En 1914 había comenzado la Primera Guerra Mundial y el gobierno de Mario García Menocal declaró la guerra a Alemania y a Austria-Hungría en 1917, a continuación de Estados Unidos. Algunos de los que apoyaron esta decisión aportaron sus opiniones acerca de cuál debía ser el aporte cubano a la contienda. Por ejemplo, Cosme de la Torriente, en su calidad de presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, dijo en su discurso en esa Cámara que “una de las mejores maneras de cooperar (…) a la gran guerra internacional, es manteniendo en su territorio el orden y la tranquilidad” y afirmó que la cooperación principal de Cuba es “desarrollando, hasta el grado que sea necesario, nuestra producción azucarera” en la cuantía que abasteciera todo lo que pudieran necesitar las naciones aliadas.[1]
La revista Cuba Contemporánea, por su parte, en una nota editorial afirmaba que Cuba había hecho bien porque así demostraba ser agradecida y “porque le hubiera sido imposible guardar la neutralidad en el conflicto” debido a su posición geográfica.[2] Estas opiniones se repitieron con bastante frecuencia en las muestras de aprobación que divulgó la prensa, es decir que, además de aludir a la gratitud, se planteaba que Cuba se vería arrastrada a la guerra debido al lugar que ocupa en esta zona y también se pensaba en el azúcar como principal aporte.
No obstante tales opiniones, el Ejecutivo adoptó medidas como la implantación del servicio militar obligatorio, con lo que anunciaba la disposición de enviar tropas al frente. Tal decisión encontró bastante rechazo, por lo que pasó por varios intentos hasta que se aprobó por el Congreso entre el 1ro y el 2 de agosto de 1918. Algunos opositores, como los representantes Fernando Ortiz y Enrique Roig, decían que esos brazos hacían falta para la agricultura. También Vidal Morales dijo en el Senado que la mejor contribución era en azúcar.
Otra forma de contribución aprobada en el Congreso fue la ley de auxilio pecuniario a los aliados que autorizó créditos al Ejecutivo para auxiliar al sostenimiento de hospitales, ambulancias y asilos que pudiera establecer la Cruz Roja nacional en territorios de los aliados y para el sostenimiento de los soldados y familiares víctimas de la guerra, a través de los gobiernos aliados. Por esa ley se creó la “Comisión Cubana de Propaganda de la Guerra y de auxilio a sus víctimas”. También se hicieron llegar donativos en metálico y en productos, fundamentalmente a Francia. Pero no era esta contribución la que más se esperaba de Cuba.
Estados Unidos estaba interesado fundamentalmente en que Cuba garantizara el suministro de azúcar, por lo que esta sería la contribución principal de la Isla a los aliados. Los documentos norteños del propio año 1917 habían dejado bien claro este asunto: el Gobierno debía garantizar las zafras. Esa fue la instrucción del Departamento de Estado a su ministro en Cuba: la implantación del servicio militar obligatorio era contrario a los intereses de Estados Unidos, el interés era el azúcar.
La producción azucarera cubana había tenido una importante recuperación después del término de la guerra contra España en 1898. En 1899, Cuba había producido apenas 332 237 toneladas, que representaban el 4% del total mundial y el 11,50% del total de azúcar de caña; sin embargo, en 1903 había llegado a más de un millón de toneladas, lo que se mantuvo e incrementó en los años siguientes, a excepción de 1908 cuando hubo un ligero descenso, por lo que en 1913 ya se habían sobrepasado los dos millones, monto que significaba el 13,93% del total de azúcar en el mundo y el 27,89% de la de caña.[3]
El estallido de la guerra en 1914 había estimulado esta producción en Cuba. Los países implicados vieron afectadas sus producciones, de remolacha y de caña, y también la transportación sufrió los embates de la situación bélica, por lo que el azúcar cubano tuvo una mayor demanda, de ahí que se acentuara el incentivo para el aumento de la producción: en 1916 Cuba produjo 3 124 277 toneladas, para un 18,61% del total y un 29,26% de la de caña. Esta situación, por tanto, atrajo la mirada de quienes necesitaban el producto y sufrían las dificultades de su obtención por la situación bélica. En esto influía que la producción mundial había descendido de 18 967 466 toneladas en 1914 a 17 110 924 en 1917 y a 16 025 395 en 1919, siendo la de remolacha la más afectada. Esto incidió directamente en el interés por la industria del dulce en Cuba.
La producción azucarera cubana se elevó en esos años: en 1917 Cuba produjo 3 145 348 toneladas; en 1918, 3 598 489 y en 1919, 4 180 621, lo que representó el 26,09% del total mundial y el 36,05% de caña. Sin duda, la Isla se había convertido en la azucarera del mundo en aquella coyuntura.
Durante los años de guerra, las exportaciones cubanas crecieron de manera notable. En 1914 Cuba exportó productos por un valor de 174 041 000 pesos, mientras en 1919 ese valor había ascendido a 573 019 000. Aunque las importaciones también se incrementaron, el saldo favorable del balance comercial también se incrementó de 55 839 000 a 216 388 000 en esos años.[4] Fueron los años de las “Vacas Gordas”, de la “Danza de los Millones”. El lugar del azúcar y subproductos en esas exportaciones fue del 76% en 1914, en 1919 ya subió al 89% y en 1920 al 92%.[5] Además, Cuba colocó su producto en algunas cantidades en otros mercados, como el inglés.
La situación del azúcar en el mercado incentivó las inversiones en ese renglón, por lo que creció el número de centrales. Si en 1913 hubo 170 ingenios produciendo, al año siguiente ya eran 177, en 1915 aumentó a 189, en 1916 a 190 y en 1917 a 198, que fue la cifra mayor. Esta coyuntura fue también un incentivo para la inversión de capital estadounidense en ese sector. Oscar Pino Santos llamó a esta situación “acelerado proceso de desnacionalización de esa industria” pues si en 1913 había 38 centrales en manos de aquel capital, que producían el 39% del total, en 1920 ya eran 75 los centrales norteamericanos para un 53% de la producción.[6]
Fue un momento de auge dentro de la industria azucarera cubana, mas ¿recibió el país todos los beneficios que se derivaban de ello?
El criterio de que el aporte cubano fundamental era en azúcar llevó a actuar dentro de las medidas de guerra impuestas desde Estados Unidos. En aquel país se crearon mecanismos de control como la Junta de Igualación del Azúcar, que sería la que recibiría todo el azúcar de Cuba en 1918 y 1919 a los precios que esta establecía. Era la contribución de guerra y, por tanto, había que aceptar los precios de sacrificio, lo que significaba renunciar a la cotización internacional.
Estados Unidos concertó la compra global de las zafras cubanas y los precios estuvieron determinados por sus mecanismos de control para la guerra, de manera que en 1917-1918 se pagó a 4,60 centavos la libra y en 1918-1919 a 5,50. Era la principal contribución que Cuba estaba haciendo a los aliados en la contienda mundial. Por otra parte, este período significó el momento de mayor entrada de capital estadounidense en Cuba, al punto que la Isla pasó a ocupar el primer lugar como receptora de ese capital en el continente. En 1924-1925, estas inversiones habían alcanzado el monto de $ 1 360 000 000, de los cuales 750 millones correspondían al azúcar,[7] es decir, más de la mitad del total.
El aporte de Cuba a la guerra a partir del azúcar fue reconocido por los propios contemporáneos, así lo expresó Luis Valdés Roig, cuando escribió que Cuba había contribuido con más de mil millones de pesos a la causa común, pues esa cifra representaba la diferencia entre el precio oficial que los aliados habían pagado por el azúcar cubano durante 1918 y 1919, y lo que hubiera sido con precios libres. Este autor había anunciado tempranamente que la entrada de Cuba en la guerra era no solo por razones morales o de compromiso con Estados Unidos, sino también por sus propios intereses económicos, y a la altura de 1919 afirmaba que Cuba no solo garantizó el azúcar para Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, etc., sino que lo hizo al precio que los mismos aliados estimaron pertinente.[8] No obstante, aporta cifras para demostrar el efecto de la guerra en las relaciones comerciales de Cuba, con el propósito de convocar a mantener en la posguerra un desempeño más activo.
En el marco de la Primera Guerra Mundial, Cuba se vinculó al conflicto en su papel subordinado a Estados Unidos por lo que aportó lo que ese país demandaba. Esta situación impulsó el crecimiento azucarero de la Isla y, con ello, las inversiones de capital norteamericano en ese sector. En el auge de las Vacas Gordas se consolidaba la estructura económica monoproductora y monoexportadora, así como el control de su principal industria por el capital estadounidense. El auge económico consolidó los rasgos de una estructura económica deforme, al tiempo que profundizó la dependencia respecto a Estados Unidos. Los efectos se verían muy rápidamente.
[1] En Luis Valdés Roig. El comercio exterior de Cuba y la Guerra Mundial, Imprenta Avisador Comercial, La Habana, 1920, p. 20 [2] Nota Editorial. Cuba Contemporánea, abril de 1917, A, V, No. 4, pp. 363-364 [3] Manuel Moreno Fraginals: El ingenio. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, T 3, Cuadro I (Todas las cifras de la producción azucarera están tomadas de este cuadro, salvo que se consigne otra fuente. [4] Oscar Zanetti: Los cautivos de la reciprocidad. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003, Tabla I. Las cifras generales del comercio exterior cubano están tomadas de esta tabla. [5] Ibid., Tabla II [6] Oscar Pino Santos: “El asalto a Cuba por la oligarquía financiera yanqui” en Cuba. Historia y economía. Editorial de Ciencias Soiales, La Habana, 1984, pp. 382-383 [7] Pino Santos. Ob. Cit., p. 369 [8] Luis Valdés Roig. Ob. Cit., p. 23