Un set ganado y algunos instantes de juego destacados fue el saldo positivo de las cubanas en el XVII Campeonato Mundial de Voleibol de Italia 2014, cuya segunda ronda —16 mejores elencos— arranca el venidero miércoles en varias ciudades de ese país europeo.
Luego de caer por la vía rápida ante Bélgica (15–25, 12–25, 16–25), Puerto Rico (25–22, 27–25, 25–19), Japón (19–25, 24–26, 23–25) y China (25–15, 25–11, 25–18), este domingo las alumnas de Juan Carlos Gala disputaron su mejor desafío del certamen frente a las azeríes, quienes sudaron la gota gorda para imponerse en cuatro mangas (25–20, 25–27, 25–20, 25-22) y pasar a la siguiente ronda.
Con esta actuación, las nuestras se despidieron de la lid con cinco fracasos y sin punto alguno en el grupo D, palmarés que apenas alcanzará para el lugar 22 de la tabla por países, solo por delante de Camerún y Túnez. Sobra decir que se trata de la peor actuación mundialista desde el debut en 1970, y un momento triste para la nación que reinó a sus anchas en la última década del siglo XX.
Terminado el pleito ante Azerbaiyán, Gala expresó que “aunque no nos fue tan bien como esperábamos, consideramos que ha sido una gran experiencia”. Sus palabras apuntaban seguramente al futuro, a la añoranza de que las jugadoras jóvenes logren enmendar algún día el maltrecho camino tomado por nuestro voleibol.
Sin embargo, la afición no está dispuesta a renunciar más al presente y exige estrategias más firmes, concretas, para salvar un deporte insignia del país. Llevamos años apostando a adolescentes —más y menos talentosas— que cuando dejan de serlo se marchan de la selección con la sospecha, o la casi seguridad, de que jamás volverán a ella. Es una maldición que tira por la borda dinero y esfuerzos, dejando agobio, decepción y derrotas, cada vez más.
Pienso ahora mismo en Melissa Vargas, quien próxima a cumplir 15 años de edad es el mayor prospecto de esta disciplina en el mundo. Su desgaste físico en las últimas dos temporadas ha sido inmenso porque ha jugado un rol para el cual su organismo no está listo. Mas, cabe preguntar si existe una estrategia de desarrollo para esa excepcional atleta, en la cual se conjuguen aspiraciones personales y nacionales armónicamente. Quizás haga falta aplicarla más pronto de lo que muchos imaginan, para conservar a quien perfectamente pudiera liderear a nuestro elenco en la cita olímpica de Tokio 2020.
Rescatar los triunfos del voleibol femenino cubano es una tarea de muchos, imposible de cumplirse mediante fórmulas trilladas. Hay que cambiar de verdad, o la caída será aún más notable.