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¡Aaaaah, dale mambo!

Dámaso Pérez Prado
Dámaso Pérez Prado

Sus padres anhelaban que fuera médico y hasta llegó a cursar el primer año de la carrera, pero Dámaso Pérez Prado puso a un lado la aspiración familiar para consagrarse por entero a descifrar el lenguaje de las fusas, semifusas, corcheas y semicorcheas y demás elementos en las partituras.

En el piano puso todo su empeño y realizó estudios académicos a la vera de maestros como Marta Angulo y Rafael Somavilla.

Asi transcurrieron los primeros pasos de aquel muchachito nacido el 12  de diciembre de 1916 en la provincia de Matanzas, cuna de la rumba, el danzón y de reconocidos escritores, músicos y otras celebridades de la cultura en la Isla.

Falleció a consecuencia de un infarto cardíaco hace 25 años, en Ciudad México, el 14 de septiembre de 1989 y por su genialidad y creatividad es considerado el Rey del mambo.

El ADN DE UN RITMO

Comencemos por  el  nombre.  La procedencia africana resulta denominador común para  señalar el origen del vocablo mambo con el cual se le conoce a ese ritmo cubano.  Etnólogos e investigadores afirman  que proviene de la expresión “abrecutogüiri mambo”  que en dialecto ñáñigo (algunos opinan que congo)  indica abre el oído y escucha lo que te voy a decir. También existe el criterio que significa “conversación con los dioses”.

“Mambo es una palabra cubana. Se usaba cuando la gente quería decir cómo estaba la situación; si el mambo estaba duro era que la cosa iba mal… Me gustó la palabra… Musicalmente no quiere decir nada, para qué le voy a decir una mentira. Es un nombre. Hasta ahí no más”, dijo Pérez Prado en una entrevista

Acerca de la raíz musical del término,  musicólogos y estudiosos sobre el tema  plantean que el mambo  tiene  su génesis a partir del  danzón cubano, que en la década del 30 del pasado siglo imperaba en los salones de bailes y fiestas.

Entre las agrupaciones que en la Isla cultivaban el género sobresalía Arcaño y sus maravillas en la cual los hermanos  Orestes e Israel López

(Cachao) le imprimían al cadencioso ritmo una particularidad que daba cierta celeridad repetitiva en la improvisación de la  parte final de la interpretación. Aquella inspiración generó un danzón llamado precisamente Mambo.

Con el oído aguzado, Pérez Prado reformuló ese estilo y lo definió como una  combinación sincopada de un ritmo que llevan los saxofones. “Sobre esa sincopa, la trompeta, la flauta o lo que usted quiera hacen una melodía. La batería va con ritmo de cencerro a corto tiempo y el bajo de una combinación de una negra con dos corcheas. Una negra en el primer tiempo, dos corcheas en el segundo tiempo. Un compás de espera en el tercer tiempo y otra negra en el cuarto tiempo».

No pocos cuestionamientos han existido alrededor de la paternidad del mambo.  Lo cierto es –y así lo demostró la realidad- que con creatividad y audacia el músico matancero le dio un giro de 180 grados a lo ya existente para convertirlo en una novedosa  sonoridad que alcanzó la cúspide internacional por su carácter tremendamente popular, entre otros atributos.

Leonardo Acosta, musicólogo cubano, ensayista y Premio Nacional de Literatura, estima que, “la concepción de Pérez Prado, a partir de las células básicas del mambo, es muy distinta a la de sus predecesores. Su orquesta suena diferente desde el principio. (…). En el mambo de Dámaso también están presentes la guajira, la rumba, el propio danzón y hasta el jazz”.

Un toque de distinción personal  ponía en algunas de sus interpretaciones cuando en determinados momentos lanzaba una interjección como una arenga, o quizás una contraseña.

Al respecto le comentó en 1984 al periodista Manuel Martínez Barros:

«Estábamos interpretando un ritmo bravo con la dirección de Facundo Rivero, y de pronto fue tal la emoción qué sentí en un corte instrumental que emití aquel sonido ¡Aaaaaah … diiiilo!!, para con ello significar que los instrumentos debían volver a tocar… La verdad es que es más obvio gritar ¡dilo! (en lugar de «ugh»). Lo que sucede es que los efectos electrónicos, que han ido mejorando con los tiempos, hacen que se escuche así. En las grabaciones con la Casino no hice tal efecto, y comencé a hacerlo en mi propia orquesta».

LLEGAR Y TRIUNFAR: AHÍ ESTA LA CUESTIÓN

¿Cuándo  y cómo Dámaso Pérez Prado llegó al escenario musical?. Convertido en compositor y arreglista, y al igual que muchos de sus colegas, Pérez Prado arriba a La Habana a inicios de los años 40 en busca de orquestas y conjuntos donde realizarse.  Una de esas agrupaciones fue la  Casino de la Playa en la cual se desempeñó como pianista y arreglista.

En su peregrinar por cabarets y clubes nocturnos, algunos veían con rareza sus “experimentos”  sobre el teclado y un papel pautado.

Los productores de discos no entendieron aquellas  locuras del matancero.

«Me voy a México”, dijo entonces. “Si la suerte me acompaña, allá voy a formar mi orquesta de mambo. Y tengo fe absoluta de que el mambo va a triunfar».

Así lo hizo. A su llegada a tierra azteca un empresario le vaticina en tono de mal agüero. “Yo no creo que eso del mambo guste aquí, mano.  Aquí la música que gusta es el danzón”.  Pero el cubano no se dejó arrastrar por semejante presagio; estaba convencido de sí mismo y decidido a echar su suerte.

Con el apoyo de sus compatriotas Kiko Mendive (cantante) y  la vedette Ninón Sevilla se establece en México y luego de trabajar con varias orquestas, formó la suya propia.

Corría entonces la segunda mitad de los años 40. El mambo conquistó de inmediato seguidores  por sus elementos coreográficos. Era la apoteosis, quizás lo nunca visto hasta el momento.

Con el sello RCA Víctor grabó sus primeros éxitos: En breve tiempo se expandieron los discos con, ¡Qué rico mambo!,  Mambo número 5, Caballo Negro, El ruletero, Mambo Universitario, Patricia y La chula linda, entre otros números. Adaptó temas como  muy conocidos como María Bonita, Marta, Cucurrucucú paloma, Adiós pampa mía y Cerezo rosa, nombre dado en español a Cherry pink. El cine le abrió las puertas y aparece con su orquesta en varios filmes musicales

En Estados Unidos Pérez Prado también cautivó. ¡Aquí está la música cubana, lo más grande!, proclamó en una actuación. Allí fue saludado  por celebridades como Dizzy Gillespie y Artie Shaw, mientras Igor Stravinski lo calificó como “genio de la música moderna”.

Ya a mediados de los años 60  crea el Dengue, sonoridad en la se empleaba la  llanta de un carro y con el repiquetear de dos varillas metálicas lograba un compás peculiar.

El escritor colombiano Gabriel García Márquez afirmó en una ocasión que “cuando el serio y bien vestido compositor cubano, Pérez Prado, descubrió la manera de ensartar todos los ruidos urbanos en un vilo de saxofón, dio un golpe de estado contra la soberanía de todos los ritmos.»

Cuentan que para aparentar mayor porte solía usar zapatos con tacones altos o plataforma. Pero como músico no necesitó de artificio alguno para elevar su estatura. Fue su virtuosismo lo que le otorgó la talla que poseen los grandes en el mundo del pentagrama, esos que ascienden de modo tal hasta tocar el cielo con sus manos.

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