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Carlito en la memoria de Ana

Ana muestra parte del fuselaje del avión siniestrado que atesora el Memorial Mártires de Barbados, en Las Tunas.  Foto del autor
Ana muestra parte del fuselaje del avión siniestrado que atesora el Memorial Mártires de Barbados, en Las Tunas.
Foto del autor

Este 6 de octubre se cumplen 38 años del abominable crimen de Barbados en el que perdieron la vida las 73 personas que viajan a bordo de la aeronave de Cubana de Aviación que fue vilmente explotada en pleno vuelo.

Tres de las víctimas eran tuneros: los jóvenes deportistas Leonardo McKenzie Grant, Carlos Leyva González y Abelardo Rodríguez Font, oriundo del municipio de Jesús Menéndez.

Ha pasado el tiempo y en la memoria de Ana Rosa López Bañobre perduran las imágenes de aquel fatídico día, en que a Carlos Leyva González, uno de sus vecinos le fuera cercenada la existencia. Sus palabras lo inmortalizan.

“A Carlito lo recuerdo como un joven muy educado; callado, pero no tímido, le gustaba regalarles flores a las muchachitas del barrio que se lo disputaban. Lo mataron en la mejor etapa de su vida, cuando los jóvenes comienzan a ponerse lindos.

“Supimos de la noticia con Henry Rumiao, hijo de María Dupont, una francesa que a la postre era dueña del terreno donde se construyó la casa de Carlos. Él   oyó hablar por la BCC de Londres de un accidente de un avión de Cubana   que traía a unos deportistas y se lo comentó a mis padres –Rafael y Rosa.

“Había incertidumbre, era algo que no podíamos creer, no podía ser verdad, y cuando se confirmó por Radio Reloj y otros medios nacionales; pero nadie le dijo nada a Gudila –la mamá de Carlitos-, ni a Carlos, el padre; hasta que las autoridades lo hacen oficial. Ellos se pusieron muy mal. Era tanto el dolor que   los vecinos y los familiares nos mantuvimos, por espacio de una semana, en velorio simbólico”, dice y no puede contener las lágrimas.

Los ojos de Ana Rosa siguen húmedos y rememora: “El padre comenzó a padecer de desequilibrio mental. Él era una persona   muy activa, muy trabajadora y de cierta cultura, hablaba el francés y el inglés. A Gudila –la mamá- unos 8 días después de un conmovedor acto de recordación –el 17 de septiembre de 1995- cuando develamos una tarja en el Memorial le dio una trombosis e isquemias constantes de las que no se recuperó más.”

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