El martes, 23 de septiembre, había escuchado la intervención del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela en la Asamblea General de la ONU. Habló 12 minutos. Era inobjetable.
Al anochecer, la representación venezolana se trasladó al Bronx donde una entusiasta población los esperaba. Allí había estado Hugo Chávez quien dejó entre ellos imborrables recuerdos.
A la altura del momento internacional que se está viviendo, numerosas personas expresaron ideas y pensamientos profundos.
En ese histórico encuentro podría afirmarse que, a través de las pantallas de televisión, participamos millones de personas.
Decidí enviarle al día siguiente una felicitación al presidente venezolano, pero como ignoraba su itinerario le solicité a nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, que también está en Nueva York, le hiciera llegar el mensaje al presidente venezolano.
Por mi parte, ni siquiera sospechaba que a la misma hora en que yo preguntaba a Bruno si le había hecho entrega de lo que había escrito por la mañana, este me responde con la noticia de que Maduro comenzaba otro discurso ante la Asamblea General. ¡Escúchalo!, le dije. Sintonicé de inmediato a TeleSur y allí comenzaba su segundo discurso a la Asamblea General, y el tercero en Nueva York. Esta vez habló media hora y no quedó punto esencial sin abordar. Hugo se habría sentido orgulloso de ver a uno de sus hijos revolucionarios decir lo que dijo y cómo lo dijo.
Por ello menciono en la carta solo dos discursos y no tres. Añado únicamente que cuando Bruno entregó el texto de mi mensaje, él solo preguntó si yo tenía objeción en que se publicara. “Por supuesto que no”, pedí se le respondiera. ” Es un gran honor”.
Fidel Castro Ruz
Septiembre 25 de 2014
11 y 15 a.m.