miguel Matamoros, el son, género que con tanta pasión cultivara, se encontraba preterido por varias razones, entre ellas, la influencia arrolladora de sonoridades extranjeras.

Veinticinco ediciones después ─las 15 últimas de ascendencia internacional y con el maestro Adalberto Álvarez como presidente de honor─, las circunstancias son otras: Cuba se ha legitimado como un reservorio musical; el son en el 2012 fue declarado “patrimonio inmaterial de la nación” y ha extendido su influencia hasta rincones insospechados; y Matamoros es ya una leyenda que da lustre a la identidad nacional.

Una vez concluido el Festival Matamoroson de este año podemos lamentar conciertos con orquestas como las de Pupy y los que son son, o el propio Adalberto, a los que solo asistieron unos pocos cientos de personas cuando la capacidad del Anfiteatro Mariana Grajales, lugar escogido como una de las sedes principales, es de 12 mil personas. Esto es apenas uno de los resultados de una programación poco divulgada y que los organizadores también calificaron como poco eficaz.

El coloquio teórico De Santiago traigo un son, quedó por debajo del nivel que hoy muestran los estudios musicológicos en Cuba y que necesitan de espacios como estos para darse a conocer. En este sentido es justo reconocer que la socióloga santiaguera Liliana Casanella salvó la honrilla con la presentación de su excelente libro Música popular cubana. Letra y juicios de valor (siglos XVIII-XX), editado recientemente por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC).

Santiago, ciudad bailadora como también lo son La Habana, Guantánamo o Manzanillo, por solo mencionar algunas, se ha ganado el derecho, a fuerza de talento y perseverancia, de tener espacios en los que el son habite su ambiente natural, las calles, tal como ocurría en tiempos de Matamoros. Para eso el Festival brinda una cobertura favorable que al menos en esta ocasión no fue aprovechada.

Cuenta la leyenda que precisamente en una de esas presentaciones públicas Miguel Matamoros, quien este año festejaría sus 120 años, escuchó a una niña aquella famosa pregunta que le inspirara esa joya musical que hoy resulta imprescindible al background sonoro de cualquier cubano y que nos recuerda, cada día, que de Santiago son muchos de los mejores cantantes. Y músicos, diría yo.

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