Cada vez que imparte el primer ciclo de primaria la maestra Mery Alfonso Pulido sabe que termina el curso escolar emocionada. Confiesa que lo que más disfruta es ver las manitos de sus alumnos escribiendo casi perfectos los trazos que enseñó el primer día de clases y se renueva al escuchar sus vocecitas leyendo cualquier texto.
Este curso, como tantos otros en sus cuarenta años frente a un aula, impartirá primero y segundo grados. Como siempre lo hará en su escuelita Los Maceo, esa casita pequeñita que se divisa desde la carretera Camajuaní y que es, sin dudas, un faro luminoso del saber y de la cultura.
El paisaje denota la ruralidad del entorno. Aunque aparentemente la institución docente no está intrincada, sus estudiantes viven tan alejados que para llegar a ella deben caminar entre tres y seis kilómetros cada día.
“Lo hacen con gusto, siento que me quieren, que soy su paradigma. Por eso me esfuerzo para no defraudarlos ni a ellos ni a sus familias. Han venido a ver en que pueden ayudar para tener un primer día de clases inolvidable, pero este curso será mejor para todos a partir de aplicar las adecuaciones del sistema escolar”, reconoció.
Según explicó se introducirá la sesión única de clases, extendida hasta la una de la tarde. “Los alumnos podrán descansar y almorzar en sus casas con mejores condiciones”, dijo.
Junto a ella, en la misma escuela, imparte tercero y cuarto grados Edelis Hernández, algo más joven, no obstante con dos décadas de experiencia como docente, quien aseguró que las variaciones son beneficiosas también para el maestro.
“Dispondremos de mayor tiempo para la preparación metodológica, podremos visitar las familias, planificar mejor la tención diferenciada a los estudiantes en coordinación con los padres y realizar opciones extradocentes”, señaló.
En este sentido ya han preparado el área aledaña para crear el huerto escolar, otra para las actividades del movimiento de exploradores. De igual manera han diseñado el horario de la máquina de computación, el uso de la biblioteca así como la coordinación con el instructor de artes que los atiende.
Esta escuela pertenece a la zona rural número 3 de Santa Clara, integrada por cuatro planteles similares. María Aparicio, la directora, explicó asimismo que establecieron relaciones estrechas con los centros laborales cercanos como la pollera, el matadero, el centro de alevinaje y la cooperativa con el propósito de fomentar la formación vocacional de los educandos a partir de los círculos de interés a fines a los oficios del territorio e incluir conferencias de los especialistas.
“Se cuenta con los materiales docentes tanto para el alumno como para el maestro. Todo está garantizado para que las escuelas rurales acerquen a través del aula, los conocimientos, la cultura, la historia, el progreso de la técnica y la ciencia que tanto necesitan los alumnos que viven en las zonas alejadas o apartadas de los centros culturales urbanos”, puntualizó.