Polémica en sus decisiones y sabia en su literatura, así se revela Gertrudis Gómez de Avellaneda, Tula, en la más reciente puesta de la compañía teatral Rita Montaner: Tula, Tórtola y Becerro, escrita por el historiador, filólogo, actor y dramaturgo Juan José Jordán (Chambas, 1959). Con ella se reverencia a una de las más grandes escritoras que ha dado Cuba, y al teatro romántico de la época decimonónica.
“Fue gracias a mi madre que descubrí a la Avellaneda, quizá porque ambas son camagüeyanas y porque como mujer visualizaba mejor su grandeza”, confesó el autor. “La titulé Tula, por el protagonismo de ese personaje; Tórtola porque junto a ella coloqué al autor de La fuga de la Tórtola, José Jacinto Milanés (este año también en su doble centenario); y Becerro por esa importante comedia nuestra que es El becerro de oro, de Joaquín Lorenzo Luaces, quien aparece en la obra y completa esa gran tríada de dramaturgos del romanticismo cubano. Gracias a la ficción coexisten en mi historia, pero en realidad no se conocieron”.
¿Por qué decidiste hacer el montaje con la compañía Rita Montaner?
Escribí la obra en marzo de este año mientras me encontraba en un curso de guion en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños. La primera versión salió en un día y medio, pero llevaba años acopiando información. Quise insertarme en las actividades camagüeyanas por el bicentenario de la Avellaneda pero las instituciones culturales a las que apelé se mostraron poco entusiastas, a excepción de Teatro de la Luz y su director Jesús Rueda, que no tenía posibilidades para el montaje pero propuso invitarme en algún momento a Camagüey. Fue entonces cuando me acerqué a Fernando Quiñones, director artístico y general de la compañía Rita Montaner. Se enamoró del texto a primera vista, por camagüeyano y porque lo encontró de muy flexible vuelo teatral.
El montaje se convirtió en un taller. Respetaron siempre las premisas del texto dramático y lo acometieron con aplicación y oficio hasta convertirlo en un texto escénico, digno del teatro cubano del siglo XXI.
En tu literatura has abordado a la Avellaneda, a Isabel de Castilla y a la poetisa bayamesa Liana de Lux (María Luisa, Editorial Unicornio, 2013). ¿Consideras que tu obra se inscribe en la literatura de género? ¿Te interesa seguir trabajando personajes femeninos?
Mis primeras obras no tienen mucho que ver con la literatura de género. En Cuando los muertos hablan, finalista de la tercera edición del concurso Virgilio Piñera (2006), el personaje protagónico es un cubano ante el dilema de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. Tal vez en Oda por la luz, o más aún, en Yo, Isabel de Castilla, se avizora un acercamiento al tema de género, pero es en María Luisa donde sí hay una intención de explorar ese tipo de literatura. Esta obra se basa en un personaje real, la poetisa bayamesa María Luisa Milanés que vivió entre 1893 y 1919. Como mujer padeció el infierno familiar y social de la época. Ahora, con Tula, Tórtola y Becerro, he terminado involucrado en esos estudios. Me siento feliz de haber nacido hombre y desde esa perspectiva considero que a la mujer le falta mucho para ocupar el espacio que merece. Esta podría ser mi contribución, aunque ahora quisiera explorar otros conflictos humanos.
¿Por qué no aparece Tula, Tórtola y Becerro en las listas de obras invitadas al Festival de Teatro de Camagüey si esta edición estará dedicada especialmente al bicentenario de la Avellaneda?
Aún no lo sé. El equipo creador de la puesta teatral sorteó numerosas dificultades para tener el montaje en tiempo. Siempre tuvimos la esperanza de llegar al Festival pues da vida a la Tula, a quien glorifica el evento. Impliqué además a Milanés, un tanto relegado en su aniversario. Cientos de espectadores han desfilado durante agosto por la sala de teatro El Sótano (allí estaremos hasta el 14 de septiembre) y muchos se nos acercaron para agradecer el tratamiento dado a la Avellaneda, figura que bien merece ser conocida por todo el que se sienta camagüeyano y cubano.