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Fulgencio Batista: de “hombre fuerte” a “chico malo”

Los desalojos desenfrenados, practicados durante décadas por compañías foráneas y terratenientes nacionales, lanzó al camino real a miles de familias campesinas. | Fotos: Archivo de la revista Bohemia

Como sucede en cualquier país, en la década de los 50, y desde antes, Cuba sufría también las consecuencias del crecimiento de la población urbana, que era un hecho contradictorio si se tiene en cuenta que su principal fuente de riquezas estaba en los campos, fundamentalmente en la industria azucarera, que abarcaba el 80 % de las exportaciones. Lógicamente, ese incremento poblacional en áreas urbanas creaba dificultades, porque las familias emigraban hacia allí en busca de fuentes de empleo que no encontraban.

El censo de 1953 ofrecía un retrato de la sociedad evidentemente explosivo y era preciso buscar soluciones para esa situación. Esa necesidad, explica la doctora López Civeira, “pasaba por determinados cambios, de ahí que el debate se mantuviera muy fuerte entre los grupos de poder y otras corrientes del pensamiento político, como la marxista, entre cuyas figuras se destacaron Carlos Rafael Rodríguez y Jacinto Torras, del Partido Socialista Popular ”.

Arcas vacías: bolsillos llenos

Ante tan difícil y grave situación económica y social, Batista recurrió a una política de gastos compensatorios, denominados “gastos alegres” por Raúl Cepero Bonilla, porque se destinaba dinero del Estado a actividades improductivas, fundamentalmente obras públicas, que solo paliaban temporalmente el problema del desempleo y daban vía libre a la malversación del erario público. También, a partir de una serie de leyes protectoras se crearon algunas fábricas que, por ser menores, con excepción de Antillana de Acero, empleaban menos de 25 trabajadores.

“Sin embargo, las inversiones en esas pequeñas o medianas industrias no rompían la estructura económica del país, porque en gran medida estaban dirigidas a fomentar la industria turística, en correspondencia con el plan de convertir a Cuba en Las Vegas del Caribe; con ese objetivo y en vinculación con la mafia estadounidense, se proyectó la construcción de hoteles y casinos en el litoral Habana-Matanzas. Para eso igualmente se usarían fondos del Estado cubano y hasta de las cajas de retiro de los trabajadores, como ocurrió con la de los gastronómicos y la construcción del hotel Havana Hilton.

“La inversión de capital estadounidense se extendió incluso hasta el comercio minorista, al incrementarse, luego de un largo período de decrecimiento como consecuencia de la crisis estructural de la economía cubana, y de nuevo superó los mil millones de dólares”.

Ampliación del malecón habanero, una de las obras financiadas con los gastos compensatorios.

De acuerdo con las apreciaciones de la profesora, en ello influían una serie de garantías legales otorgadas como incentivo por el Estado cubano para la extracción de las ganancias y del capital. Mas no eran sectores productivos, pues no existían incentivos para la inversión en industrias por tratarse de una economía estancada y un mercado doméstico poco atractivo, de menos de seis millones de habitantes.

“El gran problema radicaba en que ese tipo de inversión no iba a transformar, romper, modificar, la estructura económica cubana. Así puede constatarse al revisar los datos de las exportaciones en el período, los cuales reflejan que los de la industria azucarera se movían en un 80-81 %; por tanto, se mantiene la condición de monoproductora y monoexportadora.

“Concretamente, en la economía cubana se ha estado insuflando una circulación monetaria artificial, lo cual provoca que se mantengan los niveles de importación mientras decrece la exportación, hasta el extremo de que en 1958 el balance comercial de Cuba en su comercio exterior era desfavorable y ello implicaba una fuga de recursos del país, de divisas. De hecho, la nación estaba prácticamente abocada a una bancarrota”.

El crecimiento de la economía entre 1950 y 1958 fue de 1,4 % anual, prácticamente nada, sobre todo porque no se correspondía con el crecimiento poblacional. Con respecto a esa realidad, la doctora López Civeira, apunta:

“Si a esto unimos la trayectoria de Batista en ese período, nos encontramos con que, surgido como figura histórica en 1933, de entre las más humildes capas del cuerpo armado, a la altura de 1958 su fortuna se calcula en unos 300 millones de pesos. Digo se calcula porque en muchos negocios él no aparecía directamente, sino a través de testaferros, y era propietario de hoteles, de Aerovías Q, de empresas ya más diversas, así como de emisoras de radio y televisión, y de periódicos; tenía capital o por lo menos participación en una gran cantidad de empresas. Por supuesto que en su período de Gobierno anterior había ido acumulando, pero cuando alcanza su mayor auge es justamente después del golpe de Estado”.

Descorazonador panorama

La estudiosa refiere que una encuesta realizada por la Agrupación Católica Universitaria (ACU) con el propósito de conocer las condiciones de vida en las zonas rurales del país, demostró el escaso impacto de esa política en la economía cubana a la altura de los años 56-57.

De acuerdo con sus resultados, el problema de la población rural seguía siendo muy grave, porque el 91 % de los trabajadores agrícolas estaban desnutridos; el 73,46 % aspiraba a fuentes de trabajo, y el 18 % pedía escuelas. Entre los jefes de familia, el 43 % eran analfabetos.

En cuanto a sus viviendas, el 0,80 % eran de mampostería, tejas y cemento; el 7,37 %, de tejas y madera; el 19,49 %, de madera, guano y cemento; el 60,35 %, de madera, guano y tierra, y solo el 7,26 % disponía de alumbrado eléctrico; el 63,96 % no tenía inodoro ni letrina, y el 82,62 % carecía de baño o ducha.

“Desde el punto de vista de la economía en sentido general, y del propósito de alguna manera, digamos, de diversificarla o proteger la industria azucarera, que es lo que estaba en el debate, Batista hacía las obras públicas igual que lo hizo Machado: combinadas con la restricción azucarera.

“Si bien cuando dio el golpe y asumió el poder había una situación relativamente distendida porque la guerra de Corea conllevó un incremento de la demanda de azúcar, esta cesó al terminar aquel conflicto y vuelve el mismo problema. Entonces, Batista tiene que recurrir a una restricción azucarera para tratar de elevar los precios, pero estos se mantenían deprimidos porque en el mundo continuaba incrementándose la producción y la participación cubana en el mercado estadounidense seguía reduciéndose.

“Al comparar las cifras de la producción azucarera y la de población en 1925, con las de 1958, se obtiene que en este, el doble de la población vivía de lo mismo que aquella, cuando empezó la crisis estructural que continuó agudizándose hasta situar el país prácticamente en bancarrota, en 1958”.

Sin tiempo para más

“No había perspectivas para lo presentado por Batista como proyecto económicosocial, porque no era la solución para la crisis estructural de la economía cubana.

“A ello se sumaba una situación terrible desde el punto de vista político, con un desgaste total, y una lucha de oposición, incluso dentro de los políticos tradicionales, quienes en su mayoría trataban de llegar a arreglos a través de la embajada norteamericana. Esto genera una situación de violencia muy fuerte en el país por la lucha insurreccional librada por el Ejército Rebelde y los combatientes clandestinos, tanto en las zonas montañosas como en los pueblos y ciudades”.

A la imposibilidad de cambiar la estructura económica, se unieron su política represiva y criminal, el fracaso de las elecciones del 3 de noviembre de 1958, el indetenible accionar de los combatientes clandestinos y las contundentes victorias del Ejército Rebelde. Batista dejó de ser una opción, no solo para los grupos de poder, sino también para el Gobierno estadounidense. Este, el 9 de diciembre de ese año, le propuso abandonar Cuba, instalarse en su mansión de Daytona Beach y dar paso a una junta cívico-militar, lo cual rehusó. Ocho días después le llegó el ultimátum: Estados Unidos le retiraba su apoyo: de “hombre fuerte” pasó a ser un “chico malo”, y de por vida le negó refugio en su territorio, tras su huida de Cuba, el 1º. de enero de 1959.

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