Según una de las acepciones del diccionario de la Lengua Española, el primer significado de burocracia es un conjunto de normas, papeles y trámites necesarios para gestionar una actividad administrativa.Ateniéndonos a ello es que apelamos a los lectores de esta sección, en la cual hemos recibido más de 580 cartas, desde enero hasta el cierre del primer semestre del actual año. Sus razones son sobre todo para quejarse o solicitar aclaraciones, con la confianza de que encontrarán en esta sección el remedio o el paliativo a sus asuntos.
Por eso, una vez más, alertamos sobre cuestiones imprescindibles para gestionar la correspondencia que nos llega por vía postal y correo electrónico. Comencemos por la identificación. Se ha hecho demasiado habitual que las misivas vengan sin el nombre completo, dirección particular y centro de trabajo de quien se queja o reclama. Son datos necesarios para los controles que llevamos en la sección, y en ocasiones completarlo deviene labor detectivesca que no siempre fructifica, porque por ejemplo, en un e-mail enviado con la dirección de nauta es imposible saber de qué provincia proviene.
Pero además la institución o el organismo no sabrá a quién dirigirse en su respuesta. Algunos están obligados a contestar vía postal y otros carecen de salida de correo internacional para esos fines.En las últimas semanas establecimos contacto vía digital con una cifra inusual de lectores solicitándoles datos que faltaban. Créanme que una de las cosas que más me satisface de este trabajo es el acercamiento con los que nos escriben, aunque preferiría que fuese para aclarar, dar seguimiento a temas y no para repetir una y otra vez las ideas que hoy conforman este comentario.
En nuestro poder se encuentran algunas cartas que hemos tenido que archivar porque omiten algunos de dichos elementos. Es importante interiorizar que la extensión del texto no es lo que más fuerza le da, ni tampoco emplear términos aparecidos en alguna sanción de tribunal o por el asesoramiento de un abogado.
En aras de la comprensión y agilidad del proceso sería mejor escribir breve y lo más conciso posible, sin tecnicismos. En oportunidades se hace casi imposible conocer qué pide quien redacta y en otras la carta debe quedar engavetada ¿El motivo?: porque la persona no consigna dónde trabaja en ninguna de las ocho o diez hojas del documento, o por el contrario, refleja su dirección y escribe menos de 20 líneas para al final, sin expresar cuál es el problema, pedir que se lo resuelvan.
Y qué decir de aquellos que no hacen una carta y se limitan a enviar en un sobre resoluciones, dictámenes y avales. Tampoco son muy motivadores de lectura amplios textos que recibimos por el correo de buzon@trabajadores.cu, escritos en Arial 10 u 11, sin un punto y aparte.
Por un momento pónganse en nuestro lugar. En el día, entre otras tareas, podemos gestionar unas 30 cartas. Si encontramos varias con la característica mencionada, debemos copiar el texto para al menos ampliar el tamaño de la letra. Todo conlleva tiempo y cuando se quiere aprovechar al máximo, esos escollos no son bien agradecidos.
Si lo expuesto fuera algo poco serio motivaría al menos una sonrisa. Pero como respetamos el derecho de los lectores a escribirnos y tomamos como importante cada caso independientemente de su connotación, nos vemos en la obligación de hacer otro llamado para que redacten mejor.
Jeroglíficos
Todavía no hemos vaciado el tintero. Hay quienes incluso se excusan por la letra que reconocen es casi ilegible, otros no se dan cuenta de que clasifican en esa categoría. Lo aconsejable es buscar ayuda en alguien con mejor grafía. La posible solución de un problema no debe dejarse a la interpretación de una o varias palabras, porque repetimos, salvo excepciones, nosotros tramitamos todo lo que nos llega, pero desconocemos si el resto de los eslabones funciona igual.
Mención aparte merecen los anónimos a medias. Así los denominamos, porque supuestamente firma un colectivo de trabajadores. Sin embargo, el peor ejemplo está en aquellos que ponen hechos, direcciones y nombres falsos; y los que cuentan las historias incompletas, obviando detalles importantes, sobre todo si les perjudica.
¿Cómo lo sabemos? Muy simple. Ya sea la denuncia de una respuesta inadecuada en un centro de los servicios o la mala decisión en materia laboral, todas conllevan investigación y respuestas por las instancias pertinentes hasta llegar al promovente y nosotros, el punto de partida de la gestión. En esos casos es incalculable nuestra desilusión. Por suerte es una minoría y el motor impulsor sigue siendo la inagotable fuente de correspondencia que nos llega todo el año.