No vamos a detenernos en la calidad de los estadios ni en la bondad de los anotadores oficiales para justificar o no la cantidad de pifias en los desafíos iniciales, la mayoría nuevamente en tiros. Para que se tenga una idea, solo un desafío: Granma-Guantánamo, el 31 de julio, se celebró sin la sombra de un error, mientras Artemisa-Pinar del Río llevaron a los libros ¡8!, récord para esta joven lid.
Cuatro selecciones pasan de las 10 marfiladas, con la peor cara para los artemiseños con 15; en tanto Mayabeque justifica su puesto de honor con apenas dos. Los receptores no han lucido mal, pues atrapan el 47,2 % de los corredores que le salen al robo, lo cual alienta en una posición de muchos años para alcanzar la maestría deportiva.
En cuanto al pitcheo, lo más llamativo está en los 71 pelotazos propinados (2,23 por juegos), no siempre tratando de cerrar a los bateadores como muchas veces se justifica. Son entendibles, no justificativos tampoco, los 9 balk cometidos y las 8,5 bases por bolas como promedio por partido, números que hablan del trabajo intenso en esta área.
Para arrancar, a la Serie le ha faltado también algo de vistosidad en los uniformes, jugadas que atrapen, peloteros electrizantes —por cierto, Lourdes Gourriel va al frente de los bateadores con 875—, así como los desafíos nocturnos para mayor cantidad de público en los estadios. Sancti Spírítus y Holguín ponen la cara más fea con cuatro derrotas sin victorias, pero agosto promete más calor y ojalá un torneo mejorado y ajustado a su esencia.