Cualquier tatuador, estomatólogo, músico, deportista, pintor, campesino, mecánico y hasta reportero pudo ser el protagonista de esta historia, pues el desarrollo de un padecimiento como la epicondilitis depende de la intensidad cotidiana de muchas ocupaciones.
Descrita entre las 35 enfermedades profesionales que registra la Resolución 283/14, del vigente Código de Trabajo, se conoce también como “codo de tenista” debido, según varios artículos, al primer diagnóstico hecho en 1883, precisamente a un atleta de la mencionada disciplina, aunque ya había sido definida 10 años antes por un investigador conocido como Runge.
Girar la llave en la cerradura de la puerta o extender la mano para saludar resultan acciones torturantes para quienes sufren el mal. Presente en aproximadamente el 3 % de la población del orbe, el padecimiento es clasificado por la bibliografía médica como “probablemente, el más frecuente de los que afectan el codo”.
Mitos y realidades
“La epicondilitis se caracteriza por el dolor en la cara externa de la referida zona, sobre el epicóndilo, una prominencia ósea ubicada en la parte más exterior del codo. Es un proceso inflamatorio que ocurre a nivel del origen de los músculos extensores del antebrazo y de la mano”, explicó el doctor Danis Pérez Castillo, especialista de Segundo grado en Ortopedia y Traumatología del hospital general provincial Camilo Cienfuegos en Sancti Spíritus.
Provocada por la tensión mantenida o el sobreuso de las extremidades superiores, algunos estudiosos la asocian con bursitis o periostitis y aunque esos supuestos pueden explicar el dolor persistente, el principal desencadenante reconocido por la ciencia es el traumático: “En la etiología se invocan varias teorías; sin embargo, esta última es la de mayor fundamento, pues el sobreesfuerzo y los movimientos repetidos de la muñeca hace que se rompan fibras y, por tanto, esos daños conllevan a la enfermedad”, precisó Pérez Castillo.
Un mito se ha creado sobre la relación directa de la patología con los tenistas, pero, solo entre el 5 y el 10 % de los aquejados pertenecen a ese segmento. La realidad es que toda persona, cuyo oficio demande un empleo excesivo de las manos, es propensa a padecerla.
Así, chapistas, carniceros, maestros, jugadores de squash, esgrimistas o quienes manejan herramientas de más de un kilogramo (kg) y cargas de 20 kg se encuentran expuestos a sufrir la epicondilitis. Pasar largas jornadas delante de una computadora, sobre todo cuando adoptamos malas posturas, deviene causa frecuente de la afección.
Las nuevas tecnologías facilitan las rutinas laborales, mas su presencia insustituible en nuestra cotidianidad puede desencadenar un efecto bumerán si no conseguimos dosificar el tiempo que estamos frente al ordenador, el teléfono inteligente, la tableta electrónica u otros dispositivos.
En el deporte, específicamente en disciplinas de raqueta, su aparición puede subordinarse a errores técnicos, tales como ejecutar el golpe al revés con el codo flexionado, tener una pelota con mala consistencia y contar con una empuñadura de diámetro incorrecto. Tras un accidente o caída también puede surgir el codo de tenista; sin embargo, las probabilidades en esos casos son ínfimas.
Víctimas del oficio
“Dolores constantes en la parte externa del codo al alzar una taza de café, abrir una puerta u otras actividades rutinarias son síntomas propios de la epicondilitis. El paciente además puede presentar impotencia funcional cuando hace movimientos de supinación (posición de la mano con el dorso hacia arriba) del antebrazo y extensión de la muñeca. Siempre les resulta doloroso cuando palpamos la zona epicondílea”.
El especialista aseguró que la sensación punzante puede irradiarse hacia las zonas del hombro y del brazo. En la mayoría de los casos, la patología afecta a la mano dominante y raramente se da de manera bilateral. Resulta común que los aquejados tengan más de 30 años y la incidencia se materializa tanto en hombres como en mujeres, sobre todo porque unos realizan acciones de más fuerza y las otras emplean desencadenantes en potencias como el mouse o el teclado de la computadora.
“El diagnóstico de este padecimiento es eminentemente clínico, incluso, los médicos tenemos métodos específicos para determinar su naturaleza, entre estos el de provocar el dolor a través de la extensión de la muñeca contra resistencia. Las radiografías suelen ser negativas, aunque hay quienes las recomiendan para desestimar causas osteoarticulares. Otros estudios como resonancia magnética, ecografía, gammagrafía ósea, etc., no harían demasiados aportes ni serían concluyentes para llegar a un dictamen acertado”, afirmó el ortopédico espirituano.
Existen distintos tratamientos para acabar con el malestar de los aquejados: el conservador, el físicorehabilitador y el quirúrgico. Con respecto a las posibilidades que ofrecen cada uno, Ángel Disonado Muñoz Cruz, especialista de Primer grado en Ortopedia y Traumatología del hospital espirituano, precisó:
“En un primer momento prescribimos analgésicos, relajantes musculares o antinflamatorios para tratar de contrarrestar la sintomatología del paciente. La fisioterapia puede apoyar los efectos de los medicamentos o convertirse en una opción cuando la persona no muestra mejorías. En esos casos, los fisiatras aplican cremas esteroideas, ultrasonidos, corrientes, calores y otros, en dependencia de las características del doliente.
“En el tratamiento de la epicondilitis suelen emplearse frecuentemente los esteroides infiltrados, mediante inyecciones aplicadas en el sitio del dolor”. Aclaró que “se trata de una alternativa que puede tener efectos adversos, tales como la despigmentación y depresión de la piel o la ruptura del propio tendón. Procedemos a la cirugía si no queda otro remedio, debido a que es la técnica más invasiva”.
A propósito de las consecuencias indeseadas que llegan a tener las infiltraciones en algunos afectados, los especialistas comentaron a Trabajadores sobre la instauración de un proyecto asociado a la medicina regenerativa y que debe entrar en funcionamiento a finales de año.
“Pretendemos hacer la infiltración de lisado plaquetario, o sea, introducir plaquetas en la zona lesionada, pues estas al romperse liberan elementos analgésicos, antinflamatorios y tienen la capacidad de regenerar. Lo más alentador de la técnica propuesta es que eliminaría las complicaciones asociadas que provocan las actuales infiltraciones a nuestros pacientes”, concluyó Muñoz Cruz.
La epicondilitis es la muestra de que hasta en las rutinas que asumimos pudiéramos tener al enemigo de una vida saludable. Reducir el tiempo de la acción causante del dolor, adoptar posturas adecuadas mientras laboramos, usar mangas largas para mantener caliente el codo afectado, emplear vendas en la zona lesionada o rehabilitada, realizar calentamientos, antes, durante y después de la actividad física; practicar ejercicios de estiramiento y fortalecimiento de los músculos regularmente, sin excesos, y evitar la carga de mucho peso son recomendaciones válidas para enfrentar un mal que puede convertirnos en víctimas de nuestra propia profesión.