Aleydita y el viejo Ramón

Aleydita y el viejo Ramón

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas (Sin valoración)
Cargando...

“…Debo dejar la casa y el sillón,

la madre vive hasta que muere el sol,

y hay que quemar el cielo si es preciso por vivir”.

Silvio Rodríguez: La Era está pariendo un corazón

Ernesto Che Guevara Fumando puros, una de sus pasionesSolo nos separan unas horas de que se cumplan 47 años del asesinato, en la escuelita de la Higuera, en Bolivia, del Comandante Ernesto Guevara de la Serna, el Che. Tomo la proximidad de la efeméride para compartir con los lectores, sobre todo con los más jóvenes, una historia que, aunque ya se conoce, tuve la oportunidad de escuchar la emoción con que lo cuenta su protagonista, cuando esta era una niña.

Corría marzo de 1965, y la hoy doctora Aleida Guevara March, tenía cinco añitos, casi seis, cuando una noche, junto a su mamá y hermanos, vio llegar al viejo Ramón, un señor bien afeitado, con unos espejuelos grandotes y canas en su cabellera, quien se presentó como amigo de papá, el cual habían dicho estaba para Oriente.

A todos invita a comer el recién llegado, y mientras cenaban la niña le dijo al viejo Ramón, que si de verdad era amigo íntimo de su padre, por qué no tomaba el café con azúcar y el vino tinto sin agua.

El señor, sonriente le contestó que a él le gustaba el vino puro. Entonces, la niña le dijo que no, y le echó agua a su vino.

Después de la comida se pusieron a ver la televisión y a retozar. Es entonces, cuando la niña, que juega a los indios con su hermanito de casi tres años, cae al piso y se da un golpe en la cabeza con la mesita de la sala.

El viejo Ramón rápidamente se levanta y toma a la niña en sus brazos sin decir una palabra, la besa y de una manera muy especial la aprieta fuerte contra su pecho. Con los ojitos llenos de lágrimas, la pequeña mira al hombre impresionada.

Luego, dándole vueltas al sofá, donde la madre conversa con el extraño, Aleydita se acerca, y le dice a su mami que quiere decirle un secreto. Acerca su boca al oído de ella y casi a pleno pulmón lanza su secreto: “Mama, yo creo que ese hombre está enamorado de mí”.

El viejo Ramón la escucha y casi llora, no dice nada y soporta estremecido por su amplia capacidad de amar, las ganas enormes de decirle, “Si soy tu papá que te ama mucho”.

Con el paso de los años la pequeña Aleydita, supo que aquel Ramón, del tierno abrazo no era otro que su padre, el Che, que con otra apariencia había ido a despedirse de ellos, pues otras tierras del mundo reclamaban el concurso de sus modestos esfuerzos.

Esa noche de 1965, sería la última en que el legendario Comandante Guerrillero viera a sus hijos Aleydita, Camilo, de solo tres años de edad entonces, Celia de un año y medio y Ernesto, con solo un mes de nacido, pues el Che prefirió no ver en esa oportunidad a Hildita, la mayor, hija de un primer matrimonio, por temor a que esta pudiera reconocerlo.

Renunciando a su grado de Comandante, sus cargos en la dirección del Partido y su puesto de Ministro, y llevando solo consigo lazos de hermandad y fidelidad a Cuba y Fidel, marchó el Che de Cuba, a combatir las injusticias imperiales. Primero en el Congo africano, luego en las selvas bolivianas.

El 19 de abril de 1965, con la identidad de Ramón Benítez, llega el Che a la ciudad de Dar es Salaam, en Tanzania, para unirse a la causa liberadora del pueblo Congolés, allí con un grupo de cubanos, durante algunos meses. Luego regresa a Cuba, y prepara la gesta a Bolivia, tierra americana a la que arriba con pasaporte uruguayo, con el nombre de Adolfo Mena González.

Antes de partir de Cuba, había dejado a sus hijos grandes y tiernos consejos. En una de sus cartas les decía: Aleydita, tu eres la mayor, debes portarte bien con tu mamá y ayudarla mucho en la casa… Celia, ayuda a la abuela y se buena con ella… Camilo: no sigas echando malas palabras que los niños no dicen esas cosas feas… Ernestito: cuando yo regrese si hay aún imperialismo saldremos a combatirlo, si ganamos, Camilo, tú y yo, nos iremos de vacaciones a la luna.

Con más de 49 años de ocurrida, la historia del viejo Ramón con la pequeña niña, permanece con vigencia inalterable de leyenda, como la vida toda del Comandante Guevara.

 

Compartir...

Un comentario en Aleydita y el viejo Ramón

  1. Hay que mantener viva su lucha por la liberación para conseguir una sociedad mejor estemos en el país que sea, siempre estarás con y para nosotros Seguimos tu lucha
    Y

Escribir comentario

© 2018 Trabajadores. Órgano de la Central de Trabajadores de Cuba
Director: Alberto Núñez Betancourt
Subdirectores Editoriales: Alina Martínez Triay y Joel García León
Territorial y General Suárez. Plaza de la Revolución. La Habana, Cuba. CP: 10698
Fax: 053 (7) 555927 E-mail: digital@trabajadores.cu