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El “león” que no se la comió

Por René Camilo García Rivera, estudiante de Periodismo

María Elena salta ligera como una bailarina. El pelo negro galopa en su espalda mientras la fatiga le azota el corazón. Corre con “pies ligeros” como Aquiles. A lo lejos, un trote de jinetes. Siente el aliento de dos hombres detrás y no puede detenerse. Esquiva los surcos alumbrados por la luna. El resplandor mortecino sobre su rostro le hace parecer más prolongada la nariz. En vez de zapatillas de tela al estilo de “la Alonso”, lleva pesadas botas negras.

 Se ha prendido la hierba/ dentro del continente

  las fronteras se besan/ y se ponen ardientes*

Cuatro meses después de la victoria sandinista los maestros cubanos pisaron tierra centroamericana. Por fusil llevaban la cartilla alfabetizadora. Entre ellos estaba María Elena García Fernández, quien arribó a Managua el 26 de noviembre de 1979 e integraba el contingente pedagógico Augusto César Sandino.

Tras una brevísima estancia en la capital nicaragüense partió rumbo a León, segunda urbe más importante del país. Pero su destino definitivo no sería este enclave de 300 mil habitantes, sino la pequeña comarca del Valle de los Espinozas, cuatro kilómetros monte adentro.

Se partió en Nicaragua/ otro hierro caliente

  con que el águila daba/ su señal a la gente*

Durante los dos años que permaneció allí, María Elena casi perdió su nombre: “la maestra cubana”, le decían todos. La escuelita era el portal de una casa. Una veintena de muchachos lo inundaban cada día. Casi diez adultos analfabetos lo ocupaban de noche. Por la mañana, venían los niños más pequeños. En una mano, un nailon con los libros; en la otra, los zapatos, las mismas chancletas de ir a las fiestas, a la ciudad y a clases. Cuidaban más las suelas que las plantas de sus pies.

Ahora el águila tiene/ su dolencia mayor

  Nicaragua le duele/ pues le duele el amor*

En el bohío, la mujer despertó sobresaltada. Su marido, el viejo Espinoza, dormía a su lado. En la noche del campo, el silencio es tan profundo como la oscuridad. A veces no se ve más allá de la punta de los dedos: Viejo, viene la Contra. Son muchos jinetes y están cerca. Llévatela pa´l monte. ¿A quién? ¿A quién tú cré? A la maestra cubana. ¿A esta hora? Dale, no pierdas tiempo. Ya casi están aquí, que te acompañe el varón.

Y le duele que el niño/ vaya sano a la escuela

  porque de esa madera/ de justicia y cariño

  no se afila su espuela*

Al Valle de los Espinozas venía gente de muy lejos a comprar ganado. El viejo contaba varias cabezas en su finca. Se pasaba el día ahí, pero por la noche, la maestra lo enseñaba a leer y a escribir. El hombre tenía las manos tan gruesas, rígidas, y curtidas por la tierra, que apenas podía sostener el lápiz. La maestra no consiguió mucho, pero al menos le quitó la vergüenza de tener que firmar con una cruz.

Una tarde, mientras María Elena impartía sus clases, se acercó un comprador de ganado. ¿Y usted por qué viene de tan lejos a enseñarnos? ¿Acaso sabe quién es Rubén Darío? Ella, imperturbable, respondió: ¿Quién, el poeta nacional de Nicaragua? ¿El autor de Azul y Sonatina? ¿El gran modernista? El hombre calló. Pero respóndame usted, ¿quién es José Martí?… El comprador nunca más volvió a molestar a la maestra.

Andará Nicaragua/ su camino en la gloria

 porque fue sangre sabia/ la que hizo su historia*

María Elena salta ligera los surcos alumbrados por la luna. Le siguen de cerca el viejo Espinoza y su hijo. Se oyen disparos a lo lejos. La vieja y los dos muchachos más pequeños estaban solos en el bohío. La fatiga apretuja el pecho de la maestra. El silencio absoluto los aplasta. Regresan al amanecer… En la casa los recibe la mujer de Espinoza con una coladita de café. Solo un susto, dice. Eran los vecinos que anoche fueron a sacrificar unos caballos.

El 5 de octubre el mundo celebra el Día Internacional de los Docentes. Cuba posee razones para festejar por todo lo alto. En lo que va de siglo, la nación caribeña ayudó a sacar del analfabetismo a más de 8 millones de personas en 28 países gracias al método Yo sí puedo. Entre los antecedentes hay que mencionar la colaboración educativa con Nicaragua durante el proceso revolucionario de la nación centroamericana entre 1979 y 1991. En aquella ocasión, más de 2 mil maestros cubanos cooperaron para reducir la tasa de analfabetismo a menos del 13 por ciento. María Elena García Fernández fue uno de ellos.

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