Por: Ernesto Montero Acuña
Estimula la cubanía del Velorio de Papá Montero y de la rumba A llorar a Papá Montero, muy difundida esta en festividades de todo tipo —de la Noche Buena al Carnaval y de los jolgorios familiares a las celebraciones patrióticas, como el 20 de mayo— caracterizadas por las disputas políticas de ocasión entre liberales y conservadores.
Crítico acerca de cómo se rememoraba tales hechos, el poeta publicó en el periódico El Camagüeyano el 21 de mayo de 1924, un día después del aniversario veintidós de la independencia cubana de España, su Pisto Manchego (1) en contra de que «se cante con voz carrasposa y entonación problemática, la insulsa rumba de “Papá Montero” o alguna otra cosa por el estilo».
Pero siete años después de su reacción crítica, sin duda contra la política al uso, el que era joven periodista cuando la concibió, dio a conocer su Velorio de Papá Montero, poema aparecido en su libro Sóngoro cosongo (1931), siguiente a Motivos de son (1930), que se incluía en aquel. Tanto estimó Guillén a Grenet, sin embargo, que al morir este (2) escribió: “Con él se nos ha ido un pedazo del folklore musical de Cuba”.
Sobre la composición del autor habanero se precisa en el prólogo de Manuel Villabella (3) a la primera edición de Pisto Manchego (tres tomos, editorial Letras Cubanas, 2013) que la obra musical «debió escucharse reiteradamente» en aquel año «en que fue compuesta por Eliseo Grenet, maestro concertador de la compañía de Arquímedes Pous», para el sainete Pobre Papá Montero.
En cuanto a Guillén, este aseguró en su charla titulada Presencia en el Lyceum (4) que la temperatura elegíaca –como la calificaba- de su libro Sóngoro cosongo hay que buscarla en el Velorio de Papá Montero […] “tipo del pueblo, hijo de la fiesta, del ron y de la música, cuyo trono es firme en el cielo de nuestro folklore”, a lo que añadía que “el dolor […] no logra desprenderse de cierta gracia zumbona”.
Así lo caracteriza en su poema: “Bebedor de trago largo,/ garguero de hoja de lata,/ en mar de ron barco suelto,/ jinete de la cumbancha:/ ¿qué vas a hacer con la noche,/ si ya no podrás tomártela,/ ni qué vena te dará/ la sangre que te hace falta,/ si se te fue por el caño/ negro de la puñalada?” (5).
En su conferencia en el Lyceum añadía: “De ese color mulato está teñido Sóngoro cosongo, cuyo origen precisa buscar en los Motivos de son, publicados en 1930. Estos pequeños poemas recogen los menudos conflictos de la masa, y cada uno trata de ser un cuadro breve, enérgico y veraz del alma negra, enraizada profundamente en el alma de Cuba.”
En fin, aquel personaje muy popular, cuya trascendencia incluye el óleo de Mario Carreño titulado Los Funerales de Papá Montero, alcanza la mayor parte de su gran trascendencia y difusión en la rumba de Grenet y en el poema de Guillén, que entrelazan la leyenda y la historia en un mítico cubano, arraigado en la tradición.
Al extremo de que su tema ha sido llevado al cine por los directores Octavio Cortázar en La última rumba de Papá Montero (1992), con el Conjunto Folclórico Nacional; y por Enrique Pineda Barnet en La bella del Alhambra (1989), cinta de gran impacto nacional y multipremiada.
El destacado representante del teatro bufo Arquímedes Pous, dramaturgo y actor, centró en el personaje su tetralogía (1923-1934) titulada Pobre Papá Montero, Los funerales de Papá Montero, La resurrección de Papá Montero y El proceso de Papá Montero, en tanto que Antonio María Romeu y María Teresa Vera lo interpretaron en la música.
No se duda que el personaje originó numerosas leyendas, aunque no se sepa a ciencia cierta si existió o es solo el resultado de la imaginería popular, a pesar de que se insiste en que, incluso, vivió en la etapa de Malanga (6), quien se afirma que fue su gran rival en el baile. Se cuenta que sus correrías le ocasionaron numerosos disgustos hogareños con su esposa, pues entre música, tragos y fugaces amoríos transcurría su vida.
Pero un desafortunado día, en carnaval, una puñalada atravesó su corazón. Mortalmente herido —según el relato legendario— vio como la vida se le escapaba entre el repique de cajones y tambores. Tal como le ocurrió a Malanga —se dice—, nunca se supo quién fue el culpable, ni por qué lo mataron. Cuentan que el velorio fue un festival de percusión en el cual se unieron los tambores, las tumbadoras y las gangarrias de todo Sagua la Grande, que acompañaban a los improvisadores.
Mas, se asegura que entre los concurrentes se encontraba la esposa del difunto, quien, muy callada hasta el final, en el momento de la despedida se acercó al féretro e interpretó el estribillo inmortal: «A velar a Papá Montero, ¡zumba!, canalla rumbero»; e inmediatamente la secundaron a coro los presentes: «A velar a Papá Montero», una escena muy de sainete.
Tal es el estribillo de Eliseo Grenet, quien continúa trascendiendo en la música como Nicolás Guillén en la poesía, en este caso a partir de un estereotipo étnico relacionado con las costumbres y con la historia cultural, de las cuales proviene y a las que contribuye. Guillén lo relacionaba con Negro bembón, La canción del bongó, el Secuestro de la mujer de Antonio y Rumba, reflejado en un son que le salió redondo y mulato, como un níspero.
(1) Nicolás Guillén: Patrioterías, Pisto Manchego, tomo I, ed. Letras Cubanas, La Habana, 2013, p. 248.
(2) Nicolás Guillén: Eliseo Grenet; Cuba, en el ala de nuestro tiempo; ed. Letras Cubanas, 1995, p. 155. Eliseo Grenet nació en 1893 y murió en 1950.
(3) Manuel Villabella: Pisto Manchego, tomo I, Prólogo, ed. Letras Cubanas, 2013, p. 49.
(4) Nicolás Guillén: Presencia en el Lyceum, conferencia en esa sociedad femenina, La Habana, 20 de febrero de 1932; compilada en Cuba, en el ala de nuestro tiempo, ed. Letras Cubanas, 1995, p. 25.
(5) Nicolás Guillén: Sóngoro cosongo, Obra poética, tomo I, ed. Letras Cubanas, 2011, pp. 101-102.
(6) Malanga, mote de José Rosario Oviedo, gran exponente de la Rumba Columbia. Se cree que nació el 5 de octubre de 1885, hijo de negra esclava y padre desconocido. De Unión de Reyes, en Matanzas, se presume que le hayan provocado la muerte hacia la mitad de la década de 1920, en Ceballos, Ciego de Ávila.